TURÍN, ITALIA.
El reloj marcaba las 08:47 a. m.
Era lunes, pero no uno de esos lunes que duelen. Afuera hacía fresco, adentro olía a café recién hecho y detergente barato.
Iván estaba en su lugar de siempre: caja número cinco.
Uniforme gris, barbita bien recortada, ojos que no miraban demasiado a nadie… excepto cuando llegaba uno de sus clientes raros o cuando su amigo Simone pasaba a decirle algo estúpido para hacerlo reír.
Era un tipo serio. No porque le gustara, sino porque la vida le había enseñado a no gastar energía con cualquiera.
Pero ese día, ella volvió a aparecer.
—Buen día —dijo ella, sin sacarse los auriculares.
Sus labios se movían al ritmo de lo que fuera que escuchaba. No miró a Iván. Solo apoyó los productos: pan integral, una bebida de mango y una caja de té de frutos rojos.
Iván la había visto ya tres veces esa semana, siempre entre 8:30 y 9:00. Siempre con auriculares. Siempre comprando cosas mínimas.
Y siempre ignorando al mundo.
Pero ese lunes…
Ella levantó la mirada.
Solo un segundo, lo justo para hacer contacto visual.
Iván le sostuvo la mirada. Sin sonrisa, pero con atención.
—¿Tarjeta o efectivo? —preguntó, como si no supiera ya la respuesta.
Ella se quitó uno de los auriculares y lo miró como si recién lo notara.
—¿Cómo?
—Que si vas a pagar con tarjeta o efectivo.
—Ah… crédito —respondió, casi con una sonrisa.
Iván notó una cosa nueva:
La chica tenía hoy los ojos más abiertos, como si estuviera más despierta que de costumbre. Y él, sin darse cuenta, estaba sosteniéndole la tarjeta más de lo necesario.
Pasó el plástico por la ranura. Sonó el bip.
—Listo —dijo Iván, devolviéndole la tarjeta con una seriedad medida.
Ella tomó sus bolsas, se colocó el auricular izquierdo, y al girar para irse, dijo:
—Gracias, caja cinco.
Y se fue.
Simone apareció segundos después, cargando dos botellas de agua como si fueran chismes líquidos.
—¿Viste cómo te miró, eh?
—No me miró.
—¡Claro que te miró! Y te dijo “caja cinco” con una voz de anuncio erótico.
—Estás loco.
—Loco… y observador. Vos estás perdiendo puntos, Iván. Esa chica no pasa todos los días.
Iván no respondió.
Pero por dentro… ya la estaba esperando para el martes.