Anillos Solares comienzan a fallar Dracula en apuros

La noche había sido larga y tensa. Tras la confesión de Aria y la confirmación de que el vórtice energético de Cancún estaba activamente amplificando la influencia de Cthulhu sobre la vida marina, el grupo en el laboratorio improvisado había trabajado sin descanso. Merlín y Elena intentaban diseñar contramedidas mágicas y científicas para el vórtice, mientras Aria, Kaelen y los demás reforzaban las defensas psíquicas inmediatas, incorporando los principios herméticos y la geometría sagrada a sus prácticas de coherencia.

Drácula y sus Castigadores habían pasado la noche patrullando el perímetro exterior, sus sentidos agudizados por la oscuridad y la creciente amenaza que emanaba del mar. Pero con las primeras luces del alba filtrándose por el horizonte caribeño, un nuevo horror se manifestó.

Un grito ahogado, seguido de un olor acre a carne quemada, alertó a Drácula. Se movió con una velocidad inhumana hacia el origen del sonido: uno de sus Castigadores más jóvenes, apostado en el lado este, había sido rozado por el primer rayo directo del sol naciente. Su mano, expuesta por un instante más allá de la sombra de un edificio, humeaba y se deshacía, la piel ennegreciéndose y convirtiéndose en cenizas a pesar del antiguo anillo de plata y obsidiana que llevaba. El vampiro retrocedió hacia las sombras, con el rostro contraído por el dolor y la incredulidad.

Drácula examinó el anillo del joven. La obsidiana estaba caliente al tacto y las runas grabadas parecían opacas, casi inertes. Un escalofrío recorrió al antiguo vampiro, una sensación que no había experimentado en siglos.

Imposible, pensó Drácula, mientras ayudaba al Castigador herido a retirarse al interior más oscuro de la base. Estos anillos... han resistido soles durante eras. Forjados con la sangre de hechiceros olvidados y la magia lunar más potente... ¿Por qué fallan ahora?

La respuesta llegó casi de inmediato, fría y lógica. Las energías. La realidad misma está inestable. El despertar de Gaia, la llegada inminente de los Netlin, la corrupción del Caos de Poimandres, la locura supurante de Cthulhu... todo ello está desgastando los encantamientos antiguos, deshilachando los hilos de la magia que nos protegían.

Recordó los primeros siglos de su existencia no-muerta, antes de que Merlín (o los magos que trabajaron con él) perfeccionaran estos escudos solares. Recordó el miedo constante al amanecer, la prisión de la noche, la agonía de la exposición accidental, el olor de sus hermanos ardiendo hasta convertirse en polvo bajo la mirada implacable del sol. Los anillos les habían otorgado libertad, les habían permitido operar, cazar a los malvados incluso bajo el sol del mediodía. Habían sido un símbolo de su poder controlado, de su propósito como Castigadores.

Y ahora... volvemos a ser criaturas de la noche, reflexionó con amarga ironía. Vulnerables. Limitados. Justo cuando más se necesita nuestra fuerza. Sintió el peso de la responsabilidad por sus guerreros. Él los había traído aquí, a esta alianza precaria, a este vórtice peligroso. Su nueva debilidad era un fallo táctico catastrófico.

Con el sol ya elevándose en el cielo y pintando el mar de tonos dorados que ahora parecían amenazantes, Drácula buscó a Merlín. Lo encontró en la sala principal del laboratorio, estudiando un complejo diagrama de líneas ley superpuesto a un mapa de la península de Yucatán.

"Merlín," dijo Drácula, su voz profunda y controlada, pero con un filo de urgencia.

El mago levantó la vista, percibiendo la gravedad en el tono del vampiro. "¿Qué sucede, Drácula?"

"El sol," dijo Drácula sin rodeos. "Nuestras protecciones... están fallando. Uno de mis hombres ha sido quemado gravemente por el primer rayo del alba. Los anillos... la magia que contienen se está disipando."

Merlín frunció el ceño, acercándose y examinando psíquicamente el aura residual del anillo dañado que Drácula le mostró. "Lo temía," murmuró. "La inestabilidad fundamental es peor de lo que pensaba. Las constantes mágicas que sustentan encantamientos permanentes como estos están fluctuando violentamente. Es como intentar construir sobre arenas movedizas dimensionales."

"Entonces," presionó Drácula, "¿puedes forjar nuevos?"

Merlín suspiró, una expresión de profunda fatiga cruzando su rostro milenario. "Forjar un nuevo anillo solar bajo estas condiciones... Drácula, requeriría una cantidad de poder estable que simplemente no poseemos ahora mismo. Necesitaría ingredientes rarísimos, posiblemente de otros planos ahora inaccesibles o corrompidos. Necesitaría un ritual perfectamente ejecutado en un momento de calma que no tenemos. Cualquier intento ahora probablemente fracasaría o, peor aún, podría crear algo... inestable."

Drácula apretó la mandíbula. "¿Entonces qué propones? ¿Que mis Castigadores y yo nos escondamos hasta el anochecer mientras el mundo se acaba? Somos inútiles así."

"No inútiles," corrigió Merlín, "pero sí limitados. Tendremos que adaptar nuestras estrategias. La defensa diurna recaerá más sobre nosotros, los magos, y sobre las defensas físicas y mágicas que podamos erigir. Vosotros seréis nuestra fuerza de choque nocturna, más vital que nunca."

Drácula asintió rígidamente, aunque su orgullo y su instinto estratégico estaban heridos. Miró por una ventana protegida hacia la luz del sol que bañaba Cancún, una luz que ahora volvía a ser su enemiga mortal.

Relegados a las sombras, pensó. Como en los viejos tiempos. Justo cuando la mayor oscuridad amenaza con devorar el día. La necesidad de encontrar una solución, de forjar nuevos anillos solares, se convirtió en una prioridad acuciante, añadiendo otra capa de desesperación a la ya precaria situación de la alianza.