Donde florecen los silencios
A veces, el amor no llega con fuegos artificiales ni promesas gritadas al viento.
A veces, llega con el silencio.
Con una taza de té caliente entre las manos.
Con una mirada que no pide nada, pero lo da todo.
Con un niño que se aferra a tu dedo como si ese toque fuera el universo entero.
Esta es la historia de un omega que creyó que su voz era demasiado suave para ser escuchada.
De un alfa que pensó que ya no merecía amar.
Y de un niño que, sin saberlo, sembró flores en los corazones rotos.
No hay grandes tragedias aquí.
Solo heridas que sanan.
Risas que brotan.
Manos que se encuentran entre el aroma de las gardenias y la brisa del mar.
Aquí no se corre.
Aquí se respira.
Y paso a paso, se aprende que el hogar no siempre es un lugar…
A veces, es una persona. O dos. O tres.
Bienvenidos al jardín.
Donde florecen los silencios… y también el amor.