En el intrincado tapiz de sus crecientes responsabilidades secretas, donde los hilos del comercio fluvial en expansión, la silenciosa construcción naval que prometía una futura supremacía marítima, la incipiente y clandestina empresa minera que buscaba asegurar las venas metálicas de su poder, y la ambiciosa concepción de una fortificación de escala sin precedentes comenzaban a entrelazarse bajo la guía silenciosa de su joven mano, Ashikaga Yoshihisa, el precoz heredero del shogunato, no descuidaba la observación del mundo que lo rodeaba. A pesar de la carga de sus planes ocultos, que pesaban sobre sus hombros infantiles con una seriedad impropia de su edad, Yoshihisa se esforzaba por comprender la intrincada realidad cotidiana de Kioto, la capital que, a pesar de su venerable prestigio histórico y su aura de centro cultural de la nación, comenzaba a mostrar las profundas cicatrices de la reciente Guerra Ōnin y los ominosos signos de una creciente desorganización urbana que amenazaba con socavar su influencia y su autoridad.
Durante sus paseos ocasionales por la ciudad, una práctica que mantenía bajo una apariencia de curiosidad infantil y deber de familiarización con su futura capital, a menudo acompañado por un pequeño séquito de guardias leales, cuyas identidades y verdaderas lealtades se ocultaban bajo el disfraz de asistentes cortesanos, Yoshihisa observaba con una agudeza perceptiva que superaba con creces sus siete años cumplidos el creciente desorden que comenzaba a manifestarse como una gangrena en el tejido mismo de la urbe. Las calles de Kioto, antaño trazadas con una cierta lógica y planificación que reflejaban los ideales de una capital imperial, se volvían cada vez más caóticas, con la proliferación descontrolada de construcciones improvisadas que se apiñaban sin orden ni concierto, la obstrucción de las vías principales por una miríada de puestos de mercado desordenados que reducían las arterias vitales de la ciudad a estrechos senderos congestionados, y la alarmante falta de una regulación clara y efectiva en la disposición de las viviendas, los talleres artesanales y los establecimientos comerciales. La higiene pública, una preocupación fundamental para la salud y el bienestar de sus habitantes, era notoriamente deficiente, con la acumulación de desechos y desperdicios en las callejuelas oscuras y los canales malolientes, convirtiendo la amenaza de la propagación de enfermedades en un peligro latente que acechaba en cada rincón sombreado. La seguridad, aunque nominalmente garantizada por las fuerzas del shogunato, se veía comprometida por la presencia ocasional de bandidos y maleantes que aprovechaban la oscuridad de la noche y la falta de una iluminación adecuada para llevar a cabo sus fechorías, sembrando el miedo entre los ciudadanos.
Yoshihisa, cuya mente ya había vislumbrado, a través de los fragmentos de conocimiento del futuro que danzaban en su memoria, un mundo donde la planificación urbana era una ciencia meticulosamente desarrollada, donde las ciudades se diseñaban con una visión integral de orden, eficiencia y bienestar público, sentía una creciente e intensa insatisfacción ante el caos incipiente que amenazaba con engullir a la capital. Percibía el desorden no solo como un problema estético, una mancha en el rostro del shogunato, sino como una fuente de ineficiencia económica que obstaculizaba el flujo del comercio y la prosperidad, como un caldo de cultivo para riesgos sanitarios que podían diezmar a la población y debilitar la autoridad central, y como una potencial chispa para la inestabilidad social, creando un ambiente propicio para el descontento y la anarquía.
La audaz idea de una ciudad planificada, con calles anchas y bien trazadas que facilitaran el movimiento de personas y mercancías, con zonas designadas para el florecimiento del comercio, la provisión de viviendas dignas para sus habitantes y la eficiente administración de los asuntos de gobierno, con sistemas de saneamiento organizados que protegieran la salud pública y con medidas de seguridad coordinadas que garantizaran el orden, comenzó a germinar con fuerza en su joven pero visionaria mente. Imaginaba una Kioto revitalizada, transformada en un centro urbano que reflejara el poder y la visión de un shogunato fuerte y progresista, un modelo de orden y prosperidad que pudiera servir de inspiración y ejemplo para toda la nación, demostrando la capacidad del gobierno central para guiar y mejorar la vida de sus súbditos.
Con esta ambiciosa visión firmemente arraigada en su pensamiento, Yoshihisa decidió que la próxima reunión del consejo shogunal, el foro donde se discutían los asuntos de mayor importancia para el shogunato, sería la plataforma para abordar estos problemas crecientes que afligían a la capital y para proponer una solución audaz y a largo plazo: la creación de un plan integral y meticuloso para la reorganización y el desarrollo futuro de Kioto. Era consciente de que presentar una propuesta de tal magnitud, que implicaría una inversión significativa de recursos y una reestructuración profunda de la ciudad, requeriría una cuidadosa preparación, la recopilación de datos convincentes y la construcción de un argumento persuasivo que apelara a los intereses, tanto manifiestos como ocultos, de los miembros del consejo.
