No sé si esta sea una buena o una mala historia, tal vez esta sea la historia más patética de las historias patéticas.
Probablemente mi relato sea el más aburrido en la historia de los relatos aburridos.
Mi vida está llena de múltiples rutinas que solo me llevan a una aburrida monotonía (Valga la redundancia).
En mis cortos años me han sucedido solo algunos pocos hechos importantes o mejor dicho; ni un solo hecho importante (que yo recuerde), pero aún así me atreveré a contar mi corta historia en estos capítulos de mi leve existencia, los cuales he escrito con total devoción y esmero que espero que alguien llegue a leerlos y esperando, asimismo no hacerlos muy extensos, pues, buscando con ello tratar de no extenuar al lector, o si fuera el caso, a quien escucha esta corta historia.
Empezaré mi relato de vida haciendo una leve introducción a ella, comenzando por presentarme para que conozcan un poco de mí:
Me llamo Javier Alexander Martinez Bueno y actualmente tengo 21 años de edad, vivo en la ciudad de Buenos Aires Argentina y curso tercer semestre de la escuela preparatoria Faustino Sarmiento, esto es del presente año 2021.
Soy un chico de cabello negro lacio y grasoso.
Apariencia delgada, de estatura media y pies enormes (según mis padres), cara alargada, ojos marrón obscuro, labios diminutos y cejas pobladas pero sin lograr juntarse en el puente entre ceja y ceja.
Cabe mencionar que no me considero un chico apuesto pero a la vez no me considero un tipo del todo feo, aunque confieso que hay días en que mi vista cambia de perspectiva dependiendo del ánimo.
Puede que mi vida sea aburrida y tal vez que la de otras personas, soy un muchacho introvertido y bastante reservado, mi día a día es un ciclo; me despierto cada mañana temprano para irme al colegio, me levanto de la cama, me visto con mi uniforme (cuando se requiere); un uniforme azul marino compuesto por una playera de manga larga y un pantalón del mismo color.
Los estudiantes de otros colegios suelen hacer mofa de nuestro uniforme pues dicen que parecemos trabajadores de vallet parking o meseros, en lo cuál no sé si darles la razón o negar los hechos y hacerme el ofendido.
Como cada mañana bajo a desayunar con mis padres, luego de eso subo a mi habitación a cepillarme los dientes y a peinarme para irme a la preparatoria.
Me despido de mis padres (Aunque casi siempre mi padre sale al trabajo antes que yo al colegio) quienes me desean que me valla bien durante el día.
Tomo el autobús en la esquina para irme a la escuela y después de salir de clases tomo nuevamente el autobús para ir de regreso a casa y vuelvo así con mi insípida monotonía que se repite día con día de lunes a viernes, siendo sábados y domingos cuando este ciclo repetitivo varía aunque sea tan solo un poco, lo cuál me da un leve respiro de alivio merecido y justo, así que aprovecho ese tiempo para ver alguna película, dormir hasta tarde, escuchar música, jugar en línea, ver videos de YouTube y dormir nuevamente, pues al terminar mi efímero fin de semana vuelvo a mí triste círculo vicioso: tareas interminables, pasar más de ocho horas fuera de casa tan solo estudiando, llegar a casa, estudiar, tareas nuevamente, despertar y otra vez colegio, siendo así lo mismo siempre en un bucle sin final (válgame la redundancia «nuevamente»), pero esta es mi forma de explicar con claridad que nada interesante puede salir de la vida aburrida de una persona aún mas aburrida que su vida misma; mi absurda historia .
Recuerdo mis primeros años de vida y debo decir que entre el hemisferio entre mi niñez, adolescencia y mi edad actual, siendo hoy un adulto "funcional"
Haciendo memoria, llega a mi mente el día de mi primer día en el jardín de niños a eso de mis primeros cinco años de vida.
Siento que esto es algo que debo narrar.
Llegamos en coche al kinder, mi mamá llevaba puesto un perfume con olor a rosas que nunca me ha agradado, ella y yo bajamos del coche y entramos en el jardín de niños tomados de la mano como una buena familia.
