Animales Marinos bajo un control oscuro

Las palabras de Aria resonaron en el tenso silencio del laboratorio. La idea de que su refugio, el nexo energético que habían utilizado para anclar la cordura, fuera en realidad una trampa que amplificaba la influencia de Cthulhu, era aterradora.

"Un vórtice inestable... y otra presencia," murmuró Merlín, acariciando su barba, sus ojos perdidos en cálculos arcanos. "Eso explicaría la intensidad inusual de la resonancia que sentimos aquí. Y si atrae y amplifica la conciencia..."

"Podríamos estar en el peor lugar posible," concluyó Elena Rossi, mirando sus propios gráficos de energía con nueva alarma. "Las fluctuaciones que vemos... no son solo ecos del despertar. Podrían ser el vórtice interactuando con la conciencia de Cthulhu, creando un bucle de retroalimentación."

Mientras debatían la urgente necesidad de reubicar su base improvisada o intentar algún tipo de contención energética del vórtice, Javier, que monitoreaba las comunicaciones externas, levantó la vista de su pantalla, pálido.

"Dra. Rossi, Merlín... tienen que ver esto," dijo, su voz tensa. Giró la pantalla para mostrar una caótica mezcla de feeds de noticias locales, redes sociales y transmisiones de radio interceptadas.

Al principio eran informes confusos: pescadores hablando de cardúmenes de peces moviéndose en patrones geométricos imposibles, casi como si siguieran una coreografía; reportes de delfines embistiendo barcos pequeños con una coordinación suicida; avistamientos de enormes bancos de medusas luminiscentes formando espirales antinaturales cerca de la costa.

"Pánico masivo, probablemente," dijo Kaelen, aunque su tono carecía de convicción.

Pero los informes se multiplicaban, volviéndose más extraños y consistentes. Un video granulado mostraba a un grupo de tiburones, normalmente solitarios, nadando en formación cerrada, patrullando la entrada a un puerto como centinelas. Otro mostraba miles de cangrejos marchando desde el mar hacia la playa en perfecta sincronía, ignorando obstáculos y depredadores.

Mateo se llevó las manos a la cabeza, un gemido escapando de sus labios. "No es pánico... es... control. Siento... tantas mentes... gritando en silencio... ahogadas bajo una sola... vasta... fría... voluntad." Miró hacia el mar. "Viene de él. Está... probando. Extendiendo su mente."

Merlín extendió sus sentidos mágicos hacia el océano. Cerró los ojos por un momento, y cuando los abrió, su rostro era una máscara de profunda preocupación. "El muchacho tiene razón. No es instinto, no es miedo. Es una subyugación mental masiva. Las mentes más simples, las criaturas del mar... son las primeras en caer bajo su dominio directo. Está convirtiendo el ecosistema marino en sus ojos, sus oídos... y potencialmente, sus armas."

Elena volvió a sus lecturas energéticas. "¡Merlín, Aria! ¡Miren! La actividad del vórtice se correlaciona directamente con los picos de esta... actividad biológica coordinada. La energía que emana Cthulhu desde el lecho marino... el vórtice la está enfocando, canalizándola hacia la biosfera marina local. ¡Nuestra presencia aquí, nuestro uso del Ancla, podría haberlo empeorado!"

La verdad golpeó a Aria con fuerza. Su miedo se había confirmado de la peor manera posible. El vórtice no era solo una trampa potencial para ellos, estaba actuando activamente como un conducto, facilitando la primera fase del control físico de Cthulhu sobre el planeta, comenzando por el mar a sus puertas.

"Tenemos que salir de aquí," dijo Kaelen con urgencia. "¡Ahora!"

"¿Y a dónde iríamos?" preguntó Finn (si estuviera presente, o un personaje similar). "¿Cómo movemos todo este equipo, mágico y científico, sin atraer atención no deseada, ya sea de Cthulhu o de las otras facciones?"

"Peor aún," añadió Merlín sombríamente. "Si el vórtice está amplificando su control aquí, ¿abandonarlo simplemente dejaría que la influencia se extendiera sin nuestra... interferencia, por mínima que sea? ¿O nuestra presencia aquí, aunque peligrosa, está actuando como una especie de pararrayos que concentra parte de su atención?"

Estaban atrapados en un dilema infernal. Quedarse significaba estar en el epicentro de un vórtice que ayudaba a su enemigo y escondía peligros desconocidos. Irse significaba abandonar un nexo de poder que, para bien o para mal, era un punto focal en la defensa del planeta, y posiblemente dejar que la influencia de Cthulhu se extendiera más rápidamente.

Afuera, el sol de la tarde comenzaba a descender, pintando el cielo de tonos anaranjados y púrpuras que parecían inquietantemente enfermizos sobre el mar Caribe. Un mar que ya no era solo agua, sino el primer ejército consciente del dios loco que había despertado en sus profundidades. La relativa calma había terminado. La invasión había comenzado, silenciosa y biológica, justo debajo de ellos.