Capítulo 46: Instintos Primarios

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No podía quitarle los ojos de encima mientras se desnudaba. Sus movimientos eran calculados, deliberados, diseñados para atormentarme mientras se quitaba la camiseta por encima de la cabeza con una lentitud agonizante. Se me secó la boca cuando se desabrochó el sujetador deportivo, dejándolo caer al suelo de tierra del círculo de entrenamiento.

—¿Te gusta lo que ves, Alfa? —se burló Seraphina, con voz cargada de falsa inocencia.

Permanecí en silencio, con la mirada fija en sus pechos perfectos. Su sutil rebote con cada uno de sus movimientos enviaba relámpagos por mis venas. Mis dedos ansiaban tocar, reclamar lo que era mío.

No, no mío. La odiaba. Necesitaba recordar eso.

Pero mi lobo discrepaba vehementemente, arañando mi interior, desesperado por liberarse.