Está buscando a Enlil

Mientras tanto, en otra desolada región de la Tierra Hueca

Lejos de la asombrosa ciudadela Anunnaki de Ki'Gal, donde Enki y el grupo de la superficie desentrañaban los secretos de la historia, la oscuridad en la Tierra Hueca tenía sus propios y terribles dramas. Morgana Le Fay y Sorcha de la Mano Carmesí se habían separado del contingente principal que acompañó a Enki y Enlil. Su propósito era diferente, más personal y quizás más peligroso: encontrar a Nyx, o lo que quedara de ella. Morgana, con su aguda percepción Fae y su reciente conexión con el caos de la batalla, sentía el eco de la conciencia de Nyx como una herida abierta en la Rejilla. Sorcha, a pesar de su nuevo y precario pacto con Drácula, aún albergaba una compleja mezcla de lealtad residual y temor por la mujer que una vez fue su Maestra Eleonora.

Guiadas por la menguante firma energética de Poimandres y los últimos vestigios del poder caótico de Nyx, se adentraron en una vasta geoda subterránea. Las paredes de la caverna brillaban débilmente con incrustaciones de cristales del tamaño de un hombre, proyectando una luz espectral sobre un paisaje de desolación. En el centro, yaciendo como una montaña de sombras colapsada, estaba Poimandres, el Dragón Primordial. Su respiración era apenas perceptible, y de las múltiples heridas en su forma de oscuridad pura emanaba un humo negro y acre.

Y junto a la cabeza del dragón, hecha un ovillo sobre la fría piedra, estaba la forma que una vez fue Nyx.

Pero algo había cambiado fundamentalmente. La energía opresiva y voraz del Caos que siempre la había rodeado se había disipado casi por completo. La majestuosidad oscura y aterradora de la Reina de la Noche Eterna se había desvanecido. La figura que yacía allí era más pequeña, más frágil, su cabello, antes una tormenta de sombras, ahora caía lacio y oscuro alrededor de un rostro que, aunque marcado por un sufrimiento inimaginable, era inconfundiblemente el de Eleonora. Estaba profundamente dormida, su respiración superficial, su ser exhausto hasta el límite mismo de la existencia.

"Nyx... se ha ido," susurró Morgana, sus ojos esmeralda Fae analizando las corrientes de energía. "O al menos, la entidad que conocíamos como Nyx está... latente, casi extinguida. Lo que queda... es Eleonora."

Sorcha se arrodilló lentamente junto a la figura dormida, una expresión de incredulidad y un dolor antiguo en su rostro. "Maestra..." murmuró el nombre, un nombre que no había pronunciado con tal inflexión en incontables años. Ver a Eleonora así, despojada de su terrible poder, vulnerable... era casi más perturbador que enfrentarse a la Reina del Caos.

En ese preciso instante, un estruendo cataclísmico sacudió la Tierra Hueca hasta sus cimientos. Las paredes de la geoda temblaron violentamente, y los cristales gigantes resonaron con un gemido agudo, algunos desprendiéndose y estrellándose contra el suelo con la fuerza de un meteorito. El suelo se agitó bajo sus pies como la piel de una bestia moribunda.

Un rugido, tan vasto y primordial que no parecía un sonido sino una distorsión de la realidad misma, barrió la caverna. No era el grito de Poimandres, ni el lamento de la Banshee. Era la furia pura y alienígena de Cthulhu.

Morgana y Sorcha se pusieron en guardia instintivamente, sus magias respectivas crepitando a su alrededor.

"¡El Primigenio!" exclamó Morgana, sus sentidos Fae agudizados por el peligro. "Está... furioso. ¡Mucho más que antes!"

"No nos busca a nosotras," dijo Sorcha, sus ojos oscuros escudriñando las vibraciones en la roca, su entrenamiento como Maga Roja sintonizada con las energías caóticas y destructivas. "Su ira... su atención... está dirigida hacia otro lado. Está barriendo las profundidades, cazando."

A través de la roca y la distancia, sintieron las ondas de choque de un poder inimaginable siendo desatado. La estructura de la Tierra Hueca gemía y se quejaba.

"Está buscando a Enlil," comprendió Morgana de repente, recordando las palabras de Enki sobre la ofensiva fallida del Comandante Anunnaki. "El que osó desafiarlo directamente y sobrevivió a su ira inicial. Aún no lo ha encontrado, y su paciencia cósmica se ha agotado por completo."

El rugido de Cthulhu volvió a sonar, más cerca esta vez, y con él, nuevos temblores. La situación era desesperada. Estaban atrapadas en las profundidades con una Eleonora inconsciente y un Poimandres moribundo, mientras un dios loco y furioso arrasaba la Tierra Hueca en busca de otro dios caído. Y ellas estaban directamente en su camino. La necesidad de saber qué harían, cómo sobrevivirían a esta nueva erupción de furia cósmica, era un nudo helado de terror en sus gargantas.