El amanecer iluminaba las montañas del territorio Muheon con tonos anaranjados y rojizos. Jin, vestido con una túnica oscura bordada en hilo plateado —símbolo del clan—, caminaba en silencio junto a Qian Rou, su guardiana, mientras se adentraban en las zonas salvajes que rodeaban la región.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó Qian.
—Sí. No regresaré a la academia con las manos vacías —respondió Jin con voz firme—. He creado dagas, armaduras, soldados… pero ahora quiero algo más grande. Una creación viva. Una fusión perfecta.
Qian lo observó de reojo, preocupada. Había visto la transformación de su joven amo desde sus primeros pasos hasta convertirse en un pequeño dragón de ambición y propósito. Su nuevo núcleo, el cuarto, le daba una intensidad que incluso a ella la intimidaba.
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Durante horas, recorrieron bosques profundos y valles perdidos. Jin no buscaba cualquier criatura. Buscaba una bestia espiritual moribunda, una que estuviera al borde de su final… no para matarla, sino para salvarla de otra forma.
Entonces, la encontró.
Una pantera espectral, con escamas negras y ojos violáceos, yacía herida, envenenada por otra bestia superior. Su respiración era agitada, y su cuerpo estaba quebrado, pero su núcleo espiritual aún ardía débilmente.
Qian se puso en guardia al instante.
—Está envenenada. Si se despierta, nos atacará.
—No lo hará —dijo Jin, acercándose despacio—. Siente mi energía. Sabe que no vengo a terminar con ella… sino a darle una nueva vida.
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Colocó las manos sobre su cuerpo, y el núcleo en su pecho comenzó a girar.
Luego el de su mente.
Y luego el del corazón.
Las tres energías, ahora sincronizadas alrededor del núcleo anillo de su alma, comenzaron a trazar un patrón sobre la bestia, como si estuvieran "leyendo" su estructura espiritual y corporal.
Y entonces… comenzó la reforja.
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Metal líquido surgió de su anillo dimensional, fundiéndose con los huesos rotos de la pantera. Sus garras fueron reemplazadas por filamentos de obsidiana pura. Sus ojos, ahora relucientes, podían ver más allá de la materia.
El núcleo espiritual fue protegido por una armadura viviente forjada con minerales resonantes que aumentaban la energía espiritual en un 40%.
Pero el alma de la pantera se mantuvo intacta.
—No eres mi esclava —susurró Jin mientras completaba el proceso—. Eres mi compañera. Mi primera creación viva.
Y con eso, se completó el vínculo.
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La pantera abrió los ojos. Su respiración era estable, su cuerpo ahora firme y veloz, y su energía espiritual purificada.
Era una nueva criatura.
Nombre asignado: Nyara.
Clase: Espíritu Mecánico Forjado.
Nivel: Intermedio.
Lealtad: Voluntaria.
Vínculo: Emocional.
Qian quedó perpleja.
—¿La salvaste y la convertiste en… eso?
—No. La convertí en lo que siempre debió ser —respondió Jin, acariciando su lomo metálico.
—Y si otros te juzgan por esto…
—Entonces, que lo hagan. No todos entenderán. Pero yo no estoy aquí para complacerlos.
—¿Y qué es Nyara para ti?
—Un símbolo.
De lo que soy capaz.
De lo que voy a crear.
De lo que este mundo aún no entiende.
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Jin, Qian y Nyara emprendieron el regreso al Monte Yunxiao. El viento soplaba con fuerza, pero Jin avanzaba con paso firme.
Era hora de volver.
De demostrar cuánto había cambiado.
De enseñar que el niño prodigio ya no era solo un forjador.
Era un creador de futuro.
Y con una mirada hacia el cielo, murmuró:
—Prepárense… porque la historia aún no ha comenzado.