Con una diligencia impropia de su edad, Yoshihisa comenzó a recopilar información detallada sobre los problemas específicos que aquejaban a Kioto. Envió a sus asistentes de mayor confianza, operando con la máxima discreción, a realizar investigaciones encubiertas sobre la congestión del tráfico que paralizaba las principales arterias comerciales, la alarmante falta de sistemas de saneamiento adecuados y sus consecuencias para la salud pública, los focos de criminalidad que minaban la seguridad de los ciudadanos, y la distribución caótica y desordenada de los mercados que dificultaba el comercio eficiente. Estudió los planos existentes de Kioto, algunos de ellos antiguos y desactualizados, buscando las líneas maestras de la planificación original de la ciudad y analizando los puntos específicos donde el crecimiento orgánico descontrolado y la negligencia administrativa habían llevado al caos y la ineficiencia.
En sus conversaciones privadas con Takenaka Shigeharu, cuya mente estratégica apreciaba la importancia del orden y la eficiencia para la estabilidad del gobierno, Yoshihisa comenzó a esbozar su visión de una Kioto reorganizada. "Takenaka-dono," explicó el joven shogun con una seriedad que reflejaba la profundidad de su convicción, "la capital es el rostro del shogunato ante toda la nación y ante los ojos de los enviados extranjeros. Su creciente desorden no solo es una afrenta a nuestra autoridad, sino que también refleja una alarmante falta de visión y control. Debemos presentar al consejo un plan integral y ambicioso para su reorganización, una planificación que tenga en cuenta las necesidades presentes y el crecimiento futuro de la ciudad y sus habitantes."
Takenaka, aunque inicialmente preocupado por la magnitud de tal empresa, las enormes demandas de recursos que implicaría y la previsible resistencia del consejo a una iniciativa tan audaz y potencialmente disruptiva, reconoció la lógica subyacente en el argumento de Yoshihisa. Una capital ordenada, próspera y segura no solo fortalecería el prestigio del shogunato a nivel nacional e internacional, sino que también facilitaría la administración eficiente del país, mejorando la recaudación de impuestos, la aplicación de la ley y la comunicación con las provincias.
"Shogun-sama," respondió Takenaka con una cautela reflexiva, sopesando cuidadosamente las implicaciones de la propuesta, "presentar una iniciativa de tal envergadura al consejo shogunal requerirá una estrategia cuidadosamente elaborada. Debemos enfatizar los beneficios tangibles para la estabilidad social, la expansión del comercio, la mejora de la seguridad de los ciudadanos y el fortalecimiento de la autoridad del shogunato."
Yoshihisa asintió con firmeza, su mirada fija en un punto distante, visualizando la Kioto transformada que anidaba en su mente. "Así lo haremos, Takenaka-dono. Hablaremos de la urgente necesidad de facilitar el movimiento fluido de mercancías a través de la ciudad, de mejorar drásticamente la higiene pública para prevenir la propagación de enfermedades que diezman a nuestra población, de crear espacios designados y regulados para el florecimiento del comercio, lo que inevitablemente generará mayores ingresos fiscales para el shogunato, y de fortalecer las medidas de seguridad para mantener el orden y proteger a los ciudadanos. La creación de un plan maestro integral para la reorganización de Kioto no solo resolverá los problemas apremiantes del presente, sino que también sentará las bases sólidas para su prosperidad y grandeza futuras, convirtiéndola en un faro de orden y eficiencia para toda la nación."
Con una meticulosidad impropia de su corta edad, el joven shogun comenzó a prepararse para la crucial reunión del consejo. Recopiló datos concretos sobre los problemas de la ciudad, elaboró argumentos persuasivos que apelaban a los intereses de cada facción dentro del consejo y anticipó las posibles objeciones y resistencias que podrían surgir de los miembros más conservadores y aferrados al status quo. Su ambición de dejar un legado histórico que trascendiera la construcción de una fortificación imponente también abarcaba la transformación de la propia capital en un modelo de orden, eficiencia y prosperidad, una ciudad que reflejara la visión de un shogunato fuerte, progresista y capaz de guiar a Japón hacia un futuro más estable y glorioso. La tarea de convencer al consejo no sería fácil, pero Ashikaga Yoshihisa estaba decidido a utilizar toda su inteligencia precoz, su creciente influencia silenciosa y la fuerza persuasiva de sus argumentos para lograr que los ancianos consejeros comprendieran la urgente necesidad de una planificación urbana integral, un paso audaz y visionario hacia la modernización de la capital del shogunato Ashikaga.
