Sabía que esta alianza era temporal

Salida de Ki'Gal, Corazón de la Tierra Hueca 

La atmósfera en el centro de mando de Enlil era una mezcla de urgencia, paranoia y una frágil y recién forjada alianza. La revelación de que los Anunnaki podían caminar entre los humanos sin ser detectados, sumada a la desconcertante noticia de que el control de Enlil sobre las Trece Familias se había desvanecido, había dejado al grupo de la superficie en un estado de profunda inquietud.

"No podemos quedarnos aquí," dijo Merlín finalmente, su voz rompiendo el tenso silencio que había seguido a la confesión de Enlil. "Nuestra lucha principal está en la superficie, y ahora, más que nunca, necesitamos reunir todas nuestras fuerzas. Debemos llegar al santuario élfico."

Enlil, que había estado contemplando el silencioso mapa holográfico de la Tierra con una furia helada en sus ojos dorados, se giró hacia ellos. "El camino a través de la Tierra Hueca es... traicionero," dijo, su orgullo Anunnaki aún evidente a pesar de la crisis. "Lleno de criaturas del Vacío que se han filtrado a través de las grietas dimensionales, y de antiguos horrores que incluso mi hermano y yo preferimos no despertar. No llegarán solos."

"Entonces, ayúdanos a pasar," replicó Aria con una audacia que sorprendió a todos, incluyéndose a sí misma. "Si tu guerra es ahora también la nuestra, si tu enemigo es el mismo que amenaza con devorar nuestro mundo, entonces la cooperación es nuestra única arma."

Una lenta y casi imperceptible sonrisa se dibujó en los labios de Enlil. Respetaba la fuerza, y la joven maga de Terra, a pesar de su linaje "primitivo", la poseía en abundancia.

"Así será," decretó Enlil. "Mi hermano Enki los guiará hasta los límites de mi dominio, hasta los Senderos de la Raíz del Mundo que los llevarán hacia el territorio de los Elfos Lunares. Les daré una escolta de mis guardias de élite y un vehículo de transporte subterráneo que los protegerá de las peores abominaciones. Decidieron salir con la ayuda de Enlil; les dieron paso a la Tierra Hueca."

Los preparativos fueron rápidos. El Lireano Kael'Thara, Aria, Merlín, Quetzal y los demás miembros de la pequeña expedición se despidieron de los dos hermanos Anunnaki en los vastos hangares de Ki'Gal. La tensión entre los dos grupos seguía siendo palpable, una alianza nacida no de la confianza, sino de la desesperación y un enemigo común.

"El camino que toman es peligroso," dijo Enki a modo de despedida, su mirada posándose por un instante en Aria con una extraña mezcla de interés científico y una casi paternal preocupación. "Las energías en el santuario élfico son... inestables. La presencia de la hechicera Morgana, la magia de sangre de la maga roja Sorcha, y la esencia fracturada de la que fue Nyx... es un polvorín. Tengan cuidado."

Con una última inclinación de cabeza, el grupo abordó el vehículo Anunnaki, una nave lisa y oscura que se deslizaba sin sonido, y partieron, adentrándose en los túneles prohibidos que serpenteaban por las entrañas del planeta. Su misión ahora era clara: encontrarse con Morgana y Sorcha en el reino élfico donde se encontraba la Eleonora/Nyx en recuperación, para consolidar la resistencia de Terra y compartir la terrible nueva inteligencia que habían adquirido.

Mientras tanto, Enki y Enlil regresaron a la imponente ciudadela de Enlil en lo profundo de la Tierra Hueca. Observaron en silencio cómo la señal del vehículo de transporte se desvanecía en la distancia.

"Son una extraña mezcla de fragilidad y un poder inesperado," comentó Enki, rompiendo el silencio. "Esa joven, Aria... su firma energética es como nada que haya visto antes en un terrícola."

"Son herramientas, hermano. Nada más," replicó Enlil con frialdad, aunque incluso él no podía negar la fuerza que había sentido en la joven maga. "Herramientas que usaremos para aplastar a Amitiel y a su mascota del Vacío. Una vez que hayamos ganado esta guerra, el Orden volverá a Terra. Mi Orden."

Enki no respondió, pero una profunda tristeza se reflejó en sus ojos. Sabía que esta alianza era temporal. La guerra contra Cthulhu y los Netlin era solo el primer acto de un drama cósmico mucho más largo y complejo. Por ahora, sin embargo, se concentrarían en el enemigo inmediato. Regresaron al centro de mando, a sus mapas estelares y a sus planes de guerra, dos antiguos dioses en su fortaleza secreta, preparándose para una batalla que decidiría no solo el destino de la Tierra, sino quizás el de su propia y milenaria raza.