Capítulo 3: Los Fragmentos del Olvido.

Esa noche, Lior no durmió.

Las palabras de Kael le daban vueltas en la cabeza como un torbellino.

Fragmento. Vacío. Prisión galáctica.

Nada de eso tenía sentido, pero al mismo tiempo… todo lo sentía real.

—¿Qué soy realmente…? —susurró, tocando la joya en su pecho. Esta pulsó débilmente, como si respondiera.

Kael le había ofrecido refugio en una antigua torre de observación en las afueras de Braska. Un lugar olvidado por todos excepto por los que sabían dónde mirar.

Allí, los muros hablaban con símbolos, y los libros susurraban entre ellos.

—Tu alma fue dividida en nueve fragmentos —le dijo Kael mientras hojeaba un tomo encuadernado en piel estelar—. Cada uno cayó en un cuerpo, en un tiempo distinto. Pero algo ha cambiado. El equilibrio se rompió. Ahora… otros fragmentos están despertando.

—¿Y están viniendo a mí?

Kael lo miró con gravedad.

—Algunos sí. Otros… no son tan amistosos.

Lior sintió un escalofrío.

—¿Pueden hacerme daño?

Kael cerró el libro.

—Pueden hacerle daño a todos.

Esa misma noche, en un desierto de dunas negras al sur del continente, algo emergía.

El cielo ardía con estrellas distorsionadas. Las arenas se abrían como si huyeran de una presencia ancestral.

Y del centro del cráter, una figura se levantó.

Su cabello era blanco como la ceniza, su piel marcada con símbolos en espiral que se movían bajo la superficie. Su mirada… no era humana. Ni siquiera mortal.

—Lior… —dijo, con voz como cristal rompiéndose—. El Primer Fragmento ha regresado.

El joven se llevó la mano al pecho. También tenía una joya… pero esta brillaba con una luz oscura. Roja como la sangre en eclipse.

A su alrededor, la arena se elevó en espirales. El viento comenzó a cantar en un idioma olvidado por los dioses.

—No lo permitiré.

Si él recuerda quién fue… entonces yo también lo haré.

Y no pienso volver a ser solo una parte.

Sus ojos se cerraron un instante. Y cuando los abrió… un enjambre de sombras voló desde sus pies.

Cada sombra buscaba un destino.

Cada sombra buscaba a Lior.

En la torre, Lior se despertó sobresaltado. Sudaba. Su pecho ardía.

—¡Algo viene!

Kael ya estaba de pie, abriendo uno de los mapas arcanos flotantes que reposaban en el aire.

—Uno de los fragmentos ha despertado. Y su energía es violenta. Desarmónica.

—¿Puedo enfrentarlo?

Kael lo miró con preocupación.

—No como estás ahora.

Pero… quizás puedas recordarlo.

Lior frunció el ceño.

—¿Recordar qué?

Kael alzó un cristal translúcido, lo colocó en la frente de Lior, y susurró un conjuro en voz baja.

—La memoria del Vacío no viaja como la de los hombres. Se guarda en lugares, objetos, miradas.

Lior tembló al sentir el contacto. Un zumbido llenó su cabeza. Su cuerpo entero fue tragado por la luz.

Y entonces recordó.

Una batalla bajo tres lunas carmesí.

Su voz ordenando sellos que partían montañas.

Aquel de cabello blanco, cayendo ante él.

Y su última mirada… llena de rencor.

Lior gritó al volver al presente.

—¡Lo conozco! ¡Ese fragmento… era un guerrero! ¡Un comandante! ¡Y me odia!

Kael lo sostuvo.

—Ese fragmento se llama Sethar.

Fue tu brazo derecho. Tu protector.

Pero también fue el primero en traicionarte.

Lior apretó los puños.

—¿Por qué?

Kael bajó la voz.

—Porque cuando encerraste al verdadero enemigo… encerraste también a parte de ti.

Y ellos creen… que tú los abandonaste.

En el desierto, Sethar alzaba sus manos, reuniendo una tormenta.

—Ven a mí, Lior.

Recordemos juntos…

…cómo era destruir mundos.