Prólogo

Turín se despierta igual cada día.

El frío se mete por las rendijas, el café huele a hogar ajeno, y la gente repite sus pasos como si estuvieran programados.

Iván también repite.

Mismo colectivo, mismo uniforme, misma caja número cinco.

Su vida no hace ruido. No molesta, no sorprende, no cambia.

Hasta que ella aparece.

No trae flores, ni gritos, ni promesas. Solo pan integral, una bebida de mango y una caja de té.

Auriculares puestos. Mirada en otra parte.

Pero ese lunes, algo cambia.

Una pausa. Una mirada. Un "gracias, caja cinco" que no debería significar nada... y sin embargo, deja algo encendido.

A veces, las historias no comienzan con un beso.

A veces, empiezan con una tarjeta de crédito… y una razón para volver mañana.