Capítulo 1: La risa que duele
Hay risas que suenan como campanas. Y otras, como cristales que se rompen.
Miguel Ángel solía reír así —como quien realmente está vivo, como quien encontró un refugio en el ruido. Pero ya no. Últimamente su risa es vacía, mecánica. Un eco de lo que fue.
Lo supe el lunes, en el receso. Yo le hablé de un artículo sobre agujeros negros, y él apenas alzó la mirada. Soltó una risa seca.
—"Eso está bien para distraerse" —dijo, mirando al piso—. "Pero, ¿para qué sirve entender el universo si no puedes entenderte a ti mismo?"
Me quedé en silencio. Porque sabía que esa frase era más que una queja filosófica. Era un grito disfrazado.
Miguel Ángel siempre ha sido mi hermano, aunque no compartamos sangre. Me acompañó cuando me rompí la muñeca entrenando, cuando la profesora de filosofía nos llamó “raros” por cuestionar la moral moderna, y cuando me peleé con mi madre por no querer bautizarme.
Él es parte de mi historia.
Y ahora se está deshaciendo.
Desde hace semanas lo noto. Ya no dibuja. Ya no canta cuando se ducha en el colegio. Se aísla. Y cuando sonríe, lo hace con los ojos apagados, como si su alma estuviera de vacaciones, o exiliada.
Yo he leído libros enteros sobre el alma, sobre el cerebro, sobre la tristeza y la existencia. Pero nada me preparó para ver a alguien a quien amo ir cayendo, lento, como un árbol que ya nadie riega.
Me volví un observador obsesivo. Empecé a buscar en internet sobre depresión, sobre ansiedad. Descargué papers, miré documentales. Quería entender qué diablos estaba pasando dentro de él.
Pero esto no es como leer sobre el origen del universo. Esto duele.
Porque aquí no hay teoría. Hay un corazón que se está deshilachando delante de mí.
---
Anoche lo soñé. Caminaba por un puente de cristal que se agrietaba con cada paso. Yo lo llamaba desde el otro lado, gritándole que retroceda.
Pero él solo sonreía, y caía sin hacer ruido.
Desperté sudando, con el corazón latiéndome como tambor en guerra.
Fue ahí cuando decidí que no me iba a quedar cruzado de brazos. No podía.
Miguel no es solo mi amigo. Es una prueba viviente de que incluso las almas más bellas pueden romperse en un mundo tan podrido.
Hoy le pregunté, con la voz más humana que tengo: —Hermano, ¿estás bien?
Él bajó la mirada. Tardó. Y luego dijo: —¿Tú crees que uno puede querer dormirse y no despertar, pero no por morir… sino por dejar de doler?
Esa frase me partió.
---
Desde ese día, empecé este diario. Este libro. No para hacerme famoso, ni para encontrar respuestas absolutas.
Lo hago porque necesito entender. Porque si no entiendo, me hundo con él.
Y porque quizás alguien más esté sintiendo que su risa también está empezando a doler… y no lo dice.
Yo me llamo Alexander Reshsvil. Tengo 18 años.
Creo en una fuerza que inició todo el universo, pero no en un dios que nos ve desde el cielo.
Creo que el cuerpo y el alma son uno solo, y que si entrenas uno, sanas al otro.
Y creo que este mundo está podrido… pero aún tiene rincones donde vale la pena luchar.
Este… es uno de esos rincones.
By
-------------------KONIGSMORDER-------------
¡Hola, lectores!
Si disfrutaste mi historia y quieres apoyar mi trabajo, te agradecería muchísimo que dejaras tu voto.
Tu voto no solo me motiva a seguir escribiendo, ¡también me ayuda a que más personas descubran mis libros!
Un pequeño clic tuyo significa un gran paso para mí como autor. ¡Gracias por tu apoyo!
Gracias por tu tiempo y por ser parte de este camino literario.
Atentamente,
✍️Konigsmörder