Capítulo 98: Rostros Que No Podemos Combatir

El lobo líder se acercó, y el corazón de Elara dejó de latir. La voz de su padre salió de su boca.

—¿Por qué me dejaste morir, cariño? ¿Por qué no me salvaste?

—No —susurró ella, retrocediendo—. No eres real. —Pero el lobo se parecía exactamente a su padre cuando se transformaba. El mismo pelo gris con la mancha blanca en el pecho.

Los mismos ojos marrones amables que solían leerle cuentos antes de dormir. Excepto que ahora esos ojos brillaban plateados como la luz de la luna. —Te esperé —continuó el lobo con el tono suave de su padre.

—Grité tu nombre mientras los renegados me despedazaban. Pero nunca viniste. —Las lágrimas quemaban el rostro de Elara. Sabía que este no era realmente él.

Su padre había muerto hace tres años defendiendo las fronteras de la manada. Ella tenía solo quince años, demasiado joven y débil para ayudar. Pero ver su rostro hizo que todo ese dolor regresara de golpe.