Ciudad Nanhuang.
Aunque habían pasado más de diez días desde que se fue, nada aquí había cambiado.
En su camino hacia la residencia, Xiao Yi estaba cubierto con el olor a sangre, haciendo que la gente se apartara de él.
—Qingzhu, ¡he vuelto!
Tan pronto como entró en la casa, Xiao Yi llamó, pero no hubo respuesta. Una sensación de intensa inquietud se apoderó de su corazón.
Cuando llegó al dormitorio de Fang Qingzhu, descubrió que estaba completamente desordenado, sin nadie a la vista.
—¿Cómo puede ser esto? ¿Dónde está todo el mundo? —El rostro de Xiao Yi palideció.
En ese momento...
La voz de Lin Bingxin llegó desde fuera:
—Qingzhu, ¿no estás en casa? ¿Por qué está abierta la puerta principal?
Lin Bingxin apareció en el dormitorio y vio a Xiao Yi de espaldas a ella, sus ojos se iluminaron.
—Xiao Yi, ¿has vuelto?
Xiao Yi parecía tan sombrío como agua estancada, girándose para enfrentar a Lin Bingxin.