El supermercado volvió al ritmo normal después de que Lucía cruzó las puertas corredizas. Pero para Iván, algo se había salido de eje.
—¿Te dejó temblando, eh? —dijo Simone mientras acomodaba una caja de botellas de agua cerca.
—Dale, Simone.
—No me mientas, loco. Se te movió algo adentro. Y no es el desayuno.
Iván soltó una leve sonrisa, una que se esfumó rápido cuando una señora con cara de lunes dejó caer tres cajas de leche sobre el mostrador.
Durante toda la jornada, Iván funcionó en piloto automático. Escaneó productos, cobró, devolvió vuelto, saludó. Pero en su cabeza, repetía una escena como si fuera una canción que no podía sacar del oído:
—Gracias, caja cinco.
La forma en que lo dijo.
No fue una frase cualquiera. Fue como si ella supiera que lo había descolocado.
MARTES. 08:43 A. M.
Iván ajustó su uniforme frente al espejo del depósito. Nada fuera de lo común, pero algo en su pecho palpitaba como si el día escondiera una sorpresa.
Se ubicó en la caja cinco. Miró la hora.
08:46.
08:49.
08:52…
Y ahí estaba.
Auriculares blancos. Ropa sencilla. Mismo andar tranquilo.
Lucía.
Pero esta vez, cuando llegó a la caja… se quitó ambos auriculares antes de hablar.
—Buen día, caja cinco.
—Buen día, crédito o débito. —Iván lo dijo sin pensar. Y después se arrepintió.
Lucía se rió bajito.
—Crédito. Como siempre.
—Entonces ya te tengo registrada.
Lucía alzó una ceja, divertida.
—¿Eso es algo que decís a todas?
—Solo a las que compran pan integral y té de frutos rojos.
—Me atrapaste.
Él pasó la tarjeta. Bip.
Ella tomó la bolsita.
Y cuando ya estaba por girar, se detuvo.
—¿Sabés qué estaría bueno? Que algún día me recomiendes otro té.
—¿Te gusta probar cosas nuevas?
—Depende de quién las recomiende.
Iván sintió una chispa. Una que no era solo por la electricidad estática de la caja.
—Paso lista. Mañana a la misma hora.
—Perfecto. Traé buenas opciones.
Y se fue.
Simone, otra vez, apareció como si estuviera escondido detrás de una góndola.
—¡Papá! ¿Qué fue eso? ¿Estás coqueteando o te hackearon?
—Creo que las dos cosas.
Iván no era de sonreír mucho. Pero esa mañana, no se le fue la sonrisa en toda la jornada.