Las piernas de Selene ardían mientras corría entre los árboles, con Ivy cerca detrás de ella. Habían estado moviéndose durante horas desde que escaparon de la mina, poniendo la mayor distancia posible entre ellas y Elara.
—Necesitamos descansar —jadeó Ivy, su forma humana recién restaurada esforzándose por mantener el ritmo.
Selene se detuvo, invadida por la culpa.
—Lo siento. Olvidé que todavía te estás adaptando.
Se desplomaron bajo un gran roble. En lo alto, las nubes se apartaron para mostrar una luna llena brillando intensamente en el cielo nocturno. Su luz bañaba los árboles en plata.
—El portal —susurró Ivy, con los ojos fijos en la luna—. Elara siempre dijo que la luna llena lo hace más fuerte.
Selene asintió sombríamente.
—Lo que significa que vendrá tras nosotras con todo lo que tiene. —Miró hacia el camino por donde habían venido—. Y Dante todavía está allá.
Ivy tocó la mano de su hermana.
—Él luchó para que pudiéramos escapar. Es fuerte, Selene.