Francia y Berlín — Octubre de 1940
Habían ganado. Pero no estaban enteros.Ni sus tanques. Ni sus cuerpos. Ni sus pensamientos.
La Leibstandarte fue trasladada a las afueras de Tours, Francia.El cuartel era amplio, los hangares fríos, las camas más cómodas que el suelo de Gibraltar.Pero nadie dormía bien.
El Panzer IV de Falk pasó por revisión completa.Chasis reforzado, nueva torreta, calibración de los sistemas ópticos. Pero seguía siendo el suyo. Las marcas de impacto no se borraron del todo. Él pidió que no lo hicieran.
—Ese acero ya ha hablado. Que siga hablando —dijo.
Konrad se reincorporaba lentamente, aún con vendas.Ernst entrenaba en silencio.Lukas limpiaba cada pieza como si fuera ritual.Helmut no se separaba de la radio, aunque no llegaran órdenes.
Albrecht pasó una mañana por el hangar.No traía escolta. Solo una carpeta bajo el brazo y ese gesto que ya no necesitaba explicar nada.
—La unidad desfilará en Berlín.
—¿Y después? —preguntó Falk.
Albrecht le sostuvo la mirada.
—Después vendrá… algo más largo. Y más frío.
No dijo nada más.
Berlín — Dos semanas después
Las calles eran un mar de banderas.El negro, el rojo y el blanco pintaban los balcones.La multitud llenaba la avenida principal con una sola voz.
A las 11:00, los motores de la Leibstandarte retumbaron sobre el adoquinado.
Los Panzers abrían paso.La infantería seguía con paso firme.Falk encabezaba su sección, con el uniforme recién ajustado, pero el alma aún oxidada.
Y entonces sonó el canto:
“Wenn alle untreu werden, so bleiben wir doch treu...”
La marcha SS.No era una canción.Era una declaración.
Los civiles saludaban. Las flores caían sobre el acero.Pero entre los hombres de Falk no había sonrisas.
Frente al Reichskanzlei, Dietrich los recibió con el brazo en alto.Albrecht, desde un lateral, solo observaba.No a los tanques. A las miradas.
Cuando Falk alzó los ojos hacia él, Albrecht asintió, leve.Como quien no felicita… sino advierte.
Esa noche, ya en los barracones, el silencio era total.
Habían marchado.Habían sobrevivido.
Pero todos sabían que esa marcha no era el final de nada.
Solo el compás que precede…a una nueva tormenta.