Gracias por leer esta historia que empezó como tantas otras: con un saludo rutinario, una mirada esquiva, y una persona que no parecía distinta a las demás… hasta que lo fue.
Iván y Lucía no se gritaron el amor, no se prometieron eternidades.
Pero compartieron algo que a veces vale más: la posibilidad de cambiar, de abrir una puerta, de hacerle lugar al otro en medio del caos o del silencio.
A quienes leyeron hasta el final, gracias por dejarse llevar por una historia donde lo simple también puede doler… y también puede sanar.
Gracias por detenerse en esta fila.
Gracias por esperar.
Gracias por quedarse, aunque sea un ratito.
Kiro Black