(Advertencia: Este capítulo contiene contenido explícito y está destinado a lectores adultos.)
Los labios de Orion chocaron contra los míos, robándome el aliento y mi protesta en un solo movimiento contundente. Su beso no fue gentil—fue desesperado, hambriento, exigente. Sus manos agarraron mi cintura, levantándome sin esfuerzo antes de lanzarme sobre la cama. Reboté una vez, mi cuerpo desnudo completamente expuesto a su mirada voraz.
—Dios, mírate —respiró, su pecho agitado—. Tan jodidamente perfecta.
Antes de que pudiera responder, sus manos volaron a sus bóxers, bajándolos de un solo movimiento rápido. Mis ojos se abrieron involuntariamente. Nunca había visto a un hombre desnudo antes, y Orion era... intimidante. Su verga se erguía orgullosamente contra su estómago, gruesa y larga, la punta ya brillando con humedad.
—¿Te gusta lo que ves? —Un toque de su habitual arrogancia coloreó su voz, a pesar de la tensión evidente en su rostro.