Capítulo 10

—¿Creéis que voy a permitir que intervengáis en mis planes?

 

El eco de su voz quedó suspendido, aplastando cada rincón del lugar. Hiroaki empezó a temblar, con la cara pálida y los labios resecos. Sus ojos apenas podían sostener la mirada.

 

—Hiroshi... —susurró, casi sin voz—. Ha sido un placer conocerte.

 

Hiroshi, aún sin entender, frunció el ceño.—¿Qué dices?

 

Hiroaki tragó saliva, los ojos vidriosos.—Vamos a morir... ya está. Se acabó todo. No podemos hacer frente a estos dos. Unidos son... Madre mía... Hiroshi, intentando mantener la calma, levantó su visor y activó el análisis. Los parámetros aparecieron de golpe, brillando con rojo sangre:

 

Kenshiro no Oni – El Demonio del VacíoNivel: 150Potencia: 99.999Fuerza: 99.999Defensa: 999.999Poder Mágico: 999.999Agilidad: 999.999Defensa Mágica: 999.999

 

Hiroshi se quedó boquiabierto, la espada le temblaba en la mano.—No... no puede ser...

 

Hiroaki también los miró, la respiración entrecortada.—Se acabó... estamos.

 

El aire vibró cuando Genshiro se giró hacia Kenshiro no Oni, inclinando la cabeza con respeto.—Mi señor... He matado a Asterisco y a Tetrick. Eran débiles, inútiles. No merecían seguir en su ejército.

 

Kenshiro alzó apenas la vista, su máscara infernal iluminada por los destellos rojos. Su tono fue bajo, pero demoledor:—Habéis conseguido matar a mis lugartenientes. Bueno... no a todos, perohabéis vencido, aunque sea.

 

Su mirada atravesó a Hiroaki y Hiroshi como cuchillas invisibles.—Sin embargo... vuestro camino se acaba aquí.

 

Por primera vez, Hiroshi y Hiroaki estaban paralizados de miedo real. No había estrategia, ni truco, ni valentía que pudiera tapar ese vacío absoluto. Estaban... desnudos ante el fin.

 

Kenshiro soltó una risa lenta, grave, que heló la sangre en las venas.—Ahora sí que estáis perdidos... de verdad.

 

Hiroshi se inclinó hacia Hiroaki, con la voz quebrada pero desesperada.—¿Aún tienes en mente esa espada definitiva improvisada?

 

Hiroaki negó, sin apartar los ojos de Kenshiro.—No lo sé... no sé qué hacer. Me he quedado congelado.

 

Hiroshi apretó los puños.—¡Recuerda los videojuegos! Los protagonistas... cuando se ven superados... ¡lo sacan todo!

 

Pero no hubo tiempo para más.

 

En un instante, la katana de Kenshiro apareció atravesando el abdomen de Hiroshi. No se escuchó ni un paso, ni un sonido previo. Kenshiro no se había movido... era una velocidad sobrenatural, más allá de la física misma. Una sombra que rompía las reglas del universo. Hiroshi escupió sangre, los ojos abiertos de par en par, mientras Kenshiro lo levantaba con la katana aún clavada, y luego lo lanzó por los aires con una fuerza monstruosa. El cuerpo de Hiroshi rebotó contra el suelo, quedando a lo lejos, apenas respirando.

 

—¡HIROSHI! —gritó Hiroaki, corriendo hacia él. Levantó la vara desesperado para curarlo, pero un destello negro cruzó el aire y la espalda de Hiroaki se abrió de lado a lado, la sangre saliendo a borbotones. Hiroaki cayó de rodillas, jadeando, sin fuerzas.

 

Ambos… quedaron en el suelo, arrastrándose en medio de su propia sangre. 1 de HP. Sin escapatoria. Sin salvación.La cámara invisible del mundo se cerró lentamente sobre la figura imponente de Kenshiro no Oni. Primer plano: su máscara fría, sus ojos vacíos, sin emoción. No dijo nada. Solo los observaba… como un depredador que ya no necesitaba correr tras su presa.

 

Oscuridad. Corte a negro.

 

Hiroaki, empapado en su propia sangre, apenas podía moverse. Se arrastraba lentamente, dejando un rastro rojo a su paso. Su mano temblorosa intentaba alzar la vara, pero su garganta solo lograba soltar un débil murmullo:—Cu… Cu… Cu…

 

Tosió fuerte, la sangre manchándole la boca y la barbilla. Sus ojos se nublaron un segundo, pero su mente gritabadesesperada: No… no puedo morir aquí… Hemos llegado demasiado lejos para caer ahora.

 

Reuniendo fuerzas desde lo más profundo de su alma, Hiroaki rugió con todo lo que le quedaba:—¡Cura++!

 

La magia se desplegó como un destello cegador, y Hiroshi, tumbado a lo lejos, empezó a brillar. Su cuerpo herido se regeneró rápidamente, los cortes y fracturas cerrándose en segundos. Hiroshi se incorporó de un salto, jadeante, todavía incrédulo.

 

Pero Hiroaki, agotado, cayó de bruces al suelo, sin poder curarse a sí mismo.—Hiroaki… —susurró Hiroshi, corriendo hacia él.

 

Al llegar, le sostuvo la cabeza, sacó rápidamente un elixir y se lo hizo tragar. Hiroaki tragó a duras penas, pero el efecto fue inmediato: la magia recorrió su cuerpo, devolviéndole algo de fuerza.

 

Ambos se levantaron, tambaleantes, mientras delante de ellos Kenshiro y Genshiro no se habían movido ni un milímetro. Las miradas frías y secas de esos dos titanes hacían que la atmósfera pareciera de hielo.

 

—Hiroaki… —jadeó Hiroshi—. ¿Qué hacemos? Esto es… esto es demencial.

 

Hiroaki miraba a los dos enemigos, con el sudor bajándole por la sien.—Esta vez no puedes pelear solo, Hiroshi… Aunque aumente tu agilidad conFalcoestocada, contra Kenshiro no Oni no tienes oportunidad. Contra Genshiro… vale… pero contra el otro… ni pensarlo.

 

Hiroshi bajó la mirada, apretando la espada con rabia.—Entonces… ¿qué hacemos?

 

Hiroaki cerró los ojos unos segundos, murmurando:—Vale… vale, vale, vale… déjame intentar algo. Va a ser arriesgado, pero tengo que cargar poder para improvisar la espada definitiva.

 

Hiroshi asintió, jadeando.—Yo… yo intentaré hacer algo. Aunque no creo que pueda mucho.

 

Kenshiro no Oni, harto de la escena, dio un paso adelante. El suelo tembló bajo supeso. Su voz rompió la tensión como una cuchilla.—Ya basta de tanta cháchara. Morid.

 

Antes de que pudieran reaccionar, Hiroaki levantó la vara y gritó con fuerza:—¡Piro++! ¡Hielo++! ¡Aqua++! ¡Aero++! ¡Meteorito!

 

Los hechizos surgieron todos a la vez, fusionándose en el aire en una masa brillante y turbulenta: rojo, azul, verde, naranja… giraban como un vórtice de caos mágico, con el meteorito cayendo y uniéndose para formar una esfera gigantesca y deslumbrante, suspendida en el cielo.

