Orion
Avancé sigilosamente por el pasillo, apretando y aflojando el puño mientras intentaba calmar mi pulso acelerado. ¿Cómo lo había hecho? ¿Cómo esa frágil mujer me había acorralado de tal manera?
El ultimátum de Seraphina resonaba en mi mente. O la liberaba de su confinamiento o les contaría a mis hermanos sobre nuestro encuentro íntimo cuando estaba drogado. La idea de que Kaelen y Ronan descubrieran cómo había suplicado por su contacto hacía que mi piel se erizara de humillación.
Encontré a mis hermanos en la oficina de Kaelen. Kaelen estaba encorvado sobre su escritorio revisando documentos mientras Ronan descansaba en el sofá de cuero, hojeando una revista.
—Necesitamos hablar —anuncié, cerrando firmemente la puerta tras de mí.
Kaelen no levantó la mirada.
—Si esto es sobre la disputa de la frontera Noreste...
—Es sobre Seraphina.
Eso captó su atención. Ambos hermanos se enderezaron, sus ojos fijándose en los míos.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Kaelen, con voz tensa.