Capítulo 3: Acero entre ruinas

Polonia Central, 6 de septiembre de 1939.

Las calles estaban vacías, pero no en paz. La ciudad, pequeña pero estratégicamente situada, había sido declarada “objetivo prioritario” esa mañana. No por sus defensas, sino por sus cruces de carretera. Lo que no aparece en un mapa, puede decidir una campaña.

Falk observaba desde la escotilla. A su alrededor, los Panzer formaron una línea escalonada. No había música esta vez. Solo motores, y el crujido ocasional de vidrio roto bajo las orugas.

—¿Qué sabes, Helmut? —preguntó.

—Resistencia fragmentada. Puntos de fuego en ventanas, calles estrechas. Nos toca despejar con acero —respondió, afinando la radio.

—Lo de siempre —añadió Konrad.

—Lo que mejor hacemos —corrigió Falk.

Avanzaron. Los primeros cien metros fueron un desierto. Luego, disparos desde un balcón. Ráfagas breves. Nada pesado, pero sí certero.

—Fuego desde el segundo piso, izquierda —gritó Ernst.

Konrad giró la torreta y disparó una salvación. El edificio tembló. Vidrio y madera salieron volando. El ciego siguió su curso.

Una calle en curva. Una barricada de muebles y chatarra apareció de repente. Falk no frenó. Lukas aceleró y la atravesó. El estruendo fue seco, brutal.

—Nos quieren lentos. Hay que ir más rápido —dijo Falk.

En un cruce, un Panzer aliado recibió un disparo antitanque desde una ventana oculta. Impacto directo. El conductor murió al instante. Gritos por la radio.

Konrad localizó el origen y disparó sin esperar orden. El edificio se derrumbó. Polvo, ladrillos, silencio.

—Limpio —dijo Konrad, sin emoción.

Minutos después, tomó una posición elevada. Desde allí, se veía el centro de la ciudad. Humo. Fuego. Y la sombra de los aviones pasando muy alto.

—La Luftwaffe llega tarde —murmuró Lukas.

—O justo a tiempo para las fotos —añadió Helmut.

La ofensiva terminó con un último intercambio de disparos. Los polacos se retiraron al norte. Los blindados alemanes no los siguieron. Aún.

Cuando todo quedó en silencio, Falk solicitó canal directo con el mando.

—Ritter para Albrecht. Sector asegurado.

La voz del coronel llegó firme, sin demora:

—Albrecht aquí. Ritter, ¿estado del sector?

—Ruinas. Silencio. Resistencia neutralizada.

—¿Bajas?

—Una semioruga en retaguardia. Nosotros, ilesos.

Hubo una pausa.

—Entonces sígueme. Esta guerra no premia a los que descansan.

Falk cerró la escotilla. El sol ya no brillaba. Pero el Panzer seguía caliente. Y la columna volvió a moverse.