 

—¡Hiroshi! —gritó Hiroaki—. ¡Tienes que protegerla! ¡Debemos cargar esto!Pero Kenshiro no Oni se desvaneció y apareció de inmediato delante de Hiroaki, soltándole una patada brutal que lo estampó contra el suelo, destrozando rocas y tierra. La esfera de energía quedó suspendida unos segundos… flotando sola en el aire.

 

Kenshiro no Oni la miró sin emoción y levantó la katana. Con un solo tajo, partió la esfera mágica en dos, desintegrándola.

 

—Esto no es el típico videojuego —murmuró con desprecio—. Aquí es… más realista.

 

Hiroaki, tirado en el suelo, escupió sangre y pensó, desesperado: Mierda… ¿y ahora qué hago?

 

Sin perder tiempo, Hiroshi gritó furioso:—¡Falcoestocada! ¡Falcoestocada! ¡Falcoestocada!

 

En un estallido de luz, 100 réplicas surgieron alrededor, rodeando a Kenshiro no Oni. Hiroshi, la electricidad recorriendo otra vez su cuerpo, cargó de frente con un rugido bestial.

 

Kenshiro los miró de reojo, inmóvil. Solo murmuró con desdén:—Patético.

 

Las réplicas se abalanzaron todas a la vez, un enjambre de furia, seguidas por Hiroshi que levantaba la espada, un relámpago viviente. Hiroshi gritó y soltó un espadazo directo al pecho de Kenshiro.

 

Clang.La katana de Kenshiro bloqueó la espada sin esfuerzo. Kenshiro giró lentamente la cabeza hacia Hiroshi, su voz gélida:—¿Pensabas… que conmigo eso iba a funcionar?

 

Y sin cambiar la expresión, lo agarró de la cara con fuerza brutal.

 

—Pues por desgracia… conmigo no funciona.

 

De un solo movimiento, lo lanzó a lo lejos y lo estrelló violentamente contra un edificio, haciendo temblar la tierra entera. El polvo y los escombros lo cubrieron todo.

 

Hiroshi, escupiendo sangre, se giró hacia Hiroaki y con una sonrisa rota dijo, jadeando:—Repito lo mismo que tú… ha sido unplacer conocerte.

 

La cámara se acercó lentamente al rostro helado de Kenshiro no Oni. Sus ojos brillaban con una luz cruel, sin emoción, sin palabras. Solo… muerte.

 

Oscuridad. Corte a negro.

 

 

Hiroshi, con la sangre todavía resbalando por su barbilla, miró de reojo… y vio algo que le encendió una chispa en la mente: sus réplicas. Aún seguían allí.

 

Forzó la voz, jadeante:—Hiroaki… tengo una idea.

 

Hiroaki, apoyándose en la vara, lo miró, agotado.—¿Pues cuál? ¡Dispara! Cualquier cosaahora mismo es buena.

 

Hiroshi respiró hondo, señalando hacia las réplicas.—¡Aún tengo las 100 réplicas activas! Voy a lanzar Corte Volcánico sin parar, todas al mismo tiempo, para entretenerlos. Y mientras yo hago eso… ¡tú vuelve a intentar lo de la espada definitiva improvisada!

 

Hiroaki, con los ojos bien abiertos, asintió lentamente, sorprendido.—Eso… es una gran idea. Pero necesito unos cinco minutos para cargarlo de nuevo.

 

Hiroshi se levantó despacio, la espada ardiendo en su mano.—Tómatelo. Tómatelo todo, lo que necesites. Yo voy a mantenerlos ocupadoscomo sea.

 

Hiroaki lo miró fijo.—¿Crees que va a funcionar?

 

Hiroshi tragó saliva, con la voz rota pero decidida.—No lo sé. Pero tenemos que intentarlo todo. O sobrevivimos… o morimos aquí.

 

Hiroaki respiró hondo, mirando hacia Kenshiro y Genshiro, que observaban con esa calma mortal que los hacía parecer estatuas vivientes.—Vale… inténtalo. Si necesitas apoyo, puedo echarte una mano mientras cargo… tardaré un poco más, pero…

 

Hiroshi lo interrumpió con firmeza:—No. Déjamelo a mí. Yo me las puedo apañar solo. Sé que, con las réplicas…puedo hacerlo.

 

—¿Seguro?

 

Hiroshi levantó la espada, los ojos llenos de determinación.—Seguro. Todo o nada.

 

Hiroaki cerró los ojos un segundo, pensando con rabia: Por favor… que esta espada definitiva funcione de una maldita vez.

 

Hiroshi respiró hondo, tensó los músculos y soltó una frase que cortó la tensión en el aire:—Voy a por estos hijos de puta.

 

Y en un rugido salvaje, activó Corte Volcánico con todas sus fuerzas.De inmediato, él y las 100 réplicas comenzaron a clavar sus espadas en el suelo una y otra vez. La tierra empezó a resquebrajarse, y millones de esferas volcánicas surgieron, explotando como si el infierno se hubiera liberado sobre Skylander. Lava y fuego bailaban en todas direcciones, un espectáculo de destrucción masiva.

 

Kenshiro y Genshiro no se inmutaron… al principio. Pero poco a poco, comenzaron a entornar los ojos, molestos. La presión, aunque aún mínima para ellos, era como un zumbido insistente que no desaparecía.

 

Mientras tanto, Hiroaki levantó la vara, protegido por Muro de Cristal y reforzado con Coraza, comenzando a conjurar de nuevo:—¡Piro++! ¡Hielo++! ¡Agua++! ¡Aero++!¡Meteorito!

 

La magia se fusionó en el aire, esta vez más lenta, más pesada, formando una esfera que comenzó a latir suavemente, como un corazón vivo. Azul, roja, verde, naranja… los colores giraban alrededor, creciendo poco a poco, palpitando con un poder contenido.

 

—Hiroshi… —pensó Hiroaki, apretando la mandíbula—. Confío en ti…

 

El campo de batalla era un caos absoluto. Hiroshi, con los ojos iluminados por rayos, seguía invocando sin parar:—¡Falcoestocada! ¡Falcoestocada!

 

Las réplicas se multiplicaron, hasta 150 guerreros idénticos cargando a la vez, desatando un verdadero infierno de CorteVolcánico. Lava por todas partes, fuego estallando como volcanes en miniatura, una lluvia interminable de destrucción.

 

Kenshiro se acercó a Hiroshi y le soltó una patada que lo lanzó por los aires, pero las réplicas siguieron luchando sin tregua. Hiroshi, apenas levantándose, gritó de nuevo:—¡Falcoestocada!

 

Otras 150 réplicas aparecieron, llenando todo el campo de lava, humo y ascuas. Era un festival caótico, un mundo de fuego desatado.

 

Mientras tanto, Hiroaki, sudando y jadeando, veía cómo la esfera seguía creciendo, cada vez más grande… palpitando, latiendo… viva.La imagen era devastadora: Hiroshi y sus clones creando un huracán de lava mientras Hiroaki, en medio de su Muro de Cristal y Coraza, miraba la esfera mágica crecer… y crecer… y crecer.

 

Y ahí, la escena cortó, en un silencio absoluto.

