Frontera con los Países Bajos — Abril de 1940
El suelo temblaba bajo el peso de los blindados. Falk se agachó sobre el mapa, repasando una vez más las rutas hacia Rotterdam. Las líneas eran claras, los objetivos marcados. Todo apuntaba a un avance relámpago por los Países Bajos. Como en 1914, decían los oficiales. Aunque esta vez, los uniformes eran distintos y los tanques más rápidos.
La Leibstandarte formaba parte del Grupo de Ejércitos B. La mejor división de las SS, enviada por el norte. Para los aliados, eso solo podía significar una cosa: el eje del ataque venía por aquí.
—No me cuadra —dijo Helmut mientras limpiaba su visor óptico—. ¿Por qué mandar divisiones de élite por el terreno más plano y esperado?
—Porque quieren que nos vean venir —respondió Konrad, sin levantar la vista de su cañón—. Y que los franceses corran a bloquear este frente.
Esa idea les revoloteaba desde hacía días. La doctrina había cambiado. No era solo fuerza, era engaño. Mostrar músculo donde no se iba a golpear con todo.
Los periódicos aliados ya hablaban del inminente “golpe alemán por Bélgica y Holanda”, y las tropas franco-británicas empezaban a desplazarse hacia el norte. Exactamente como el Alto Mando germano deseaba.
Falk, sin embargo, no tenía tiempo para estrategias globales. Su misión era clara: avanzar con rapidez, asegurar posiciones clave, romper las defensas neerlandesas y mantener la presión. Lo demás quedaba por encima de su rango.
Una tarde, el mayor del regimiento visitó su posición.
—Oberscharführer Ritter —dijo con tono seco—. Los aliados están cayendo en la trampa. Nosotros abriremos la cortina. Otros la cerrarán.
No explicó más. No hacía falta.
Esa noche, Falk observó las luces lejanas de las ciudades holandesas. Sabía que al amanecer cruzarían la frontera. Que habría combate. Que las órdenes eran claras.
Pero en su fuero interno, sentía que su papel era parte de algo más grande. Una maniobra envolvente. Una finta brillante. Una repetición de 1914... pero con un desenlace diferente.
—¿Y si todo esto es solo una distracción? —preguntó Lukas, ya dentro del blindado.
Falk no respondió de inmediato. Cerró la escotilla con firmeza y dijo:
—Entonces más vale que la distracción funcione.
El motor rugió. La noche terminó.
La guerra, de nuevo, se ponía en marcha.