En el meticuloso ejercicio de desentrañar los intrincados males que afligían el corazón mismo del shogunato, la venerable pero cada vez más desordenada capital de Kioto, Ashikaga Yoshihisa, con la asistencia discreta y la lealtad inquebrantable de su círculo íntimo de colaboradores, se sumergió en un proceso exhaustivo de recopilación de información que abarcaba desde los testimonios de los humildes plebeyos hasta las quejas veladas de los comerciantes más influyentes. Con la agudeza de un observador experimentado y la perspectiva única que le brindaban los fragmentos de conocimiento de un futuro aún lejano, el joven shogun elaboró un diagnóstico detallado y multifacético de los problemas que corroían la vitalidad de la ciudad, problemas que no solo afectaban la calidad de vida de sus habitantes, sino que también minaban la autoridad y el prestigio del propio shogunato.
El primer y más evidente problema que Yoshihisa identificó durante sus discretos recorridos por la urbe era la creciente **congestión y el desorden vial** que paralizaban las principales arterias de Kioto. Las calles, originalmente concebidas para un tráfico predominantemente peatonal y un número limitado de carros y palanquines, se encontraban ahora peligrosamente atascadas por una cantidad cada vez mayor de carretas cargadas de mercancías, los elaborados vehículos de la nobleza y el flujo caótico e impredecible de personas. Esta situación no solo dificultaba gravemente el comercio, ralentizando el transporte de bienes esenciales desde los puertos fluviales y las rutas terrestres hacia los mercados de la capital, sino que también aumentaba significativamente el riesgo de accidentes, generando fricciones y conflictos entre los diferentes usuarios de las vías públicas. La falta de una regulación clara y de una infraestructura vial adecuada para el creciente volumen de tráfico convertía el simple acto de moverse por la ciudad en una tarea frustrante y a menudo peligrosa.
En segundo lugar, Yoshihisa detectó la alarmante **deficiencia en el saneamiento público**. La ausencia de un sistema organizado y eficiente para la eliminación de residuos sólidos y líquidos provocaba la acumulación nauseabunda de basura y aguas residuales en las calles, los estrechos callejones y los patios traseros de las viviendas. Esta situación no solo generaba olores pestilentes que impregnaban el aire de la ciudad, sino que también contaminaba las escasas fuentes de agua potable, convirtiéndose en un caldo de cultivo ideal para la proliferación de insectos y roedores portadores de enfermedades. La falta de higiene representaba una grave amenaza para la salud pública, contribuyendo a la propagación de epidemias que periódicamente diezmaban a la población y debilitaban la capacidad productiva de la ciudad.
La **inseguridad** era otro problema acuciante que Yoshihisa percibió con claridad. La falta de una iluminación adecuada durante las largas noches de Kioto, combinada con la proliferación de callejones oscuros y sinuosos que ofrecían refugio a los malhechores, y la escasez de patrullas efectivas por parte de las fuerzas del orden, convertían ciertas áreas de la ciudad, especialmente aquellas alejadas de los distritos más prósperos, en focos de delincuencia. Los comerciantes temían transportar sus valiosas mercancías durante la noche, exponiéndose al riesgo de asaltos y robos, y los ciudadanos comunes evitaban transitar por ciertas zonas después del anochecer, limitando su libertad de movimiento y generando un clima de miedo e incertidumbre.
La **disposición desordenada y caótica de los mercados** representaba un obstáculo significativo para la prosperidad económica de Kioto. Los mercados, vitales centros de intercambio y distribución de bienes, se habían expandido de manera orgánica y desregulada, ocupando calles enteras, obstruyendo el paso de personas y vehículos, y dificultando el acceso a las viviendas y otros establecimientos comerciales. La ausencia de una zonificación clara y de una organización eficiente generaba conflictos entre los comerciantes, dificultaba la supervisión y la recaudación de impuestos por parte de las autoridades, y creaba un ambiente confuso y poco atractivo tanto para los compradores como para los vendedores.
El **elevado riesgo de incendios** era una amenaza constante que pendía sobre la cabeza de los habitantes de Kioto. La predominancia de construcciones de madera, a menudo apiñadas densamente sin respetar distancias de seguridad, combinada con la falta de regulaciones de construcción que exigieran el uso de materiales menos inflamables y la ausencia de sistemas organizados y eficientes para la extinción de incendios, convertía a la capital en una trampa mortal en caso de un brote ígneo, un peligro que la historia futura, tal como la recordaba vagamente Yoshihisa, había demostrado en incontables y trágicas ocasiones. La propagación rápida del fuego a través de las estructuras de madera representaba una amenaza catastrófica para la vida y la propiedad.
Finalmente, Yoshihisa identificó la **ineficiencia del sistema de abastecimiento de agua**. El acceso al agua potable dependía en gran medida de una red dispersa de pozos, cuya calidad a menudo era dudosa, y del laborioso acarreo de agua desde los ríos cercanos, un sistema que no solo era ineficiente y consumía una gran cantidad de tiempo y esfuerzo, sino que también era vulnerable a la contaminación y a las interrupciones durante las estaciones secas. La falta de una infraestructura centralizada para la distribución de agua limitaba el crecimiento de la ciudad y afectaba la salud y el bienestar de sus habitantes.
