Capitulo 1 El eco del polvo

El viento rugía como si el desierto quisiera hablar. Las dunas crujían bajo las pisadas de Evie , la yegua de crin dorada, mientras avanzaba con elegancia entre ruinas cubiertas de polvo. Encima de ella, como una estatua tallada por la noche misma, iba Cornerius sombrero, gabardina oscura, y los ojos ocultos tras lentes verdes que brillaban como jade bajo el sol agonizante.

En el horizonte, una torre de humo se alzaba donde antes solo había vacío.

-Otra aldea en llamas- susurró una voz ronca, surgida del aire. No era Evie, claro. Era él. El tonalli.

A su lado, caminando sin levantar arena, iba un Lobo de pelaje negro y melena dorada. Tlāzohcamati Cuetlachtli. Nadie más lo veía, pero Cornerius si. Siempre.

-Ya sabes lo que eso significa, ¿no?- dijo el lobo con tono sarcástico -. O entras como un héroe... o nos vamos y dejamos que los muertos bailen solos.

Cornerius no respondió. Apretó las riendas y aceleró. Evie bufó, emocionada. A ella le gustaban las entradas dramáticas.

La aldea estaba casi vacía. Las casas ardían, y las calles estaban sembradas de muñecos de trapo con cabezas de hueso. Brujería, sin duda.

-Esto huele a Ocelomeh- gruñó Cuetlachtli. Hijos de la noche misma. Ladrones de tonalli ajenos.

Una figura salió de entre las sombras: una anciana con ojos blancos y sonrisa incompleta. Su vestido estaba cubierto de símbolos nahuas pintados con sangre.

-Llegas tarde, jinete- dijo, y el aire tembló.

Cornerius bajó de Evie sin dejar de mirarla. De su cinturón, saco un silbato hecho de obsidiana, con forma de calavera. Lo sopló una vez.

Del silbato salió un grito. No un sonido, un lamento verdadero. Las llamas se apagaron. Las muñecas cayeron al suelo. Y la vieja retrocedió, por primera vez con miedo.

-¿Cómo...?

-Mi turno- dijo Cuetlachtli, lanzándose hacia ella con un rugido qué hizo vibrar los huesos de los muertos.

Cuando la arena se calmó, la anciana había desaparecido, como si no hubiera existido. Solo quedaba su bastón, partido en dos.

Cornerius lo recogió. Lo observo. Luego subío de nuevo a Evie.

-¿Sabes?- dijo el Lobo, lamiéndose la pata-. Podrías hablar un poco más. Solo para variar.

Cornerius sonrió. Solo un poco.

Y galoparon hacia la siguiente sombra del mundo.