Se inclinó, agarrando bruscamente la barbilla de Sorayah, obligándola a encontrarse con su mirada. Sus ojos ardían de odio, inquebrantables. Él apretó los dientes.
—No te mataré, no porque sea misericordioso, lo que ya sabes, sino porque el Lord Beta estaría descontento. Pero te lastimaré tan gravemente que la muerte te parecerá una bendición. Estarás suplicando por ella cuando termine contigo. Estarás vomitando suicidio.
Una amarga sonrisa se extendió por los labios ensangrentados de Sorayah. Escupió un poco, con un rastro carmesí bajando por su barbilla.
—Entonces mátame —dijo, con voz suave pero resuelta—. Prefiero morir en este suelo que dejar que animales inmundos como tú me pongan una mano encima.
Con un rugido atronador, Adam la golpeó en la cara. La fuerza del golpe resonó, provocando jadeos horrorizados entre la multitud. La sangre salpicó de la boca de Sorayah, su cabeza girando hacia un lado. Ella se desplomó una vez más en el suelo, pero aún así, no derramó lágrimas.