Con una comprensión clara y detallada de estos problemas apremiantes, Ashikaga Yoshihisa comenzó a formular un plan audaz y visionario para presentar al consejo shogunal, imbuyendo sus propuestas con soluciones que trascendían las prácticas convencionales de su tiempo y que reflejaban los destellos de su conocimiento de un futuro más avanzado.
**Planificación Vial y Jerarquización de Calles:** Yoshihisa propuso la creación de calles principales más anchas y rectas, diseñadas específicamente para el flujo eficiente de carretas de mercancías y otros vehículos, separándolas claramente de calles secundarias más estrechas y sinuosas, destinadas principalmente al tránsito peatonal. Sugirió la implementación de la designación de rutas específicas para el transporte pesado, evitando su congestión en las zonas más densamente pobladas de la ciudad. **Sistema de Canales y Alcantarillado:** Con una visión que evocaba los avanzados sistemas de drenaje y transporte fluvial de futuras metrópolis, Yoshihisa propuso la excavación de una red de canales cubiertos que servirían para el drenaje eficiente de las aguas pluviales y la evacuación controlada de las aguas residuales fuera del núcleo urbano, mejorando significativamente la higiene pública. Además, vislumbró el potencial de estos canales, con una planificación adecuada, para facilitar el transporte de mercancías voluminosas a través de la ciudad, aliviando la presión sobre las vías terrestres. **Implementación de Iluminación Pública:** Anticipándose a los beneficios de la visibilidad nocturna para la seguridad y la actividad económica, Yoshihisa sugirió la instalación gradual de faroles a lo largo de las calles principales y en los cruces más importantes, utilizando aceite de colza u otras fuentes de combustible disponibles, mejorando la visibilidad durante la noche y actuando como un elemento disuasorio contra la delincuencia. **Zonificación de Mercados y Comercio:** Inspirándose en los conceptos futuros de planificación urbana y zonificación comercial, Yoshihisa propuso la designación de áreas específicas para la ubicación de mercados, con puestos regulados en tamaño y disposición, y con espacio suficiente para el tránsito de compradores y vendedores. Además, abogó por el fomento de la creación de distritos comerciales especializados, agrupando negocios similares para facilitar el acceso y la gestión. **Establecimiento de Regulaciones de Construcción y Brigadas de Incendios:** Consciente del devastador potencial de los incendios en una ciudad construida principalmente de madera, Yoshihisa sugirió la implementación de regulaciones de construcción que limitaran la densidad de las edificaciones en ciertas áreas críticas y fomentaran el uso de materiales menos inflamables, como la arcilla cocida para los tejados. Además, propuso la organización de brigadas de extinción de incendios rudimentarias, compuestas por ciudadanos voluntarios equipados con herramientas básicas como cubos de agua, ganchos y escaleras, para responder rápidamente a los brotes ígneos. **Mejora del Abastecimiento de Agua:** Con una visión de los futuros sistemas de acueductos, Yoshihisa propuso la exploración de la posibilidad de construir conductos, utilizando tuberías de bambú reforzado o canales de piedra, para canalizar agua limpia y fresca desde fuentes cercanas ubicadas en las colinas circundantes hacia depósitos centrales dentro de la ciudad. Desde estos depósitos, el agua se distribuiría a través de fuentes públicas estratégicamente ubicadas y, con el tiempo, potencialmente a hogares y negocios individuales.
Con estas ideas cuidadosamente elaboradas, Yoshihisa preparó un documento conciso pero persuasivo para presentar ante el consejo shogunal, articulando con claridad los problemas apremiantes que afligían a Kioto y proponiendo sus soluciones innovadoras, enmarcándolas no como ideas radicales y disruptivas, sino como medidas pragmáticas y necesarias para restaurar el orden, promover la prosperidad económica y, en última instancia, fortalecer la autoridad y el prestigio del shogunato sobre su capital.
"Honorables miembros del consejo," comenzaba el documento, redactado con la ayuda del astuto Takenaka Shigeharu, cuyas palabras siempre encontraban el camino más directo hacia la persuasión, "durante mis recientes recorridos por nuestra venerable capital, he observado con creciente preocupación los múltiples desafíos que enfrenta Kioto. El creciente desorden de nuestras calles dificulta el flujo vital del comercio y complica la vida cotidiana de nuestros leales ciudadanos. La alarmante falta de un sistema de saneamiento adecuado amenaza la salud pública y empaña la reputación de nuestra ciudad. La oscuridad que envuelve nuestras calles durante la noche alimenta la inseguridad y el temor. La disposición caótica y desregulada de nuestros mercados impide una prosperidad ordenada y dificulta la justa recaudación de impuestos. El riesgo constante de incendios acecha como una sombra sobre nuestras densamente pobladas áreas residenciales, amenazando con la destrucción en cualquier momento. Y el acceso a un suministro de agua potable sigue siendo una tarea laboriosa, ineficiente y vulnerable a la contaminación."
