Necesito que finjas ser una mujer embarazada.

El día siguiente llegó en un abrir y cerrar de ojos. Sorayah se había despertado temprano, ya vestida con otro conjunto de camisa y pantalones, cubiertos con una armadura de cobre bruñido. No es que hubiera dormido después de la pesadilla; se había quedado despierta toda la noche, sentada junto a la ventana, escuchando el lejano choque de espadas mientras los soldados entrenaban. La voz profunda de Dimitri había resonado en el aire inmóvil, aguda y autoritaria mientras daba instrucciones.

Ahora, los soldados estaban formados en estricta formación, de pie en líneas rectas, cada uno armado con un arma que brillaba bajo el sol temprano. La tensión era densa, la anticipación vibraba entre las filas como un redoble de tambor.

Dimitri se paró frente a ellos, con expresión indescifrable, su sola presencia exigía silencio. No necesitaba dar otro discurso. Sus soldados ya habían sido minuciosamente informados. Su mente, cuerpo y alma afilados para la guerra.