—Date prisa. No tenemos tiempo que perder.
Sorayah tragó saliva con dificultad, su expresión cargada de cautela e incertidumbre. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras avanzaba, arrastrando un pie tras otro, hasta que finalmente se detuvo frente a él. Sus ojos se encontraron con la mirada fría, autoritaria e indescifrable de Dimitri.
Antes de que pudiera hablar, Dimitri se movió. En un rápido movimiento, la agarró por la cintura y la atrajo hacia él, tan bruscamente que sus pechos quedaron firmemente presionados. El contacto envió una descarga eléctrica por su columna vertebral.
—¿Qué estás... —comenzó a preguntar, pero las palabras nunca salieron de sus labios.
En un instante, Dimitri la inclinó hacia atrás y estrelló su boca contra la de ella.
Sus labios...
Sabían a vainilla y miel, inesperadamente dulces, y suaves como crema recién batida.