A continuación, Yoshihisa detallaba cada uno de los problemas identificados con ejemplos concretos y datos cuantificables, basados en la información meticulosamente recopilada por sus asistentes de confianza. Luego, presentaba sus propuestas de solución, enmarcándolas no como fantasías utópicas, sino como inversiones estratégicas y necesarias para restaurar el orden, promover la prosperidad económica, mejorar la seguridad de los ciudadanos y, en última instancia, fortalecer la autoridad y el prestigio del shogunato Ashikaga sobre su capital.
"Para abordar estos problemas apremiantes y sentar las bases para una Kioto más próspera y segura en el futuro," continuaba el plan con una lógica convincente, "propongo la implementación gradual y metódica de las siguientes medidas, inspiradas en la necesidad de una mayor eficiencia, un bienestar duradero para nuestros ciudadanos y un reflejo adecuado de la grandeza del shogunato:"
* **Reorganización Vial Estratégica:** "Trazaremos y ampliaremos las calles principales para facilitar el flujo ininterrumpido de mercancías y separaremos el tráfico pesado del tránsito peatonal, creando un sistema vial más ordenado, eficiente y seguro para todos."
* **Construcción de un Sistema de Canales y Alcantarillado:** "Excavaremos una red de canales cubiertos que servirán como arterias para el drenaje eficiente de aguas pluviales y la evacuación controlada de aguas residuales fuera de la ciudad, mejorando drásticamente la higiene pública y reduciendo el riesgo de enfermedades. Estos canales, con una planificación previsora, podrían incluso transformarse en vías navegables para el transporte de mercancías voluminosas dentro de la ciudad."
* **Establecimiento de un Sistema de Iluminación Pública:** "Implementaremos la instalación gradual de faroles a lo largo de las vías principales y en los cruces estratégicos, extendiendo la seguridad que proporciona la luz durante las horas nocturnas y actuando como un poderoso elemento disuasorio contra la delincuencia y el desorden."
* **Implementación de una Zonificación Comercial Ordenada:** "Designaremos áreas específicas y reguladas para la ubicación de mercados y la realización de actividades comerciales, creando un entorno más organizado, eficiente y atractivo que beneficiará tanto a los comerciantes como a los consumidores y facilitará una recaudación de impuestos justa y efectiva."
* **Establecimiento de Regulaciones de Construcción y la Formación de Brigadas de Incendios:** "Promulgaremos regulaciones de construcción sensatas que limiten la densidad de las edificaciones en áreas críticas y fomenten el uso de materiales menos inflamables. Paralelamente, organizaremos y capacitaremos brigadas de ciudadanos voluntarios, equipados con herramientas básicas pero efectivas, para responder con rapidez y coordinación ante cualquier brote de incendio."
* **Desarrollo de un Sistema de Abastecimiento de Agua Mejorado:** "Exploraremos con diligencia la viabilidad de construir conductos robustos para canalizar agua limpia y fresca desde fuentes confiables ubicadas en las cercanías de la ciudad hacia depósitos centrales estratégicamente ubicados dentro de Kioto, mejorando significativamente el acceso a este recurso vital para la salud y el bienestar de todos nuestros habitantes."
El plan concluía con un llamado a la acción firme y persuasivo, enfatizando los beneficios a largo plazo de estas inversiones para la estabilidad política, la prosperidad económica y el prestigio duradero del shogunato Ashikaga. Yoshihisa, con la sabiduría que le otorgaba su visión del futuro, presentaba estas ideas no como sueños imposibles o caprichos juveniles, sino como pasos lógicos, pragmáticos y absolutamente necesarios hacia la creación de una Kioto más fuerte, más resiliente y más digna de ser la capital de una nación que aspiraba a la grandeza. La tarea de convencer al consejo shogunal, con sus miembros a menudo aferrados a la tradición y recelosos de cualquier cambio radical, seguía siendo un desafío formidable, pero el joven shogun confiaba en la solidez de sus argumentos, en la creciente influencia silenciosa que había comenzado a acumular entre algunos de los miembros más jóvenes y perspicaces del consejo, y en la innegable lógica de sus propuestas para el futuro de Kioto y, por extensión, del propio shogunato.
La solemne sala del consejo shogunal, iluminada por la parpadeante luz de las lámparas de aceite que danzaban sobre los rostros curtidos y las vestimentas formales de los ancianos consejeros, se convirtió durante una semana en el epicentro de un intenso debate, un choque de visiones entre la audacia juvenil de Ashikaga Yoshihisa y el conservadurismo arraigado de aquellos que habían guiado los destinos del shogunato durante décadas. La presentación del ambicioso y detallado plan del joven heredero para la revitalización integral de Kioto, la venerable capital que mostraba las evidentes señales de negligencia y desorden, no fue recibida con la aprobación unánime que Yoshihisa, en su optimismo juvenil, quizás había esperado. En cambio, desató una tormenta de objeciones, preocupaciones financieras y un profundo escepticismo ante la magnitud de la empresa propuesta.