 

 

Genshiro entrecerró los ojos, observando cómo la esfera mágica seguía creciendo tras la barrera de lava. Por primera vez, su voz se quebró en un rugido histérico:

 

—¡NO! ¡NO VOY A PERMITIRLO!

 

Se lanzó hacia Hiroaki como una sombra, pero de pronto… las réplicas de Hiroshi, todas juntas, levantaron sus espadas y golpearon el suelo al unísono.

 

—¡CORTE VOLCÁNICO! —rugieron.

 

Una muralla de lava, gigantesca y abrasadora, emergió justo delante de Genshiro, deteniéndolo en seco. La presión del calor era brutal. Genshiro intentó avanzar, pero la lava explotaba en esferas gigantes cada vez que se acercaba. Por primera vez, su rostro de asesino se quebró en puro pánico:

 

—¿¡QUÉ… QUÉ DEMONIOS ES ESTO!? —gritó, retrocediendo unos pasos.

 

Kenshiro no Oni, hasta entonces impasible, apretó los dientes, sus ojos rojos brillando con furia:

 

—¡APARTA ESA BASURA AHORA, GENSHIRO! ¡DESTRUYE ESA MIERDA YAMISMO!

 

Kenshiro apretó los puños y empezó a golpear el suelo como un animal rabioso:

 

—¡MALDICIÓN! ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO! ¡TODO LO TENÍA CALCULADO AL MILÍMETRO! ¡DEBO ACABAR CON TODO, MALDITOS MEQUETREFES! —gritaba, mientras las lágrimas de frustración casi asomaban por sus ojos, tan fuera de sí que parecía un niño rabioso atrapado.

 

Hiroshi, jadeante, sintió cómo su cuerpo se debilitaba, la visión se le nublaba, pero apretó los dientes con rabia y gritó:

 

—¡FALCOESTOCADA!

 

Una nueva ola de réplicas surgió,multiplicándose sin freno. Las 500 réplicas comenzaron a invocar de nuevo:

 

—¡CORTE VOLCÁNICO!

 

La tierra tembló. Las explosiones de lava crecieron aún más, un muro infernal que cubría toda la visión de Hiroaki, protegiéndolo como si mil volcanes hubieran estallado a la vez. La presión era tan absurda que incluso Kenshiro no Oni retrocedió un paso, su mirada encendida por la furia:

 

—¡¿PERO QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO AQUÍ?! ¡NO VAMOS A SER VENCIDOS POR ESTA ESCORIA!

 

Genshiro, fuera de sí, golpeaba con los nudillos hasta sangrar, su grito era puro desgarro:

 

—¡NOOOO, NO, NO, NO, NO, NO DEBO FALLAR, NO PUEDO FALLAR, MALDITOS NIÑATOS! ¡OS MATARÉ, OS VOY A MATAR!

 

Mientras tanto, Hiroaki, sudando como nunca, seguía conjurando, su magia vibrando como un corazón acelerado. La esfera… por fin se completó. Un latido gigante sacudió el campo y Hiroaki, con los ojos desencajados de emoción y rabia, gritó:

 

—¡HIROSHI! ¡AHORA! ¡CLAVA LA ESPADA EN LA ESFERA YA!

 

Hiroshi, sin pensarlo, se lanzó hacia la esfera mientras las réplicas seguían defendiendo como un muro viviente. Saltó, alzó la espada y la clavó con toda su alma.En ese instante… un silencio absoluto.

 

La esfera mágica latió una última vez… y estalló en una lluvia de luz cegadora. De ella descendió lentamente… una espada nueva. El filo rojo anaranjado vibraba con calor puro, la empuñadura azul parecía hecha de cielo líquido, y un viento invisible giraba alrededor de la hoja como si el mundo entero respirara con ella.

 

Hiroshi la tomó, y en cuanto sus dedos cerraron el puño sobre ella… un cosquilleo eléctrico le recorrió cada nervio. No era dolor… era poder puro. La piel se le erizó, los ojos se le abrieron como platos, y en su cerebro algo hizo clic, como si hubiera despertado una parte de él que nunca había conocido.

 

Jadeó, tembloroso, y susurró con un tonoque jamás había usado:

 

—¿Qué… qué demonios es esto? Nunca… nunca había sentido algo así…

 

Se giró, despacio, dramáticamente. Su mirada se cruzó con la de Genshiro, que aún seguía golpeando el suelo, ahora balbuceando como un loco:

 

—No… no… no… no puede ser…

 

Hiroshi levantó la espada brillante y, con una calma letal, declaró:

 

—Se acabó. Estáis acabados.

 

Hiroaki, con los ojos inyectados en sangre pero sonriendo débilmente, le gritó:

 

—¡Hiroshi, no puedes hacer esto solo estavez!

 

Hiroshi se volvió hacia él y, empuñando la nueva espada, respondió con una chispa en los ojos:

 

—Tranquilo… esta vez lo hacemos juntos. Tú y yo.

 

Y ahí… el mundo se congeló. Silencio absoluto. La escena cortó, dejando a todos conteniendo la respiración.

 

 

De un momento a otro, sin previo aviso, ¡KABOOM!

 

Las 500 réplicas de Hiroshi y la gigantesca barrera de esferas de lava fueron destruidas… al instante. Un estallido seco, violento, como si el universo hubieracontenido la respiración y luego estallado en mil pedazos. Pero… nadie vio moverse a Kenshiro no Oni ni a Genshiro Obelisk. Solo estaban ahí, erguidos, helados… y sin embargo, todo había sido arrasado.

 

Silencio.

 

Hiroaki y Hiroshi quedaron paralizados, los ojos abiertos como platos. “¿Cómo… cómo lo han hecho?”

 

Y entonces… la batalla final estalló.

 

—¡HIROAKI! —rugió Hiroshi, levantando la espada mágica.

 

—¡VAMOS! —le respondió Hiroaki, con la vara en alto.

 

Genshiro Obelisk se lanzó a la carga,espada en mano, directo hacia Hiroshi como una sombra desbocada. Sus espadas chocaron con un ¡CLANG! infernal, una lluvia de ascuas y chispas explotando en el aire. Cada impacto era un trueno, cada choque sacudía el suelo. Hiroshi, jadeante, bloqueaba, giraba, esquivaba por centímetros mientras lanzaba estocadas precisas, sus músculos ardiendo de pura adrenalina.

 

—¡MALDITO INSECTO! —gritó Genshiro, girando sobre sí mismo, lanzando una estocada que cortó el aire como un relámpago.

 

Mientras tanto, Hiroaki desató todo su poder. Las palabras mágicas salieron disparadas de su boca como flechas letales:—¡Piro++! ¡Meteorito! ¡Hielo++! ¡Aero++!

 

Kenshiro no Oni, tranquilo y brutal, desvió las bolas de fuego con la katana, cortó rayos de hielo en pleno vuelo… pero entonces, ¡BOOM! Un Meteorito descendió desde el cielo y le explotó de lleno, haciéndolo retroceder un paso, cubierto de polvo y humo.

 

Kenshiro se giró lentamente hacia Hiroaki, los ojos como carbones encendidos de rabia. De pronto, desapareció… ¡y apareció frente a Hiroaki en un destello! La katana bajó en un arco imparable, pero Hiroaki, ¡ZAS!, levantó Coraza justo a tiempo. La espada chocó y un crujido ensordecedor sacudió la barrera.

