Me acompañarás al palacio mañana.

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Antes de que Sorayah pudiera reaccionar, una bofetada fuerte y brutal resonó en su rostro, con tal fuerza que la hizo tambalearse ligeramente. El ardor floreció instantáneamente en su mejilla, agudo e implacable, mientras los jadeos hacían eco entre las sirvientas cercanas.

Como si eso no fuera suficiente, Mira empujó a Sorayah al suelo con fuerza despiadada. El piso recibió la espalda de Sorayah con un golpe brusco, cortándole la respiración. Mira levantó la mano nuevamente, su expresión retorcida de furia, preparada para golpear una vez más...

Pero una mano fuerte y callosa atrapó su muñeca en el aire, deteniéndola en seco.

Era Dimitri.

—¡Su Alteza! —exclamó Mira sorprendida, su voz temblando mientras tragaba con dificultad. Su agarre se apretó brevemente antes de soltar su mano con visible desdén, empujándola ligeramente hacia atrás. Sus sirvientas inmediatamente se apresuraron a sostenerla, evitando que cayera.