Ciudadela de Amitiel, Órbita de Neptuno
La presencia combinada de Amitiel y Cthulhu en la sala de mando de la Nave Nodriza Netlin era una sinfonía de poder cósmico y terror primordial. Las distorsiones espaciales alrededor de la manifestación de Cthulhu hacían que la ordenada y cristalina arquitectura Netlin pareciera ondular como un reflejo en aguas turbulentas. Los Luciferinos Netlin menores mantenían una tensa reverencia, su luz interna atenuada por la abrumadora voluntad de los dos titanes.
Amitiel, desde su trono de luz oscura, contempló la psique colectiva de Terra, ahora un lienzo caótico sobre el cual él y su "hermano mayor" pintarían su obra maestra de Orden Absoluto.
"Este nuevo eón," proyectó Amitiel, su voz mental resonando en la conciencia de sus lugartenientes Luciferinos y en la vasta mente de Cthulhu, "este amanecer de la Verdad y la Armonía Cósmica que nace de nuestra voluntad unificada, necesitará un estandarte, un nombre que inspire la debida reverencia y disuada toda disidencia a través de las galaxias. No será un imperio vulgar, fundado en la simple conquista." Una pausa. "Será una Gran Confederación de mundos guiados hacia su inevitable perfección. Una Gran Hermandad de todos los seres que comprendan y acepten gozosamente su lugar predestinado en el inmutable diseño del multiverso."
Desde el vórtice de tentáculos y ojos alienígenas, la aprobación de Cthulhu retumbó como el colapso de una estrella de neutrones: <
Amitiel asintió, una imperceptible curva en sus labios perfectos. "Y para asegurar la transición y mantener el Orden en aquellos mundos con poblaciones recalcitrantes, o donde anidan poderes oscuros preexistentes y rebeldes," continuó, "necesitaremos agentes de un calibre... particular. Seres de la noche ancestral, imbuidos de un poder que la mayoría de las razas diurnas temen y no comprenden. Aquellos que entienden la necesidad del dominio y la dulce canción de la sangre derramada en nombre de un propósito trascendente."
Una nueva proyección holográfica apareció ante él, mostrando no estrellas ni flotas, sino siluetas antiguas y sombrías, algunas vagamente humanoides pero con rasgos dracónicos, otras envueltas en oscuridad primordial. "Hay un linaje casi olvidado," musitó Amitiel, "los Drackutulus. Vástagos de la Noche Primordial y el Fuego Estelar Negro, casi tan antiguos como los primeros errores vampíricos de Terra, pero de una estirpe diferente, más... majestuosa en su oscuridad, más ligada a las energías telúricas profundas y a la sangre de dragones estelares extintos. Han permanecido ocultos, fragmentados por guerras olvidadas y cazas de otras eras. Es hora de llamarlos al servicio de la Gran Confederación."
Se giró hacia uno de sus heraldos Luciferinos más poderosos, una entidad de luz fría y alas como cuchillas de obsidiana. "Enviad la Convocatoria a través de los planos sombríos. Que los Drackutulus dispersos sepan que un nuevo Sol Negro ha amanecido en este sistema, y que su poder ancestral será reconocido y recompensado bajo nuestra bandera unificada."
El heraldo se inclinó profundamente y se desvaneció.
"Por supuesto," añadió Amitiel, y un brillo de fría, casi académica diversión danzó en sus ojos como quásares, "para las masas galácticas menos... iluminadas... para los mundos que necesitan ser 'guiados' con más gentileza y menos terror directo hacia el abrazo del Orden, nuestra Gran Confederación se presentará bajo un estandarte más... apetecible y reconfortante." Un nuevo símbolo, quizás una espiral de luz armoniosa y engañosamente pacífica, apareció en el holoproyector. "La conocerán, y la aclamarán, como la GRAN FRATERNIDAD UNIVERSAL. Un faro de paz interestelar, progreso compartido y entendimiento mutuo bajo nuestra benévola guía." La hipocresía era tan vasta como el propio cosmos.
Fue entonces cuando un Luciferino Netlin, un tecno-sacerdote encargado de las comunicaciones interdimensionales, se adelantó con cautela. "Comandante Supremo, Gran Primigenio," su voz mental era un susurro respetuoso pero cargado de preocupación técnica. "La transmisión de las Nuevas Directrices a los líderes designados, o por designar, del planeta Terra presenta un... desafío considerable. Nuestra presencia combinada, y la constante emanación psíquica del Primigenio, satura las frecuencias dimensionales y psiónicas hasta un punto crítico. Cualquier intento de comunicación directa con las mentes humanas no preparadas, no 'sintonizadas', resultaría en... una disrupción neuronal catastrófica para los receptores. Sus consciencias se desintegrarían antes de procesar el primer edicto."
Amitiel consideró esto, su rostro perfecto impasible. "Cierto. La mente humana, en su estado actual, es frágil como el cristal sucio y rayado. Necesitamos un conducto, un filtro, un transductor que module nuestra Voluntad a un espectro que sus limitadas y caóticas conciencias puedan soportar sin desintegrarse en la locura o la nada." Su mirada se volvió imperiosa. "¿Debemos continuar con los restos de las Trece Familias como nuestros interlocutores principales, o han demostrado ser demasiado... defectuosos e ineficientes para la tarea? ¿O debemos identificar y 'elevar' a nuevos líderes humanos, aquellos que muestren una mayor... receptividad a la verdadera liberación que ofrecemos?"
Hizo una pausa. "Independientemente de a quién nos dirijamos finalmente en Terra para implementar el Nuevo Orden," decretó Amitiel, "la necesidad de un nuevo dispositivo de comunicación es primordial y urgente. Que los tecno-sacerdotes y los tejedores de realidades de nuestro Círculo Interno comiencen su diseño de inmediato. Un heraldo que hable con nuestra voz unificada, pero con un aliento que no pulverice a los oyentes. La Tierra debe recibir sus nuevas y liberadoras leyes."
Las órdenes fueron dadas. En la fría y ordenada ciudadela de Amitiel, los engranajes de una nueva forma de tiranía cósmica, disfrazada de hermandad universal, comenzaron a girar. Y la primera tarea era encontrar una manera de susurrar sus edictos al oído de la humanidad sin hacer estallar sus mentes.