—¡Seraphina! —El corazón de Orion martilleaba contra su caja torácica mientras su ropa se desvanecía. Sus huesos crujieron y se reformaron, el pelaje brotando por toda su piel mientras se transformaba en su forma de lobo.
Corrió velozmente por el bosque, sus patas retumbando contra la tierra. El aroma a miel y vainilla se hacía más fuerte, guiándolo como un faro. El miedo lo agarraba con más fuerza a cada paso. ¿Y si saltaba? ¿Y si llegaba demasiado tarde?
Los árboles se abrieron a un pequeño claro, y el alivio lo inundó. Seraphina estaba allí, viva y entera, no al borde del acantilado como había temido. Ella estaba de espaldas a él, su cabello rubio captando la luz del atardecer.
No se había transformado. No había saltado.
Solo estaba... de pie allí.
Orion volvió a su forma humana, agarrando los pantalones cortos de repuesto que mantenía atados a su tobillo durante las transformaciones. Se los puso rápidamente.