Dimitri estaba sentado en su estudio, como solía hacer, pasando largas horas revisando documentos, firmando aquellos que requerían su aprobación. La tenue luz de las velas parpadeaba, proyectando largas sombras por toda la habitación, pero él permanecía concentrado, sus afilados ojos esmeralda escaneando el pergamino frente a él con meticulosa atención.
Liam estaba de pie junto a él, siempre alerta, con la mano descansando ligeramente sobre la empuñadura de su espada. Su aguda mirada se dirigió hacia Dimitri antes de que finalmente hablara.
—Aún no ha saludado al Emperador tras su llegada al palacio, Su Alteza. Hasta que lo haga, no habrá banquete oficial de bienvenida en su honor.
Dimitri sonrió con suficiencia, sin apartar la mirada del documento en sus manos.