Ecos en la rejilla

Habían pasado poco más de dos días desde el cataclísmico despertar de Cthulhu en las profundidades cercanas del Caribe. La intervención combinada de la magia de Umbría y la ciencia sintérgica del grupo de Cancún, unida en el desesperado "Ancla de Coherencia", había logrado algo parecido a un milagro: habían mitigado la onda de choque psíquica inicial, evitando la locura instantánea a escala global. Pero la victoria era pírrica y la calma, precaria. Cthulhu estaba despierto. Su mera presencia era una presión constante en el borde de la conciencia, una nota discordante en la estructura misma de la realidad, especialmente intensa aquí, tan cerca de su lugar de reposo.

En el laboratorio improvisado de la Dra. Rossi, ahora reforzado con runas parpadeantes y barreras tejidas por Merlín y Aria, reinaba una atmósfera de agotamiento y tensión. Mapas holográficos que mostraban incursiones alienígenas y extrañas lecturas energéticas globales se mezclaban con los diagramas de campos neuronales de Grinberg. Merlín, Aria, Kaelen y un puñado de magos clave de Umbría trabajaban codo con codo con Elena Rossi y su equipo, una alianza nacida de la necesidad más absoluta.

"Las lecturas aquí siguen siendo... extraordinarias," decía Elena, señalando un gráfico en su pantalla que mostraba picos erráticos de energía telúrica y psiónica concentrados en la península de Yucatán. "La coherencia que logramos durante el Ancla se amplificó enormemente en esta zona, mucho más de lo esperado. Es como si estuviéramos sentados sobre un... altavoz energético natural."

Merlín asintió gravemente. "Este lugar siempre ha sido un nexo poderoso. Convergen múltiples líneas ley. Los antiguos mayas lo sabían, y quizás otros antes que ellos. Pero tal poder conlleva siempre un riesgo inherente."

Aria, que había estado inusualmente callada desde el ritual del Ancla, se tensó visiblemente al escuchar las palabras de Merlín y Elena. Kaelen, sentado a su lado, notó su palidez y la forma en que apretaba los puños.

"Aria, ¿estás bien?" preguntó en voz baja.

Ella lo miró, y él vio en sus ojos una sombra que no había estado allí antes, una mezcla de miedo y una profunda culpa. Respiró hondo. "Hay algo... algo que debí decir antes. Sobre este lugar. Sobre mí."

Todas las miradas se volvieron hacia ella. El silencio cayó en el laboratorio, roto solo por el suave zumbido de los equipos y el lejano y constante murmullo psíquico del mar.

"Antes de Umbría," comenzó Aria, su voz apenas un susurro al principio, "mi magia... no era solo caótica. Era... invasiva. No podía controlarla. No solo movía cosas o encendía fuegos. A veces... tocaba las mentes de otros." Hizo una pausa, tragando saliva. "No intencionadamente, pero... mis emociones, mi caos interno... se desbordaba. Podía sentir sus pensamientos, sus miedos... y ellos sentían los míos, amplificados. Era aterrador para ellos."

Desvió la mirada, incapaz de sostener la de Kaelen. "Hubo una vez... una amiga... la única que no me tenía miedo. Pero tuve un mal día, una racha de magia incontrolada... y la... la sobrecargué. Su mente no lo soportó. Tuvo... una crisis. Nunca volvió a ser la misma." Las lágrimas brillaron en sus ojos. "Huí después de eso. No podía soportar lo que había hecho. No podía soportar ser lo que era."

Un silencio incómodo siguió a su confesión. Merlín la observaba con una mezcla de compasión y profunda reflexión.

"¿Y Cancún?" preguntó suavemente el anciano mago.

Aria asintió. "En mi huida, sin rumbo fijo, sentí... un llamado. Una atracción energética. Algo me trajo aquí, a esta costa, hace años. Solo estuve unos días, era una adolescente asustada y sin entrenamiento, pero sentí este lugar."

Miró hacia la ventana, hacia el mar Caribe. "Sentí la energía de la que hablan. Un poder inmenso, crudo, casi salvaje. Como un remolino. Un vórtice. Pero no era solo poder... era inestable. Sentí que... que tenía hambre."

"¿Hambre?" repitió Elena, alarmada.

"Sí," afirmó Aria. "Como si amplificara todo lo que entraba en él, especialmente las emociones fuertes, las intenciones... y no las dejara ir fácilmente. Y había algo más..." Dudó, como si temiera pronunciar las palabras. "Sentí otra presencia cerca del vórtice. Antigua. Fría. Distinta a la magia que conocía, distinta incluso a lo que siento ahora de... Cthulhu. Era algo... expectante."

La conexión se hizo evidente para todos en la sala.

"Mi miedo," continuó Aria, su voz ahora más firme, llena de una nueva urgencia, "es que este vórtice no sea solo un amplificador natural. Creo que es una trampa. Creo que está amplificando la conciencia de Cthulhu, atrayendo su poder hacia este punto focal. Y nosotros... al usar el Ancla de Coherencia, al enfocar nuestra propia conciencia aquí con tanta intensidad... podríamos habernos anclado nosotros mismos a esa trampa. Podríamos estar alimentando al monstruo, o al menos, facilitando su influencia local, mientras nos exponemos a ese otro peligro latente que sentí."

La revelación cayó como una losa. Su base de operaciones, su punto de defensa más efectivo, podría ser el epicentro de un peligro aún mayor. La confesión de Aria no solo arrojaba luz sobre su propio pasado y su compleja relación con sus poderes, sino que también presentaba un dilema estratégico inmediato y aterrador. ¿Estaban atrapados en el vórtice de Cancún, justo al lado de un dios loco despierto? ¿Y qué era la otra presencia antigua que Aria había sentido? El misterio se profundizaba, y el tiempo seguía corriendo.