Capítulo 63: Consecuencias

Abrí los ojos lentamente, entrecerrándolos contra la luz que entraba por las ventanas.

Un suave sonido de rasguños llamó mi atención. Al girar la cabeza, vi a Matilda sentada en una silla junto a la cama, garabateando algo en un portapapeles. Llevaba su habitual bata blanca impecable, con su cabello castaño grisáceo recogido en un moño apretado.

—¿Matilda? —Mi voz sonó áspera. Mi garganta se sentía irritada, probablemente por todos los gritos que había dado anoche. El calor subió a mis mejillas al recordarlo.

Ella levantó la mirada, evaluándome rápidamente con sus ojos experimentados. —Buenas tardes, Hazel. ¿Cómo te sientes?

¿Tarde? Miré hacia las ventanas nuevamente, notando el ángulo de la luz solar. Debí haber dormido durante horas.

—Estoy bien —respondí, haciendo un inventario mental de mi cuerpo—. Un poco adolorida. Cansada.