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El tiempo se congeló mientras Kaelen cruzaba los campos de entrenamiento, sus movimientos un borrón de gracia letal. Los guerreros se dispersaron como hojas en una tormenta, ninguno atreviéndose a interponerse en el camino de su Alfa enfurecido. El rostro de Logan se había quedado sin color, su anterior bravuconería evaporándose en un instante.
—Alfa, yo... —Las palabras de Logan se cortaron cuando Kaelen lo agarró por la garganta y lo levantó del suelo.
—La tocaste —gruñó Kaelen, su voz apenas humana—. Pusiste tus manos sobre mi Luna.
Logan arañaba desesperadamente el agarre de Kaelen, sus pies pataleando inútilmente en el aire. —Fue... un error... por favor...
Con un sonido de puro disgusto, Kaelen lo arrojó al suelo. Antes de que Logan pudiera alejarse a rastras, la bota de Kaelen conectó con sus costillas. El enfermizo crujido resonó por todo el patio de entrenamiento ahora silencioso.