La reacción inicial del consejo fue, en su mayor parte, una mezcla palpable de cautela y una resistencia instintiva a cualquier cambio que pudiera perturbar el precario equilibrio de poder y agotar las ya mermadas arcas del shogunato.
El influyente **Hosokawa Masamoto**, cuya astucia política y vasta red de alianzas lo convertían en una fuerza a tener en cuenta dentro del consejo, escuchó la presentación de Yoshihisa con una atención meticulosa, sus ojos penetrantes e inescrutables recorriendo los documentos y los mapas toscamente dibujados que el joven shogun había preparado con la ayuda de Takenaka. No se opuso directamente de inmediato, prefiriendo sondear las profundidades de la propuesta con una serie de preguntas incisivas que revelaban su aguda mente analítica. Sus interrogantes se centraron principalmente en los costos estimados de cada fase del plan, la viabilidad técnica de las soluciones propuestas, especialmente la ambiciosa idea de construir canales y un sistema de abastecimiento de agua, y la justificación de emprender una empresa tan grandiosa y de largo alcance en un momento de relativa inestabilidad política y económica en todo el país. La principal preocupación de Masamoto parecía ser el impacto que este proyecto tendría en las finanzas del shogunato y el potencial de que desviara recursos valiosos de otras necesidades que él y su facción percibían como mucho más urgentes y prioritarias, como el mantenimiento de una fuerza militar adecuada para sofocar posibles levantamientos de los daimyo levantiscos.
El venerable **Ise Sadamune**, cuya voz, aunque debilitada por los años, aún resonaba con la autoridad de la tradición y la experiencia, fue mucho más vocal y directo en su oposición al plan de Yoshihisa. Con un tono condescendiente, argumentó que la principal prioridad del shogunato en ese momento crítico debía ser la firme consolidación del poder central y la vigilancia constante de los daimyo provinciales, cuya lealtad siempre era sospechosa, en lugar de embarcarse en la costosa e innecesaria remodelación de la capital. Describió las propuestas del joven shogun como los sueños idealistas e imprácticos de un niño, sugiriendo que los problemas que aquejaban a Kioto eran simplemente síntomas inevitables de la turbulenta época que vivían y que intentar una transformación tan radical solo generaría descontento entre los habitantes establecidos y agotaría peligrosamente los ya escasos recursos del shogunato, debilitando aún más su capacidad para ejercer una autoridad efectiva sobre las provincias.
El dubitativo **Shiba Yoshitoshi**, un consejero cuya lealtad a menudo fluctuaba según las corrientes políticas del momento, se mostró inicialmente indeciso ante la audaz propuesta de Yoshihisa. Por un lado, reconocía la validez de algunos de los problemas planteados por el joven shogun, especialmente aquellos relacionados con la seguridad de los caminos comerciales y el mantenimiento del orden dentro de la capital. Por otro lado, su naturaleza profundamente conservadora y su arraigado temor a cualquier iniciativa que se desviara significativamente de las prácticas establecidas lo hacían desconfiar de la magnitud y la novedad de los planes de Yoshihisa. Le preocupaba profundamente la posible reacción de otros daimyo poderosos ante una demostración tan evidente de la ambición y la creciente influencia del shogunato bajo el liderazgo de un joven inexperto, temiendo que pudiera interpretarse como una provocación o un intento de reafirmar una autoridad central que muchos ya consideraban obsoleta.
El resto de los consejeros, en su mayoría figuras de menor rango o aquellos cuyas lealtades estaban firmemente alineadas con las facciones dominantes dentro del consejo, se hicieron eco de las preocupaciones y los argumentos de sus líderes. Algunos expresaron serias dudas sobre la capacidad técnica del shogunato y de los artesanos de la época para llevar a cabo proyectos de ingeniería tan complejos como la construcción de canales subterráneos y un sistema de distribución de agua. Otros, más simplemente, se mostraron reacios a aprobar cualquier gasto significativo en un momento de profunda incertidumbre económica y política, prefiriendo aferrarse a la cautela y la preservación de los recursos existentes.
Los argumentos principales de la oposición durante la tensa semana de debates se centraron fundamentalmente en dos puntos interrelacionados: la enorme magnitud del **gasto** que implicaría la implementación del plan y la cuestionable **necesidad** (o, según su perspectiva, la absoluta falta de ella) de emprender una transformación tan radical de la capital en ese momento.
