Capítulo 50: Pistas Misteriosas

Lucas tamborileaba con los dedos sobre el escritorio de roble pulido, sus ojos escaneando los informes financieros de la manada Emberfang. Los números se difuminaban después de horas de concentración. Movió los hombros, tratando de aliviar la tensión que se había acumulado allí.

Un suave golpe en la puerta de su oficina proporcionó una interrupción bienvenida.

—Adelante —llamó, dejando los papeles.

Matilda, la médica de la manada, entró con una expresión solemne. Su cabello con mechas grises estaba recogido en un moño apretado, y llevaba una carpeta manila bajo el brazo.

—Alfa Lucas —saludó con una ligera inclinación de cabeza—. Tengo los resultados del examen.

Lucas se enderezó en su silla. —¿Qué has encontrado?

Matilda tomó asiento frente a él, colocando la carpeta sobre el escritorio. —Como tú y tus hermanos sospechaban, el secuestrador murió por envenenamiento con acónito. Tenía una cápsula escondida entre sus molares traseros. Una vez mordida, la muerte habría sido rápida.