Miré fijamente el cuerpo desnudo de Lilith, esperando como una ofrenda en el suelo de mi habitación. La visión que una vez habría despertado un hambre inmediata ahora me dejaba frío. Su pose ensayada, su sonrisa calculada – todo parecía vacío.
—Vete —dije, con voz monótona.
Los ojos de Lilith se abrieron de par en par, un asombro genuino reemplazando su expresión seductora. —¿Qué?
—Ya me oíste. Vístete y vete. —Pasé junto a ella hacia mi ventana, evitando deliberadamente mirar su cuerpo de nuevo.
—¡Kaelen! —Se puso de pie apresuradamente—. He estado esperándote. —Su voz bajó al ronroneo sensual que solía funcionar conmigo—. Pensé que después de lidiar con esa patética omega, podrías necesitar un placer real.
La comparación con Seraphina hizo que apretara la mandíbula. —No estoy interesado.
—¿No estás interesado? —repitió Lilith, con incredulidad en su voz. Se acercó por detrás, deslizando sus manos alrededor de mi cintura—. ¿Desde cuándo no estás interesado en esto?