En cuanto al **gasto**, los consejeros más conservadores, liderados por el inflexible Ise Sadamune, argumentaron vehementemente que el shogunato simplemente no podía permitirse una empresa tan costosa y de largo alcance. La dolorosa y prolongada reconstrucción tras la devastadora Guerra Ōnin aún estaba lejos de completarse, y los ingresos del shogunato, ya mermados por la inestabilidad y la creciente autonomía de los daimyo, eran limitados y precarios. Desviar una parte significativa de estos escasos recursos hacia la remodelación de Kioto, argumentaban con vehemencia, debilitaría peligrosamente la capacidad del shogunato para mantener una autoridad efectiva sobre las provincias y para responder con fuerza ante cualquier posible levantamiento o desafío por parte de los clanes levantiscos.
En cuanto a la **necesidad**, algunos de los consejeros de mayor edad, aferrados a la tradición y desconfiados de cualquier innovación, argumentaron que Kioto había sobrevivido y prosperado durante siglos en su estado actual, con sus calles estrechas y sinuosas, su falta de saneamiento moderno y su crecimiento orgánico y desordenado. Consideraban que los problemas planteados por el joven Yoshihisa eran exagerados o, en el mejor de los casos, simplemente una parte inevitable de la vida urbana en una época turbulenta. Les preocupaba profundamente que una intervención tan radical y sin precedentes pudiera alterar el delicado equilibrio tradicional de la ciudad y generar una fuerte resistencia entre los comerciantes, los artesanos y los habitantes establecidos, quienes podrían percibir las reformas como una imposición innecesaria y costosa.
Ante esta formidable pared de escepticismo y oposición, Ashikaga Yoshihisa se vio obligado a emplear una estrategia de persuasión multifacética y excepcionalmente madura para su corta edad a lo largo de la tensa semana de debates.
En primer lugar, se aseguró de que cada aspecto de su ambicioso plan estuviera meticulosamente documentado y presentado de una manera lógica, coherente y respaldada por los datos que sus discretos asistentes habían recopilado. Respondió a cada objeción planteada por los consejeros con argumentos sólidos, datos concretos y una calma sorprendente, demostrando una comprensión profunda de los problemas y una visión clara de las soluciones propuestas.
En segundo lugar, Yoshihisa intentó apelar directamente a los intereses propios de cada miembro influyente del consejo. Para el pragmático Hosokawa Masamoto, enfatizó el potencial del plan para aumentar los ingresos fiscales del shogunato a largo plazo a través de un comercio más fluido y una mayor prosperidad económica en la capital, lo que indirectamente fortalecería la posición de Masamoto dentro del consejo. Para el conservador Shiba Yoshitoshi, resaltó los beneficios de un mayor orden y seguridad en Kioto, apelando a su deseo de estabilidad y a su desconfianza hacia cualquier forma de anarquía.
En tercer lugar, aunque firme en su visión general de una Kioto revitalizada, Yoshihisa demostró una sorprendente capacidad de compromiso y flexibilidad táctica. Se mostró dispuesto a considerar modificaciones menores a su plan original y propuso una implementación gradual de las reformas, comenzando con las mejoras más urgentes y menos costosas, para demostrar la viabilidad y los beneficios de su visión antes de comprometer recursos aún mayores.
En cuarto lugar, aunque carecía de aliados declarados y poderosos dentro del consejo, Yoshihisa había cultivado discretamente relaciones con algunos de los miembros más jóvenes y perspicaces, aquellos que mostraban una mayor apertura a nuevas ideas y que percibían el potencial de un shogunato más fuerte y efectivo bajo un liderazgo visionario. A estos consejeros, les proporcionó información adicional en privado, respondiendo a sus preguntas con paciencia y buscando su apoyo tácito.
En quinto lugar, a pesar de la frustración que inevitablemente sentía ante la resistencia obstinada de los ancianos consejeros, Yoshihisa mantuvo una compostura admirable y una persistencia inquebrantable. Presentó sus argumentos una y otra vez con paciencia y determinación, repitiendo los puntos clave y buscando diferentes maneras de abordar las preocupaciones de sus oponentes. Comprendía que cambiar mentalidades arraigadas por décadas de conservadurismo llevaría tiempo y una persuasión constante.
Finalmente, Yoshihisa intentó constantemente dirigir la conversación hacia los beneficios a largo plazo de su ambicioso plan, pintando un cuadro vívido de una Kioto próspera, ordenada y segura que reflejaría la grandeza y la visión del shogunato Ashikaga para las generaciones futuras, un legado duradero que trascendería las mezquinas disputas del presente.
Al final de la agotadora semana de debates, la decisión final del consejo shogunal seguía siendo incierta y peligrosamente equilibrada. La oposición, liderada por el inflexible Ise Sadamune y respaldada por la cautela de Hosokawa Masamoto, se mantenía firme en su escepticismo. Sin embargo, la presentación detallada, la lógica convincente y la persistencia inquebrantable de Yoshihisa habían logrado sembrar algunas semillas de duda en las mentes de algunos miembros y generar un apoyo cauteloso entre otros. La votación final, si llegaba a producirse, prometía ser reñida y tensa, pero Ashikaga Yoshihisa había logrado plantar la semilla de una visión audaz y transformadora en el corazón del consejo, una semilla que, con el tiempo, la paciencia y una cuidadosa cultivación, aún podría llegar a florecer y cambiar el destino de la capital y, quizás, de todo Japón.
