Begonia a las 12:35

Ren llegó a la universidad como de costumbre. Al entrar al aula, divisó a su amigo Bartholomew sentado en su escritorio, los auriculares puestos y la mirada perdida en algún punto imaginario. Ren ocupó su lugar, sacando con calma sus cuadernos y bolígrafos mientras se preparaba para la clase.

Sintió un leve toque en el hombro. Se giró, encontrándose con la sonrisa entusiasta de Bartholomew.

-¿Ya has decidido con quién vas a ir al baile de graduación? -preguntó con emoción-. ¡Yo voy con Natalia, la de segundo de artes! ¿Puedes creerlo? ¡La chica más popular me ha dado una oportunidad!

Ren le sonrió con ternura, contagiado por el entusiasmo de su mejor amigo.

-Creo que ya sé a quién se lo voy a pedir... pero no sé si querrá venir conmigo. Aun así, me alegra mucho que tengas con quién ir -respondió con una sonrisa suave.

Aunque en su rostro se dibujaba serenidad, su mente repetía un solo nombre, como un eco constante:

Salvatore.

Un nombre italiano, fuerte y elegante. Había algo en su pronunciación que hacía que el corazón de Ren latiera con una mezcla de nervios y anhelo.

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Al salir de clase, Ren pedaleaba rumbo a casa en su bicicleta, disfrutando del viento que acariciaba su rostro. Sin embargo, al doblar una esquina cerca de la floristería, su corazón dio un vuelco.

Un grupo de personas se agolpaba frente al local. Una ambulancia, luces parpadeando. Policías, rostros preocupados. Ren se acercó apresuradamente, empujando entre la multitud, hasta que la vio.

-¡Abuela! -gritó con desesperación.

Su voz rompió el bullicio por un segundo. Allí estaba ella, en una camilla, siendo subida a la ambulancia. Ren sintió cómo las lágrimas le nublaban la vista. El mundo pareció desvanecerse a su alrededor. Voces lo llamaban, los policías intentaban hablarle, pero él no escuchaba.

O tal vez no quería escuchar.