 

—¡Agh! —gimió Hiroaki, cubierto de sudor—. ¡Coraza!

 

El siguiente golpe de Kenshiro lo mandó volando varios metros, pero Hiroaki rodó por el suelo, se levantó a duras penas y sonrió salvajemente.

 

—¡No te lo voy a poner tan fácil… BASTARDO! —rugió, cargando hacia él.

 

Y entonces pasó algo increíble: Hiroaki, blandiendo la vara como si fuera una espada, le asestó un golpe directo en la cara a Kenshiro no Oni, que se vio forzado a retroceder un paso, sorprendido por la furia bruta.

 

—¡TOMA ESTO! —gritó Hiroaki, pegando la vara al pecho del villano y lanzando todo de golpe—: ¡PIRO++, HIELO++, AQUA++, AERO++!¡BOOM! ¡CRACK! ¡SPLASH! ¡WHOOSH!Fuego, hielo, agua y viento explotaron al unísono, haciendo retroceder a Kenshiro con el cuerpo cubierto de quemaduras, escarcha y cortes. Hiroaki, sin detenerse, le dio un puñetazo directo al rostro, luego una patada, luego otro bastonazo salvaje.

 

—¡AAAAAAAAHHHH! —gritaba Hiroaki, fuera de sí, atacando sin tregua.

 

Mientras tanto, la locura seguía con Hiroshi y Genshiro. Estaban tan cerca que sus rostros se rozaban entre chispazos de metal. Las espadas volaban en un baile mortal, ambos gritando, disparándose magia de corto alcance, cruzando puñetazos y patadas que hacían crujir los huesos. Era puro instinto animal, dos guerreros al límite absoluto.—¡MALDITO! —escupió Genshiro, lanzando una ráfaga mágica.

 

—¡NO VAS A VENCERME! —rugió Hiroshi, desviándola y contraatacando con una estocada directa.

 

Las luces, el fuego, el hielo, el viento… todo se entremezclaba en un caos épico. El sonido era ensordecedor, como si el mundo entero estuviera implosionando en ese campo de batalla.

 

Hasta que, por fin, los cuatro combatientes retrocedieron de un salto al mismo tiempo… y colapsaron.

 

Hiroshi cayó de rodillas, jadeando, las manos temblorosas sobre el suelo. Hiroaki se desplomó, la vara casi cayéndosele de las manos. Los dos estaban cubiertos desangre, polvo y sudor, apenas respirando.

 

Frente a ellos, Kenshiro no Oni y Genshiro Obelisk… también de rodillas, temblando. Sus rostros, antes inquebrantables, ahora desfigurados por la rabia y la frustración. Kenshiro apretaba los dientes, la máscara agrietada, mientras Genshiro golpeaba el suelo con los puños, temblando de puro odio.

 

Silencio. Solo el sonido de la respiración agónica de los cuatro.

 

Hiroaki rompió el silencio, mirando a Hiroshi:

 

—Solo… nos queda un elixir. Bueno, dos. Dos elixires.

 

Hiroshi, jadeante, sonrió con la boca llenade sangre:

 

—Perfecto… eso es suficiente.

 

Ambos sacaron los frascos, se los bebieron… y poco a poco, los cortes empezaron a cerrarse, las fuerzas volviendo a sus cuerpos. Se levantaron, aún tambaleantes… pero listos.

 

Frente a ellos, Kenshiro no Oni y Genshiro Obelisk también se pusieron en pie, más furiosos que nunca. Kenshiro no Oni levantó la katana, y por primera vez su voz tembló:

 

—¡NO… NO VAMOS A PERDER CONTRA VOSOTROS! ¡ESTO NO PUEDE SER!

 

Genshiro gritaba como un loco:—¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO PUEDO FALLAR! ¡NO PUEDO PERDER AHORA!

 

Ambos enemigos temblaban de rabia, la locura desbordándolos. Sus ojos ya no eran fríos… eran puro miedo mezclado con furia descontrolada.

 

Hiroshi levantó la nueva espada, Hiroaki la vara… y los cuatro se quedaron quietos, mirándose… esperando el siguiente y definitivo movimiento.

 

Y ahí… corte a negro.

 

 

 

Hiroshi apretó los dientes, la nueva espada vibrando en su mano como si tuviera vida propia. Miró a Genshiro, ambos tambaleándose, cubiertos de heridas ysangre… pero ninguno dispuesto a retroceder.

 

—¡Falcoestocada! —rugió Hiroshi, alzando la espada al cielo.

 

De pronto, ¡BUM!, mil réplicas aparecieron de golpe, alineadas como un ejército. El campo de batalla tembló, la visión era tan sobrecogedora que parecía un océano de guerreros idénticos.

 

Pero Hiroshi jadeó, miró al frente, y negó con la cabeza.

 

—No… no es suficiente…

 

Apretó la empuñadura con todas sus fuerzas, los ojos encendidos por la furia, y gritó con un rugido desgarrador:—¡¡¡FALCOESTOCADA!!!

 

¡BOOOOM! Tres mil réplicas más aparecieron de la nada, cubriendo el horizonte, un mar interminable de Hiroshis, todos levantando sus espadas mágicas al cielo. El mundo pareció romperse por completo.

 

Genshiro Obelisk, desencajado, soltó un alarido demencial:

 

—¡¡¡NOOOO!!! —su voz se mezcló con la de Hiroshi.

 

—¡¡¡AAAAHHHHH!!! —gritó Hiroshi con una rabia salvaje.

 

Ambos se lanzaron uno contra el otro, como dos meteoros a punto de chocar. Y entonces… ¡CAOS TOTAL! Sus espadaschocaron y empezaron a cortar, cortar, cortar como si fueran dos bestias salvajes. Cada tajo era un estallido, un fogonazo. Chispas, sangre, ascuas… ¡CLANG! ¡CLANG! ¡SLASH! ¡SLASH! Se cortaban mutuamente como dos titanes desesperados, sin piedad ni descanso.

 

Ambos jadeaban, ensangrentados, cayendo de rodillas frente a frente. Un silencio sepulcral cayó sobre el campo.

 

Hiroshi, con la respiración entrecortada y los ojos llenos de lágrimas y rabia, levantó la mirada.

 

—No… no voy a rendirme… seguiré… ¡hasta el final!

 

La espada en sus manos empezó a brillar intensamente, una luz amarilla cegadora. Las replicas desaparecieron.El filo creció, más largo, más grueso, vibrando con un poder nuevo. Un aura de pura electricidad lo rodeaba.

 

Genshiro soltó un rugido final, levantando su espada con las dos manos:

 

—¡¡¡MUEREEEE!!!

 

Hiroshi hizo lo mismo, rugiendo con cada fibra de su ser:

 

—¡¡¡AAAAAHHHH!!!

 

Y entonces… ¡ZAS! Se abalanzaron uno sobre otro. Todo se ralentizó. El sonido se apagó, solo el viento movía sus cabellos. Ambos levantaron sus espadas… y con un movimiento perfectamente sincronizado, trazaron un corte horizontal a la vez. La imagen era pura poesía bélica: dosguerreros entregándolo todo en un único y definitivo golpe.

