Capítulo 4: El Guerrero de Arena y Sombras
Las dunas del sur crujían bajo la presión de un antiguo despertar. En medio de una tormenta de arena púrpura, dos figuras se enfrentaban, separadas por siglos de silencio y un abismo de traición.
Lior sentía cómo su pecho ardía con un fuego desconocido. Kael lo había acompañado hasta los límites del desierto, pero más allá de ese punto, era su lucha.
—Él no es el mismo, Lior —advirtió Kael—. Pero tú tampoco lo eres.
Recuerda: No lo venzas. Recuérdalo.
Lior asintió. El cielo crepitaba. Y en el horizonte… la tormenta se abría.
Sethar emergió como una sombra nacida de relámpagos. Su cuerpo envuelto en una armadura viva, hecha de metal y arena, fusionados por antiguas maldiciones. Su mirada era una grieta abierta al rencor.
—Así que viniste, Fragmento del Centro.
Aún usas ese nombre... Lior.
No mereces ni el eco de lo que fuiste.
—No vengo a luchar —dijo Lior, aunque su voz temblaba—. Vengo a recordarte quién fuiste… conmigo.
Sethar rió. Era un sonido vacío, como viento en una tumba.
—¿Recordar? Yo no olvidé nada.
Fui el escudo de tu alma.
El guardián de tu juicio.
Y tú… me encerraste.
Nos dejaste pudrirnos en la grieta entre los mundos mientras tú dormías.
Lior apretó los dientes. El viento alrededor de ellos comenzó a girar.
—Yo no decidí dividirme. ¡Yo fui sellado!
Sethar alzó una mano. Una lanza negra de arena sólida surgió en ella.
—¡Entonces demuéstralo!
Muéstrame que mereces ser el Centro otra vez.
¡O desapareceré contigo!
Y el ataque comenzó.
Sethar se movía como una tormenta con conciencia. Cada movimiento suyo era elegante y brutal. Su lanza rugía como si tuviera alma propia.
Lior esquivaba apenas, cada desvío revelando que su cuerpo recordaba una danza olvidada. Sus manos comenzaban a brillar con los antiguos símbolos del Vacío. No con violencia, sino con poder contenido.
—¡No quiero pelear contigo!
—¡Entonces muere sin luchar!
Una lanza lo rozó. Su sangre cayó sobre la arena… y esta la absorbió con hambre.
Lior gritó. No de dolor… sino de memoria.
Y recordó.
Sethar, arrodillado frente a él, en un salón de cristales suspendidos en la nada.
—Mi vida es tuya, mi centro —decía Sethar, con la lanza sobre su pecho.
—Entonces protégeme —había respondido Lior—, incluso si alguna vez dejo de ser yo.
Y Sethar había jurado.
—¡Sethar, basta! —gritó Lior ahora—. ¡Tú me prometiste que me protegerías incluso si me perdía!
Sethar vaciló.
Por una fracción de segundo, la lanza tembló.
La arena se detuvo.
—Yo… lo hice, ¿verdad?
Lior dio un paso al frente, con la mano extendida.
—Sethar, no soy tu enemigo. Soy tu fragmento perdido. No estamos completos si peleamos entre nosotros.
Los ojos del guerrero brillaron, oscilando entre el odio y el dolor. Luego bajó la lanza.
—Lior…
El cielo rompió su silencio.
Un trueno estalló en lo alto.
Y en ese instante… un nuevo fragmento despertó.
Muy lejos de allí, en una biblioteca enterrada bajo los mares del norte, una figura abrió los ojos.
Sus pupilas eran dos relojes invertidos.
—El Centro… y el Guerrero ya se han encontrado —susurró.
—Entonces… me toca a mí.
El fragmento del Tiempo comenzaba a moverse.
¿Avanzamos al Capítulo 5: “El Fragmento del Tiempo y la Ciudad Invertida”?