La tensa calma que había seguido al regreso de Enki y su informe sobre el aplazamiento concedido por Amitiel se rompió con la violencia de un trueno cósmico. El grupo, reunido en el centro de mando de Calakmul – aunque la persistente instrucción contextual insistía en Cancún, el corazón de su operación y la mayoría de sus miembros clave se habían trasladado a la seguridad y el poder de la ciudad selvática – sintió primero una oleada psíquica masiva, diferente a la presión constante de Cthulhu. Esta era focalizada, brutalmente agresiva, y no se dirigía a ellos.
Merlín y Alatar palidecieron. "¡Una ofensiva!" exclamó Alatar. "De una magnitud increíble... ¡No es aleatoria! ¡Está dirigida!"
Enki, que había estado transmitiendo datos a su propia red Anunnaki, se irguió bruscamente. "Mis sensores en la periferia de este sistema... detectan una concentración masiva de energía dimensional y psiónica convergiendo sobre los nexos de poder conocidos de... Nyx y Poimandres."
Aria, que había estado en un estado de meditación profunda, preparándose para su arriesgado contacto mental con Nyx, abrió los ojos de golpe, el aire escapando de sus pulmones. La luz esmeralda y dorada que ahora la envolvía a veces parpadeó con violencia. "¡Nyx! ¡Está bajo ataque! ¡Puedo... puedo sentir su terror!"
Impulsada por una urgencia que superaba el miedo, Aria se sumergió en la Rejilla, buscando la conciencia de su antigua mentora. Lo que encontró fue un pandemónium psíquico.
A través del torbellino de la mente de Nyx, Aria vio fragmentos de la batalla. No era una lucha en el plano físico como ella la entendía, sino una guerra de realidades. Oleadas de energía pura, que doblaban el espacio y desgarraban la cordura, emanaban de una vasta presencia en el abismo – Cthulhu, indudablemente. Vio a los elfos lunares corruptos de Nyx gritar en silencio mientras sus formas se disolvían o eran retorcidas en nuevas abominaciones bajo la embestida. Poimandres rugía en el fondo, su poder caótico inmenso pero luchando contra algo aún más vasto y alienígena.
Nyx misma, una figura de poder oscuro y ambición desmedida, estaba siendo acosada, su propia energía caótica rechazada y consumida. Pero lo que Aria vio a continuación, a través de los ojos aterrorizados de Nyx o quizás de una Morgana cercana a ella, la heló hasta la médula.
No era solo Cthulhu.
Figuras de luz y sombra, seres de una belleza terrible y un poder que helaba el alma, descendían o se manifestaban junto a las emanaciones del Primigenio. Sus formas eran vagamente angélicas, pero sus ojos ardían con un fuego frío y antiguo. ¡Eran Netlin! Pero no estaban luchando contra Cthulhu. Estaban junto a él, canalizando su energía, dirigiendo oleadas de poder purificador y aniquilador contra las fuerzas de Nyx.
"¡No puede ser!" jadeó Aria, transmitiendo la visión a Merlín y a los demás a través de su conexión mental. "¡Los Netlin... están luchando con Cthulhu! ¡Contra Nyx!"
Enki se tambaleó como si hubiera recibido un golpe físico. "¡Imposible! ¡Amitiel... su juramento... su guerra es contra el Primigenio! ¡Él..." La voz del Anunnaki se quebró, la comprensión y la traición luchando en su rostro dorado. "¿Luciferinos? ¿Una facción... una secta antigua dentro de los Netlin que adoraba el poder del Vacío Primordial? ¿O... todo fue una farsa?"
Aria vio, a través del enlace con Nyx, a una Morgana desencajada, su poder de Diosa Hada Oscura luchando por mantener un escudo mientras observaba con horror la impía alianza. Vislumbró a Morgana intentando tejer un hechizo de comunicación desesperado, quizás hacia Merlín, pero la interferencia cósmica era demasiado grande; el intento falló, disipándose en la tormenta psíquica.
El poder de Cthulhu, ahora potenciado o dirigido por estos "Luciferinos" Netlin, era simplemente abrumador. Nyx, la Reina de la Noche Eterna, la que se alimentaba del miedo y el caos, ahora estaba experimentando un terror puro y existencial. Su control sobre Poimandres flaqueaba. Sus defensas se desmoronaban.
Y entonces, Aria lo sintió. Un grito. No un sonido físico, sino una explosión psíquica de pura desesperación, miedo y una agonía que trascendía la simple derrota. Era Nyx. O lo que quedaba de la conciencia de Eleonora dentro de ella, rompiéndose.
"¡Nos consumen! ¡La oscuridad... la verdadera oscuridad...!" El grito se cortó, y el enlace mental de Aria con ella se desvaneció en una estática de terror puro.
Aria se desplomó hacia atrás, jadeando, Kaelen y Merlín la sostuvieron. "Se... se ha ido," susurró, con los ojos llenos de lágrimas y horror. "El grito... creo que... la han quebrado. O algo peor."
El grupo en Calakmul (o Cancún, si el velo entre realidades y contextos se había vuelto tan delgado como la cordura) se quedó en silencio, procesando la monstruosa revelación. Los Netlin, su supuesta esperanza contra Cthulhu, eran, o al menos una facción dominante de ellos, aliados del Primigenio. Nyx, su enemiga activa, acababa de ser neutralizada o destruida por una fuerza aún mayor.
"Si pudieron hacerle eso a Nyx y a Poimandres..." comenzó Elena Rossi, su voz temblando.
"... ¿qué oportunidad tenemos nosotros?" completó Merlín, su rostro una máscara de sombría resolución. "Enki... tu Comandante Amitiel... o nos ha engañado a todos, o es un peón en un juego mucho más oscuro de lo que imaginábamos."
El miedo era un sabor metálico en la boca de todos. La esperanza que había traído Enki se había convertido en cenizas. Ahora se enfrentaban a una alianza impía de poder cósmico y divinidad caída, y acababan de presenciar lo que le sucedía a aquellos que se interponían en su camino.