 

Se quedaron quietos. La respiración entrecortada, mirando hacia adelante. Silencio absoluto.

 

Y entonces… un agujero circular se abrió en el abdomen de Genshiro Obelisk. Lentamente, su espada cayó al suelo, su cuerpo tembló, y se desplomó… jadeando, agonizando, pero vencido.

 

Cambio de escena.

 

Hiroaki, bañado en sudor y sangre, encaraba a Kenshiro no Oni, que se erguía como un demonio, su katana goteando sangre. Hiroaki apretó la vara y gritó con furia:—¡PIRO++! ¡HIELO++! ¡AERO++! ¡AQUA++!

 

Cuatro hechizos estallaron en rápida sucesión, obligando a Kenshiro no Oni a retroceder, desviando como podía con la katana, pero jadeando, golpeado una y otra vez.

 

—¡MALDITO! —rugió Kenshiro, lanzándose como un relámpago y desgarrando a Hiroaki con cortes rápidos y brutales, las patadas impactando en su pecho y abdomen.

 

Hiroaki gritaba de dolor pero ¡no caía! Levantaba Muro de Cristal una y otra vez, usaba Coraza, y seguía luchando. Incluso cuando sangraba, se impulsaba hacia adelante, pegándole patadas y bastonazos, como un león acorralado.—¡CURA++! —gritó Hiroaki, curándose en el acto, y volvió a la carga.

 

¡BAM! ¡PUF! ¡ZAS! Hiroaki golpeaba, conjuraba, le daba en el pecho, en la cara, lo hacía retroceder. Kenshiro no Oni, furioso y sorprendido, se tambaleaba, resistiendo, pero cada golpe le pesaba más.

 

De pronto, Kenshiro cayó de rodillas. Hiroaki, jadeando, lo miró… los ojos llenos de fuego.

 

—…Es mi oportunidad…

 

La vara de Hiroaki empezó a brillar, un rojo fuego, naranja intenso. Un aura salvaje envolvía la punta… y de pronto… ¡BOOOM!

 

Una gigantesca mano de fuego emergió,agarrando a Kenshiro no Oni de la cabeza como una garra infernal.

 

—¡AAAAAAAAHHH! —gritó Kenshiro, tratando de liberarse, pero la mano lo alzó y comenzó a estamparlo contra el suelo con fuerza brutal, una y otra vez.

 

¡BOOM! ¡BOOM! ¡BOOM!

 

Hiroaki, con la mirada ardiente, levantó la vara y la hundió hacia abajo. La mano de fuego se desvaneció justo cuando Hiroaki atravesó el abdomen de Kenshiro no Oni con la vara, un chorro de sangre salpicando por el aire en un estallido violento.

 

Kenshiro se quedó inmóvil, temblando… y cayó lentamente al suelo, derrotado.Silencio.

 

Hiroaki y Hiroshi, malheridos, exhaustos, apenas podían mantenerse en pie. Se miraron, jadeando como si hubieran corrido mil kilómetros, la sangre resbalando por sus rostros. No estaban al borde de la muerte… pero heridos más allá de lo humano.

 

Frente a ellos, Kenshiro no Oni y Genshiro Obelisk yacían en el suelo… agonizando, destrozados… vencidos.

 

El silencio pesó como una montaña. La escena cortó… dejando todo congelado en ese momento de victoria sangrienta y sufrida.

 

 

Kenshiro no Oni y Genshiro Obelisk yacíanen el suelo, jadeando, su sangre empapando la tierra. Apenas podían moverse, sus ojos apagados, derrotados.

 

Hiroaki y Hiroshi, tambaleantes, se acercaron lentamente, las armas aún en la mano, la respiración temblorosa, las heridas abiertas pero de pie, vencedores.

 

Hiroshi alzó la voz, ronca pero firme:

 

—Hemos sido más fuertes que vosotros.

 

Hubo un silencio cargado… y entonces, Kenshiro no Oni, con una media sonrisa rota, murmuró:

 

—En absoluto…

 

Genshiro Obelisk levantó la cabeza, sus ojos encendidos aún en la agonía, yañadió, jadeante:

 

—Seguís siendo… débiles…

 

Kenshiro, con la voz quebrada, terminó:

 

—Nosotros hemos perdido porque… hemos sido débiles. Más débiles que vosotros. Enhorabuena… habéis matado a un dios… y a un semidios…

 

Un último aliento. Kenshiro miró al cielo, sus ojos apagándose:

 

—Habéis frustrado mis planes… Por primera vez… dos jugadores han hecho frente a seres como nosotros…

 

Sus cuerpos comenzaron a desvanecerse lentamente, como polvo arrastrado por el viento. La niebla oscura que había cubiertotodo empezó a disiparse. El cielo, poco a poco… se despejó.

 

El azul apareció entre las nubes rotas, los rayos del sol atravesaron el campo de batalla, calentando la piel destrozada de Hiroaki y Hiroshi. Ambos se quedaron allí, inmóviles… y de pronto… cayeron al suelo.

 

Se miraron… y soltaron una carcajada. No era una risa feliz, sino una risa rota, una risa que mezclaba alivio, agotamiento, y la incredulidad de seguir vivos después de algo tan imposible.

 

—Jajaja… —jadeaba Hiroshi, secándose la sangre de la cara—. No sé ni cómo estamos vivos…

 

Hiroaki, aún riendo con la respiración cortada, se llevó una mano al pecho:

 

—Dios… ¡ni yo lo sé…!

 

La risa se apagó poco a poco, y Hiroshi, con la mirada aún al cielo despejado, dijo:

 

—¿Podemos hablar… de que hemos matado a dos seres impresionantemente fuertes?

 

Hiroaki se giró, mirando a su amigo a los ojos, y confesó con sinceridad brutal:

 

—Te juro… que no me veía capaz de algo así… en ningún momento…

 

Y entonces… ¡PLOP! Una pantalla gigantesca apareció ante ellos, flotando en el aire:

 

[Has obtenido: 1.000.000XP]

 

—[¡HAS SUBIDO DE NIVEL!—]

 

Luces cegadoras. Los números comenzaron a escalar como una locura, cada nivel subiendo uno tras otro:

 

LVL 56… 57… 58… 70… 80… 90… 99… ¡100!

 

¡DING!

 

Los parámetros aparecieron frente a ellos, explotando en mejoras masivas:

 

 

---

 

HIROAKI - Nivel 100HP: 15.000 (↑ +8.500)PM: 20.000 (↑ +13.400)Fuerza: 500 (↑ +315)Defensa: 3.500 (↑ +2.310)Poder Mágico (Ataque mágico): 8.500 (↑ +5.370)

 

Defensa mágica: 3.800 (↑ +2.750)

 

 

Agilidad: 700 (↑ +415)

 

 

 

---

 

HIROSHI - Nivel 100HP: 25.000 (↑ +15.800)PM: 6.000 (↑ +3.700)Fuerza: 3.500 (↑ +2.320)Defensa: 5.000 (↑ +3.200)Poder Mágico: 400 (↑ +285)Agilidad: 1.200 (↑ +770)

 

 

---

 

Ambos miraron los números, sin poder procesarlo bien, boquiabiertos.

 

De repente, otra notificación apareció: una exclamación azul parpadeante. Hiroaki, con la mano temblorosa, la pulsó.

