La Traición de Eleonora: ¡El Huevo del Caos Desencadena la Guerra!

La transformación de Eleonora fue un proceso lento y doloroso, pero guiado por la sabiduría de Eldrin y la antigua magia de los Elfos Lunares, logró purgar la corrupción del Caos de su ser. No recuperó su antigua magia, la de Umbría, sino que despertó una nueva, una magia vinculada a la luna y a la tierra, a la esencia misma del reino subterráneo.

Con el tiempo, su apariencia física también cambió. Su piel pálida adquirió un tono plateado, sus ojos se volvieron de un azul profundo, como los de Eldrin, y sus orejas se alargaron y se volvieron puntiagudas. Se había convertido, en cuerpo y alma, en una Elfa Lunar.

Durante meses, Eleonora sirvió lealmente a Eldrin y a su pueblo. Aprendió sus costumbres, su idioma, su historia. Se convirtió en una consejera sabia y respetada, una maestra para los jóvenes elfos que despertaban gradualmente de su largo sueño. Ayudó a Eldrin a preparar a su reino para el regreso al mundo de la superficie, un mundo que había cambiado drásticamente durante los milenios de aislamiento de los Elfos Lunares.

Pero la oscuridad, una vez probada, es difícil de olvidar. Y en el corazón de Eleonora, a pesar de su redención, un rescoldo de ambición seguía ardiendo. La visión del poder absoluto, la promesa del cristal rojo, la seguían atormentando en sueños.

Un día, mientras exploraba las profundidades más remotas del reino subterráneo, Eleonora encontró una caverna oculta, un lugar que no aparecía en ningún mapa, un lugar que incluso Eldrin desconocía.

En el centro de la caverna, vio un altar, hecho de un material negro como la obsidiana, pero que pulsaba con una energía oscura, familiar. Y sobre el altar, vio un huevo.

Un huevo enorme, más grande que un hombre, con una cáscara de un color rojo sangre, que emitía un calor sofocante.

Eleonora se acercó al altar, sintiendo una atracción irresistible. Al tocar el huevo, una voz resonó en su mente, una voz antigua y poderosa, llena de una malicia fría.

"Has llegado, Eleonora," dijo la voz. "Has encontrado el camino."

Eleonora, a pesar del terror que sentía, no retrocedió. "¿Quién eres?" preguntó.

"Soy Poimandres," respondió la voz. "El Dragón Primordial. El Padre del Caos."

La revelación golpeó a Eleonora con la fuerza de un rayo. Poimandres… el nombre que había aparecido en los textos más antiguos y prohibidos de Umbría, el nombre de una entidad legendaria, considerada la fuente de toda la magia oscura.

"Tú… tú no puedes ser real," tartamudeó Eleonora.

"Soy tan real como la oscuridad en tu corazón, Eleonora," respondió Poimandres. "Y he estado esperándote."

La voz del dragón le explicó que el huevo era su última encarnación, su última oportunidad de regresar al mundo. Y que Eleonora, con su conexión con el Caos, era la única que podía ayudarlo a romper el cascarón.

"Ayúdame a nacer, Eleonora," dijo Poimandres. "Y te daré el poder que siempre has deseado. El poder para gobernar no solo este reino, sino todos los reinos."

La tentación era abrumadora. Eleonora había renunciado a su ambición, había abrazado la luz, pero la oscuridad, como una vieja amiga, la llamaba de nuevo.

Y esta vez, la oscuridad tenía un rostro, una voz, una promesa de poder ilimitado.

Eleonora, a pesar de las advertencias de su conciencia, a pesar de los meses de redención, no pudo resistirse.

Extendió su mano y tocó el huevo.

Una oleada de energía oscura la recorrió, mucho más poderosa que cualquier cosa que hubiera sentido antes. La magia del Caos, que había creído extinguida, renació en su interior, más fuerte, más salvaje, más incontrolable que nunca.

El huevo comenzó a agrietarse. Y de la grieta, surgió una luz roja, una luz que consumía toda la oscuridad de la caverna.

Eleonora, con una sonrisa triunfante en su rostro, vio cómo el cascarón se rompía, revelando a la criatura que había en su interior.

No era un dragón como los que conocía. Era una bestia primordial, una encarnación del Caos. Su cuerpo era una masa de sombras retorcidas, de las que sobresalían garras afiladas como cuchillas y alas membranosas que parecían absorber la luz. Sus ojos, dos pozos de fuego rojo, se fijaron en Eleonora.

"Madre," siseó Poimandres, su voz ahora audible, no solo en la mente de Eleonora, sino en el mundo real. "Me has liberado."

Eleonora, ahora completamente consumida por la oscuridad, se arrodilló ante el dragón. "Mi señor," dijo. "Estoy a tu servicio."

El despertar de Poimandres sacudió el reino subterráneo. Los Elfos Lunares, sintiendo la oleada de energía caótica, se despertaron de golpe, alarmados.

Eldrin, al sentir la presencia de Eleonora y la oscuridad que la rodeaba, corrió hacia la caverna oculta.

Al llegar, se encontró con una escena dantesca. Eleonora, con su apariencia de Elfa Lunar corrompida por la magia oscura, estaba de pie junto a Poimandres, que se elevaba sobre ella como una montaña de sombras y fuego.

"¡Eleonora!" gritó Eldrin. "¿Qué has hecho?"

Eleonora se giró hacia él, con una sonrisa cruel en su rostro. "He abrazado mi destino, Eldrin," dijo. "He reclamado mi poder."

"Ese no es tu poder, Eleonora," dijo Eldrin. "Es la corrupción del Caos. Te destruirá."

"Me hará más fuerte," respondió Eleonora. "Y con Poimandres a mi lado, seré invencible."

Eldrin desenvainó su espada. "No permitiré que desates el Caos en el mundo," dijo. "Te detendré, incluso si tengo que matarte."

"Inténtalo," respondió Eleonora, con una risa maliciosa.

La batalla que siguió fue épica. Eldrin, con su magia lunar y su habilidad con la espada, luchó con valentía y determinación. Pero Eleonora, con el poder del Caos y la ayuda de Poimandres, era una oponente formidable.

Los Elfos Lunares, liderados por los generales de Eldrin, se unieron a la lucha, atacando a Eleonora y a Poimandres con sus flechas y hechizos. Pero el dragón primordial era demasiado poderoso. Sus sombras envolvieron a los elfos, su fuego los consumió, su mera presencia sembraba el terror en sus corazones.

Eleonora, montada en el lomo de Poimandres, se elevó por encima de la batalla, lanzando hechizos destructivos sobre sus antiguos aliados.

La caverna se convirtió en un infierno de fuego, sombras y magia desatada. El destino del reino subterráneo, y quizás del mundo entero, pendía de un hilo. La redención de Eleonora había durado poco, y la oscuridad, una vez más, había triunfado. La batalla final había comenzado, y esta vez, la luz parecía estar en desventaja.