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Recogiendo todo el dinero de los cuerpos, Luo Cheng montó el León de Jade Llameante y rápidamente desapareció en la noche.
La luna colgaba como un gancho plateado, ¡y el viento nocturno soplaba con frialdad!
Las noches en las Llanuras del Caballo Galopante seguían siendo desoladas y aterradoras.
En las llanuras áridas, vacías de presencia humana, solo resonaban ocasionalmente los rugidos terroríficos de las bestias.
Una tenue fogata anaranjada parpadeaba, rasgando la noche negra como tinta.
Luo Cheng se sentó junto a la fogata, arrojando dos troncos más a las llamas, haciéndolas arder con más intensidad.
—Mañana debería poder salir de las Llanuras del Caballo Galopante. ¡Con este León de Jade Llameante, viajar es realmente conveniente!
Mirando al León de Jade Llameante a su lado, Luo Cheng murmuró para sí mismo.
Habían pasado menos de tres días desde que dejó el Pueblo Chengxuan, y ya había cruzado las Llanuras del Caballo Galopante.