 

Un mensaje se desplegó lentamente:[Ahora puedes salir del juego en cualquier momento y guardar tu progreso.]

 

Un silencio abrumador. Hiroaki miró a Hiroshi… y asintió.

 

—Voy a guardar esto… no quiero perder ni un segundo de lo que hemos vivido.

 

Pulsó el botón y guardó.

 

Los dos se quedaron tumbados en el suelo, mirando al cielo abierto, respirando hondo… por primera vez en paz.

 

Hiroshi, con la voz ronca, dijo:

 

—Hemos vivido… algo que no se puede explicar. Dos dioses… dos malditos dioses…Hiroaki sonrió débilmente, sin apartar la vista del cielo:

 

—Nunca lo olvidaremos… esto… ha sido demasiado grande…

 

Y lentamente, la cámara comenzó a alejarse. El campo de batalla destruido se fue haciendo pequeño en la vista. Hiroaki y Hiroshi, dos puntos diminutos en medio de la nada, tumbados… exhalando el peso de la victoria.

 

El cielo azul vibraba con vida, las nubes esponjosas se movían suavemente… un par de pájaros volaron por encima de ellos… y un grupo de mariposas se elevó entre las ruinas, danzando en círculos hacia la luz del sol.

 

La música de fondo se desvaneciólentamente, dejando solo el sonido del viento suave.

 

Y ahí… corte a negro.

 

 

Click.La pantalla del juego se desvaneció. Hiroaki y Hiroshi se quitaron lentamente las gafas de realidad virtual, las manos temblorosas. La luz tenue de la habitación los envolvía. Todo estaba en silencio… excepto sus respiraciones, pesadas y jadeantes.

 

Intentaron levantarse… pero sus cuerpos no respondieron. Ambos se dejaron caer sobre la alfombra, agotados, mirando al techo, las gotas de sudor resbalando por sus sienes.Hiroshi, jadeante, murmuró:

 

—Tío… no puedo… moverme casi…

 

Se estiró el cuello, y con esfuerzo, se levantó la camiseta. Lo que vio lo dejó helado: cortes profundos, cicatrices, hematomas… idénticos a los del combate.

 

—…No jodas… —susurró, con los ojos abiertos de par en par—. Hiroaki… ¡mira esto!

 

Hiroaki, aún tumbado, se incorporó con dolor y alzó su camiseta… idéntico. Heridas por todos lados, cicatrices recientes, como si acabara de salir de un campo de batalla real.

 

Hiroshi, con la voz quebrada:—¡Era verdad… eso de que si morías en el juego, morías en la vida real! Mira… estamos llenos de heridas… Esto… esto fue REAL.

 

Hiroaki respiró hondo, los ojos nublados por la fatiga:

 

—Sí… yo también… apenas puedo moverme. Y eso que no usé Cura++… pero… no hizo falta… no estábamos al borde de la muerte… pero casi…

 

Ambos se quedaron unos segundos mirando al techo, respirando profundo, como si estuvieran aún procesando la locura vivida.

 

Finalmente, Hiroaki, con esfuerzo, se puso de pie, tambaleándose. Avanzó, muy lentamente, hacia la cocina. La cámara losiguió en un plano largo y silencioso, enfocando su mano temblorosa cuando abrió la nevera.

 

¡Click!

 

El aire frío salió en una ráfaga, moviendo ligeramente su cabello. Hiroaki sacó dos latas de refresco, sus manos aún marcadas por la pelea. Con pasos pesados volvió hacia Hiroshi, que seguía tirado, y le extendió una.

 

—Toma… —murmuró.

 

Hiroshi la agarró, sonriendo débilmente, y la alzó.

 

—Gracias…

 

Ambos abrieron las latas al mismo tiempo.

 

¡PSSSHHT!

 

El sonido se expandió en la habitación, puro alivio. Hiroshi dio un gran sorbo, cerrando los ojos, dejando que la bebida le refrescara el alma.

 

—¿Sabes? —dijo Hiroshi, bajando la lata—. ¿Podemos seguir entrando al juego para descubrir cosas? Ya sabes… completar misiones, conseguir objetos, lo típico… lo que hacen en los videojuegos normales.

 

Hiroaki lo miró, respirando hondo, y con una media sonrisa respondió:

 

—Sí… había un par de misiones interesantísimas en el tablón de cacerías…

 

Hiroshi se rió, cansado pero animado:

 

—Pues ya está. Cuando nos recuperemos del todo… volveremos a entrar. Estoy seguro de que conseguiremos grandísimas cosas.

 

Hiroaki levantó su lata, mirándola un segundo bajo la luz que entraba por la ventana. La abrió de nuevo, le dio un buen trago, y, mirando a su amigo, asintió:

 

—Sí… estoy seguro de que juntos conseguiremos grandes cosas.

 

La cámara se alejó lentamente, dejando a Hiroaki y Hiroshi sentados en el suelo, aún heridos, pero vivos, conversando entre sorbos de refresco.

 

El plano siguió retrocediendo… enfocó la ventana abierta…El cielo azul, limpio, con nubes suaves flotando lentamente. Unas mariposas cruzaron en primer plano, danzando con la brisa, mientras un par de pájaros sobrevolaban el edificio, dejando una estela de paz.

 

La música se desvaneció lentamente.

 

FIN.

 

 

 

Epílogo

 

Skylander estaba más viva que nunca. Niños corrían por las calles, riendo y jugando a sus propios juegos de guerreros; mercaderes gritaban para atraer clientes; soldados patrullaban o curioseaban entre los puestos, y losherreros golpeaban el metal incansablemente. La plaza central hervía de actividad, llena de gente comprando, vendiendo y disfrutando de la tranquilidad que tanto había costado conseguir.

 

En medio de ese bullicio, Hiroaki y Hiroshi caminaban juntos, charlando sobre las últimas aventuras que habían vivido, las armas y objetos que habían obtenido, y lo mucho que habían mejorado desde la última gran batalla.

 

De repente, Hiroshi rompió el ritmo relajado:

 

—Tío, ¿sabes que el otro día conseguí un objeto muy raro?

 

Hiroaki levantó la ceja, curioso.—¡Ostras! ¿Cuál?

 

—Mitrilo —respondió Hiroshi, sacándolo de su inventario.

 

Lo mostró con orgullo: era un objeto brillante, con una forma peculiar que recordaba a un cuerno mezclado con un ala de murciélago. Su superficie brillaba sutilmente y dejaba ver un reflejo tenue de quien lo miraba.

 

—Vaya… parece muy valioso —dijo Hiroaki, impresionado.

 

—¿Verdad que sí? Es increíble —respondió Hiroshi, satisfecho.

 

En ese momento, un grito potente resonó en la plaza, atrayendo la atención de todos:—¡FESTIVAL DE LAS ARMAS! ¡Festival de las armas! ¡Elijan las mejores armas del mundo! ¡Tenemos de todo: espadas, varas, escudos, armaduras! ¡Por favor, echen un vistazo!

 

Un corro de gente se agolpó alrededor del puesto, sobre todo soldados intrigados, aunque muchos solo miraban, sorprendidos por los precios: entre 5.000 y 20.000 monedas de oro, armas dignas de campeones.

