La Gala del Alfa.

El cielo nocturno era un lienzo de oscuridad profunda, adornado con estrellas dispersas y una pálida media luna que proyectaba sombras inquietantes sobre la tierra. El aire transportaba un frío cortante, un susurro silencioso de la noche inminente, mientras la gran ciudad de hombres lobo pulsaba con vida. Risas y voces parloteando se entrelazaban con el suave murmullo de la música, creando una sinfonía de celebración.

Exóticos carruajes, tirados por bestias majestuosas, rodaban suavemente por las amplias calles a un ritmo pausado. Cada carruaje llevaba la insignia de familias poderosas, su estatus reflejado en las ricas telas y los intrincados bordados de las sirvientas que los acompañaban. Vestidas con una variedad de colores, las sirvientas caminaban junto a sus respectivos carruajes, con las cabezas inclinadas, rostros ocultos bajo delicados velos.