Capítulo 16: Promesas Rotas

Me lancé hacia el libro, pero Kael lo apartó con una sonrisa burlona. Mis dedos agarraron el aire vacío.

—¡Devuélvemelo! —grité, con el corazón acelerado—. ¡Eso pertenecía a mi madre!

Los ojos de Kael se clavaron en los míos, ese extraño destello rojo apareció y desapareció tan rápido que casi lo perdí. El mismo rojo que había visto en los ojos de Lucien. El mismo rojo de la imagen del Alfa Darío.

—Tu madre —dijo Kael lentamente—, no era quien tú crees que era.

Lucien se interpuso entre nosotros, todavía sin camisa, la cicatriz en forma de luna en su pecho brillando ligeramente en la tenue luz.

—Kael, no eres tú quien habla. Lucha contra eso.

Kael se rió, pero sonaba mal—hueco y cruel. Nada parecido al Kael controlado y frío que yo conocía.

—Siempre el héroe, hermanito —se burló—. Siempre intentando salvar a todos.

Hojeó el libro, deteniéndose en una página marcada con una cinta roja.

—¿Ya leíste esta parte, Aria? ¿Sobre cómo tu madre no era una loba ordinaria?