 

Hiroshi se giró hacia su compañero:

 

—Tío, nosotros teníamos 80.000 monedas de oro, ¿no?

 

—Sí —confirmó Hiroaki—. ¿Quieres que te pille algún arma interesante?Hiroshi negó con la mano.

 

—No, no, prefiero ver el tablón de cacería, a ver qué han puesto nuevo.

 

—Bueno… pues yo me voy a pillar una vara. A ver qué pillo.

 

—Vale, nos vemos en el tablón de cacería cuando termines.

 

—Descuida.

 

Hiroaki se acercó a la tienda de armas, paseando la mirada entre las vitrinas repletas de objetos poderosos. Nada parecía llamarle realmente la atención… hasta que de pronto, sus ojos se detuvieron en un nombre brillante:

 

Vara Densa

 

—¿Eh…? —murmuró, acercándose para leer la descripción.

 

Poder mágico: +4.000PM: +7.000Sin habilidades especiales.Coste: 40.000 monedas de oro

 

Hiroaki abrió los ojos con asombro.

 

—Madre mía… —susurró.

 

El precio: 40.000 monedas de oro. Tenían 80.000. Era la mitad de su fortuna… pero lo valía.

 

El hombre del puesto, viéndolo embobado, se inclinó un poco hacia él.

 

—¿Qué, chaval? ¿Has visto un arma que te ha gustado?

 

Hiroaki asintió sin dudar:

 

—Sí, la Vara Densa. La compro.

 

El vendedor sonrió ampliamente mientras realizaba la transacción. En cuanto Hiroaki sostuvo la vara en sus manos, un leve destello mágico lo envolvió. Sintió cómo su poder se elevaba de inmediato, y un mensaje apareció frente a sus ojos:

 

 

---

 

HIROAKI – Nivel 100 (Equipado con Vara Densa)PM: 27.000 (↑ +7.000)Poder Mágico (Ataque mágico): 12.500 (↑+4.000)

 

 

 

---

 

Hiroaki apretó la vara con fuerza, sintiendo el potencial que acababa de añadir a su arsenal.

 

 

Hiroshi estaba solo frente al tablón de cacerías, el ceño fruncido mientras repasaba cada papel con atención. No había nada interesante. Soltó un suspiro, algo frustrado.

 

—Hay algunas cosas que no cambian… —murmuró para sí mismo, volviendo a clavar la mirada en los papeles.Seguía escaneando la madera vieja del tablón cuando, de pronto, algo le llamó la atención. Había un papel nuevo, impecable, sin arrugas ni manchas, como si lo hubieran colocado hacía apenas unos minutos. En letras claras se leía:

 

Slime Férreo

 

El dibujo era simple: una gran interrogante. La descripción decía: “Un pequeño limo que está causando estragos, mordiendo a niños y asustándolos. Se solicita a cualquier aventurero que lo ahuyente o acabe con él.”

 

Hiroshi entrecerró los ojos, rascándose la barbilla.

 

—¿Slime Férreo…?En ese momento apareció Hiroaki por detrás.

 

—Eh, ¿qué pasa?

 

Hiroshi se giró y soltó una sonrisa al ver la nueva vara de su compañero.

 

—¡Ostras, Hiroaki, vaya vara más chula!

 

—¿Verdad que sí? —rió Hiroaki, levantándola para enseñarla—. Es una pasada. Madre mía, lo que ha aumentado de poder mágico en solo un momento…

 

—Anda, echa un vistazo a esto —le interrumpió Hiroshi, señalando el tablón.

 

—¿A qué?

 

—Al papel. Mira, tiene una interrogante.

 

Hiroaki se acercó y leyó la descripción, frunciendo el ceño.

 

—¿Un Slime Férreo que muerde a los niños? Qué raro…

 

—¿A que sí? Es un poco extraño.

 

—¿Dónde está situado?

 

Hiroshi repasó la parte inferior del cartel.

 

—Pone que está en el norte de Skylander.

 

Hiroaki asintió.

 

—Pues habrá que ir a echar un vistazo, ¿no?

 

—Sí. Igual es una bestia fuerte. Aunqueaquí pone que es pequeño… Pero no sabemos a lo que nos vamos a enfrentar.

 

Hiroaki sonrió, ajustando su vara recién adquirida.

 

—Bueno, solo hay una forma de averiguarlo, ¿no? Vamos a ver qué es o nos quedamos aquí para siempre. Porque yo tengo intriga de lo que es.

 

—¡Sí, venga, vamos, que tengo muchas ganas! —dijo Hiroshi, ya animado.

 

Ambos se pusieron en marcha, caminando en dirección al norte, atravesando las zonas menos transitadas hasta adentrarse en un claro tranquilo. Allí, en medio del campo, lo vieron.

 

—Anda… —dijo Hiroshi, parándose en seco—. Es una bola azul.

 

Flotaba ligeramente, con una carita sonriente y feliz, como si no supiera el peligro que podía suponer.

 

—Nunca había visto un monstruo así… —comentó Hiroaki, analizando la escena—. Después de que viéramos a ese Boom, que también fue extraño, esto es extremadamente peculiar.

 

Hiroaki activó el análisis de parámetros y los leyó en voz alta:

 

—Nivel 1. Todo, todo a 10. Todo está a 10.

 

—¡Anda! —rió Hiroshi—. ¡Pero si nosotros somos nivel 100! Vamos chetadísimos, ¿no?—Eso parece —asintió Hiroaki.

 

Hiroshi desenfundó su espada.

 

—Bueno, lánzale un Piro y acabemos con esto rápido.

 

Hiroaki levantó su vara, apuntó y conjuró.

 

—¡Piro++!

 

Una bola de fuego voló directamente hacia el slime. Seguros de la victoria fácil, los dos se dieron la vuelta, dándose la mano en señal de misión cumplida.

 

Pero entonces, un sonido extraño los detuvo. Un zumbido profundo, como si algo estuviera succionando… magia.

 

[Derrota o ahuyenta al Slime Férreo]

 

Se giraron al instante. El slime estabaabsorbiendo la magia de Piro++, su cuerpo vibrando y expandiéndose rápidamente, brillando con un tono metálico mientras crecía desmesuradamente.

 

Ante sus ojos, se transformó en un monstruo enorme, reluciente, coronado: King Slime Férreo.

 

Ambos retrocedieron un paso, sorprendidos.

 

—Ostras… —susurró Hiroshi—. ¿Pero qué ha pasado…? ¡Se ha transformado!

 

 

El King Slime Férreo seguía allí, azul brillante, aunque ahora era gigantesco y llevaba una corona dorada sobre su cabeza. Su expresión, curiosamente, seguía siendo la misma: una caritasonriente y feliz.

 

Hiroaki entrecerró los ojos, analizando.

 

—Sigue siendo azul… pero tiene una corona en la cabeza y esa cara feliz no cambia.

 

Hiroshi desenfundó su espada con decisión.

 

—¿Qué más da? Vamos a acabar con él.

 

Con rapidez, Hiroshi le lanzó tres espadazos certeros mientras Hiroaki conjuraba:

 

—¡Aero++!

 

El vendaval mágico y los golpes físicos hicieron retroceder al slime, que cayó alsuelo con un plop sonoro. Por un instante, todo pareció terminado.

