—¡No! ¡Eso tomaría años para pagar! —exclamé, temblando de miedo y conmoción.
Jessie se encogió de hombros, sonriéndome con malicia.
—Tal vez deberías haber pensado en eso antes de ser tan torpe.
—Por favor, Luna. No hagas esto —supliqué.
—¡Suficiente! —espetó ella—. No quiero escuchar ni una palabra más. Está decidido. Trabajarás para pagar el costo de la escultura.
Sabía que no me atrevía a discutir más. Me incliné rígidamente.
—Sí, Luna —dije. La verdad era que una parte de mí estaba secretamente aliviada. Este nuevo desarrollo significaba que no tenía que decidir entre irme o quedarme inmediatamente.
Sentí como si me hubieran quitado un peso de encima. Pero eso no detuvo la sensación de temor al darme cuenta de que una vez más estaba atada a esta familia por deudas. Había trabajado tan duro para liberarme de las garras de la deuda y aquí estaba, de nuevo en el mismo pozo.