Tras la extenuante semana de debates, la atmósfera en el consejo shogunal permanecía tensa, cargada de la incertidumbre de una decisión inminente. Finalmente, Hosokawa Masamoto, con su pragmatismo característico, rompió el silencio. Reconoció la visión a largo plazo de Yoshihisa y los beneficios potenciales para la estabilidad y la prosperidad de la capital, pero también enfatizó la necesidad de una implementación gradual y una estricta supervisión de los costos. Con su influencia oscilando la balanza, Masamoto propuso una votación condicionada: se aprobaría una fase inicial del plan, centrada en la reorganización vial y la mejora del saneamiento en las áreas más críticas, con la promesa de evaluar los resultados antes de comprometer más recursos.
La votación fue ajustada. La oposición liderada por Ise Sadamune expresó vehementemente su desacuerdo, pero la persuasión constante de Yoshihisa y el apoyo tácito de algunos miembros más jóvenes, sumado al pragmatismo de Masamoto, inclinaron la balanza a favor de una aprobación inicial. No era la victoria total que Yoshihisa quizás había esperado, pero era un primer paso crucial, una grieta en la muralla del conservadurismo.
Para liderar este ambicioso proyecto, Yoshihisa designó a Takenaka Shigeharu. Su mente metódica, su capacidad organizativa y su lealtad probada lo convertían en la elección ideal para supervisar la compleja tarea de planificación y ejecución. Takenaka recibiría la autoridad necesaria para coordinar a los artesanos, supervisar las obras y gestionar los fondos asignados para la fase inicial.
Además, Yoshihisa vio en la creciente fuerza de su guardia personal una oportunidad para ejercer una mayor influencia en Kioto. Presentó al consejo la idea de utilizar a estos hombres, entrenados y leales al shogunato, para realizar patrullajes regulares por la ciudad. Argumentó que su presencia disuadiría la delincuencia, mantendría el orden y proyectaría la autoridad del shogunato de una manera más visible y efectiva que las dispersas y a menudo corruptas fuerzas existentes. Esta propuesta, enmarcada en la necesidad de mejorar la seguridad de la capital, encontró una acogida favorable, incluso entre algunos de los opositores a la remodelación urbana.
**Resultados Iniciales y Problemas en el Trayecto:**
La implementación de la fase inicial del plan encontró numerosos obstáculos:
* **Resistencia de los Habitantes:** Algunos comerciantes y residentes se resistieron a la reubicación de sus puestos o a las modificaciones en sus propiedades necesarias para la ampliación de las calles. Takenaka tuvo que negociar pacientemente, ofreciendo compensaciones justas y explicando los beneficios a largo plazo de las reformas.
* **Desafíos Técnicos:** La construcción de los canales de drenaje resultó más compleja de lo anticipado debido a la naturaleza del terreno y la falta de experiencia en este tipo de ingeniería. Se requirieron ajustes en los diseños iniciales y la contratación de artesanos especializados.
* **Limitaciones de Recursos:** Los fondos asignados para la fase inicial resultaron ser insuficientes para cubrir todos los costos imprevistos. Yoshihisa tuvo que recurrir a sus propias arcas personales y buscar fuentes de financiación adicionales de manera discreta.
* **Oposición Persistente:** Ise Sadamune y sus aliados en el consejo aprovecharon cada retraso y cada problema para criticar el proyecto y cuestionar la visión de Yoshihisa. Tuvieron que ser contrarrestados con informes detallados de progreso y la demostración tangible de los beneficios iniciales, como la mejora del flujo del tráfico en algunas áreas y la reducción de los focos de insalubridad.
* **Coordinación:** La coordinación entre los diferentes gremios de artesanos, los trabajadores y los funcionarios del shogunato resultó ser un desafío considerable. Takenaka demostró ser un líder capaz, estableciendo una estructura organizativa clara y fomentando la cooperación.
A pesar de estos contratiempos, la fase inicial del plan comenzó a mostrar resultados tangibles. Las calles principales en algunas áreas se volvieron más transitables, y la implementación de un sistema rudimentario de recolección de residuos en ciertos distritos mejoró la higiene. La presencia regular de la guardia personal de Yoshihisa patrullando las calles también tuvo un impacto positivo en la seguridad, aunque su creciente influencia no pasó desapercibida para algunos de los daimyo más suspicaces. Este fue solo el comienzo de un largo y arduo camino hacia la transformación de Kioto, un camino sembrado de ambición, resistencia y la silenciosa determinación de un joven shogun con una visión del futuro.