 

Pero entonces… el King Slime Férreo comenzó a temblar ligeramente, y volvió a levantarse como si nada hubiera pasado.

 

Hiroaki entrecerró los ojos, abriendo su menú de análisis.

 

—No le hemos quitado HP… Es extraño. Es un bicho muy peculiar.

 

De pronto, sin previo aviso, el King Slime Férreo creció aún más durante unos segundos y se abalanzó sobre ellos con toda su masa gelatinosa, intentando aplastarlos.

 

—¡Cuidado! —gritó Hiroshi.Ambos se apartaron a tiempo, rodando por el suelo, y acto seguido contraatacaron. Hiroshi le asestó otro espadazo y Hiroaki lanzó un potente:

 

—¡Aqua++!

 

Pero nada. Los golpes no solo no hicieron daño… ¡sino que rebotaron como si hubieran golpeado algo invisible y sólido!

 

—¿Pero qué está pasando aquí? —exclamó Hiroaki, retrocediendo un paso

 

Hiroshi gruñó, volviendo a la carga, pero cada intento era inútil. El King Slime Férreo seguía avanzando, implacable, lanzando saltos pesados y ataques con su cuerpo masivo, obligándolos a defenderse una y otra vez.

 

Y entonces, algo cambió.

 

El slime comenzó a temblar violentamente, y poco a poco su color azul empezó a tornarse grisáceo, ganando un brillo metálico oscuro y reluciente. Ahora se veía casi negro, con un resplandor siniestro bajo la luz del sol.

 

—¿Qué ha hecho? —preguntó Hiroaki, sin apartar la mirada.

 

—No lo sé… —contestó Hiroshi—. De repente ha cambiado de color.

 

Hiroaki rápidamente abrió el análisis de nuevo, y sus ojos se agrandaron al leer los nuevos parámetros.

 

—¿Pero qué cojones…? —murmuró, lívido—. Tiene… una defensa brutal… ¡Hostia puta!

 

Hiroshi se acercó y miró también.

 

King Slime Férreo – Nivel ???HP: ???Ataque: ???Defensa: 9.999.999Otros stats: ???

 

Hiroshi se quedó petrificado, boquiabierto.

 

—¿Estás de coña…? —susurró—. ¿Estás de puta coña, tío? ¿Cómo puede ser que tenga tanta defensa?

 

Apretando los dientes, Hiroshi levantó su espada.

 

—¡Bueno, mucha defensa o no… lo voy a acabar igual!

 

Se lanzó hacia el slime y le asestó un fuerte espadazo. Esta vez, cuando la espada impactó, sonó un ¡CLANG! metálico, un estruendo seco y contundente… pero al mirar, Hiroshi vio que el cuerpo seguía siendo gelatinoso.

 

Retrocedió, confundido.

 

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —preguntó Hiroaki.

 

—Es… es rarísimo —dijo Hiroshi, incrédulo—. Le he golpeado, ha sonado como si fuera metal… pero su cuerpo sigue siendogelatinoso. ¡Es muy extraño!

 

Hiroaki miraba con el ceño fruncido.

 

—Nunca nos hemos enfrentado a un enemigo así… Que le golpeemos y no le hagamos ni un rasguño…

 

Hiroshi apretó los dientes, frustrado.

 

—Vaya… este tío se cree Kenshiro No Oni, ¿verdad? —bufó, levantando su espada—. ¡Pues te vas a enterar!

 

Empezó a lanzarle espadazos muy rápidos, furioso. Cada golpe sonaba a metal, un repiqueteo seco que no provocaba ni un rasguño en la superficie del slime.

 

Hiroshi jadeaba, parando un segundo.

 

—Es que… no le hacemos nada. ¡Nada! Pero nada, ¿eh? ¡Nada!

 

El King Slime Férreo seguía allí, inmóvil, como burlándose de ellos con su eterna sonrisa.

 

 

Hiroaki, decidido a intentarlo una vez más, levantó su vara y conjuró una nueva magia. Lanzó un hechizo directo hacia el King Slime Férreo… pero, para su asombro, en cuanto la magia tocó al slime, desapareció en el acto, como si nunca hubiera existido.

 

Ambos se quedaron mirando la escena, congelados.

 

—Bueno… esto ya es un poco cachondeo,¿no? —dijo Hiroaki, soltando el aire.

 

De repente, la expresión sonriente del King Slime Férreo cambió. Su cara se volvió burlona, y comenzó a dar saltitos provocadores, incluso meneando el trasero descaradamente delante de ellos, como si supiera perfectamente que no podían hacerle nada.

 

Hiroshi lo miró, atónito.

 

—¿Será cabrón? ¡Se está riendo de nosotros! —exclamó, con una mezcla de risa e indignación.

 

Hiroaki se pasó la mano por la cara, agotado mentalmente.

 

—Esto ya me está pareciendo un poquito… un poquito vergonzoso. Somos nivel 100 yno podemos vencer a este bicho…

 

Con rabia renovada, Hiroshi se lanzó de nuevo hacia el slime, espada en mano, pero esta vez, sorprendentemente, el King Slime Férreo se deslizó hacia un lado, esquivando el golpe con una agilidad inesperada, y se alejó dando saltitos despreocupados hasta perderse entre los árboles.

 

Hiroshi se quedó quieto, mirando el vacío. Lentamente, guardó su espada en la funda, en completo silencio. Hiroaki hizo lo mismo, guardando la vara poco a poco, sin decir palabra, acercándose a su amigo.

 

Hiroshi, con el ceño fruncido y todavía procesando lo ocurrido, preguntó:

 

—Esto… esto solo pasa en los videojuegos,¿no?

 

Hiroaki suspiró.

 

—Sí… parece que sí. Solo en los videojuegos.

 

En ese instante, apareció una pantallita brillante frente a ellos:

 

[Misión cumplida.]

 

Ambos la miraron, desconcertados.

 

—Vaya… —dijo Hiroaki—. Se ve que al ahuyentarlo, hemos cumplido con la misión… supongo.

 

Hiroshi soltó un resoplido y se encogió de hombros.—Bueno, vamos a tomar algo a la taberna.

 

Hiroaki sonrió levemente.

 

—Por mí, vale. Pero no te pongas pedo como el otro día, ¿eh? Que me rompiste los oídos cantando esa canción horrible.

 

Hiroshi soltó una carcajada, cerrando la coña:

 

—¡Venga, hombre, te gustó y lo sabes!

 

Y, como si fuera inevitable, empezó a cantar a pleno pulmón mientras caminaban:

 

—¡Maríaaa, te echo de menoooos…!

 

Hiroaki, llevándose la mano a la frente, murmuró para sí:

 

—Si es que… no sé para qué digo nada.

 

Hiroshi, animado, pasó el brazo por encima del cuello de Hiroaki, abrazándolo en tono cómplice.

 

—Anda, venga, que sé que te gusta.

 

La imagen se congeló en ese momento: Hiroshi cantando con toda la energía, Hiroaki con una cara de “por favor, sacadme de aquí”, mientras seguían caminando juntos hacia la ciudad.

 

El plano se fue alejando poco a poco, elevándose hasta mostrar el cielo despejado sobre Skylander.

 

Y, finalmente, apareció en pantalla:Ahora sí: FIN.