El lugar tenía muchos salones y yo estaba rodeado por ellos en medio de un enorme pasillo.
Afuera un enorme patio en medio con algunos columpios, resbaladillas y un enorme arenero como si fuera un enorme baño para un gato tamaño colosal, yo me aferraba a la mano de mi madre como si mi vida dependiera de ello. Nos dirigimos entonces hasta uno de esos salones que estaban cerca de allí, justo donde mi madre comenzó a hablar con una maestra; una mujer rubia y arrugada que vestía largas faldas de colores oscuros. Conversaron por varios minutos, mas no supe de qué trató dicha conversación pues yo estaba demasiado entretenido admirando los bellos dibujos de dinosaurios que habían en las paredes ,mientras permanecía sentado en el enorme y solitario pasillo, recuerdo que había triceraptors, tiranosaurios, plesiosaurios entre otros y por eso no presté atención a la plática entre la directora y mi madre.
Después de eso mi madre y aquella arrugada mujer me guiaron hacia el que sería mi salón, la maestra me sugirió que tomara algún lugar disponible, aunque en realidad todos en su mayoría estaban libres, mi mamá tenía que irse pero yo no quería separarme de ella ni por un breve momento, me daba un inmenso miedo separarme de ella por primera vez en mi corta vida pues ella había sido siempre mi único lugar seguro; mi zona de confort. No hice nada por retenerla más tiempo, sabía que ella tenía cosas que hacer y por ende ya sabía que era hora de dejarme solo en ese lugar, estaba creciendo y necesitaba aprender a hacer nuevas cosas.
Después de una tierna despedida en la que yo no lloré, al contrario de mi madre quien empezó a derramar lágrimas camufladas con enormes sonrisas torcidas, pero ya había el llegado el momento en que tenía que retirarse y dejar a su pequeño retoño sentado en una de las bancas del salón rodeado de varios niños más. Muchos de ellos estaban llorando, pues al igual que yo no se querían quedar ahí, deseaban inmensamente no separarse de sus madres jamás, tambien era una nueva experiencia para todos nosotros, pareciese que estábamos en el matadero en medio de un campo de concentración nazi.
Mis espectativas y perspectivas de lo que sería estar en el jardín de niños era totalmente una odisea.
En mi sublime imaginación podía visualizar el lugar como un mal sitio en el cuál estar, convencía a mi mente de que los maestros eran malas personas que tenían total libertad de tratar mal a sus alumnos con el permiso de los padres pero... Ese día fue bastante entretenido, supongo que dichas imágenes fueron debido a que mi hermano metía extrañas ideas en mi cabeza con la mera intención de asustarme con sus absurdas historias describiendo que me ocurrirían las cosas antes descritas.
Recuerdo que mi maestra, quien dijo llamarse Alva nos dio plastilinas de Play-do para moldear figuras de animales con las cuales yo hice una figura de un brontosaurio y después del recreo nos dio cubos de lego para jugar a armar cosas conforme a nuestra imaginación, ese fue nuestro primer día, mucho mejor de lo esperado, fue divertido y entretenido.
Pasaron los días y ya veía el jardín de niños como si fuera un parque de diversiones, todo era jugar con juguetes, plastilinas y cubos de lego de todos colores y tamaños.
Todos los niños en el recreo jugaban a lanzar la pelota, a balancearse en el columpio o deslizarse por la resbaladilla, yo tan solo me limitaba a estar sentado desde una esquina de algún salón en completa soledad mirando jugar a los demás, me emocionaba tanto verlos jugar que hasta podía sentir que era parte de sus juegos y que yo era participe con ellos, pero ellos no me invitaban a jugar ni yo me acercaba a ellos, no sé si sería por pena o o por qué otro motivo, en ese entonces era yo muy pequeño y no recuerdo que era lo que pensaba en ese momento, pero hoy en día me lamento por haber abusado de mi timidez.
Pasó ese año entero, sin un solo amigo, me gradué de ese ciclo y entré a primaria, me llevó mamá hasta mi salón como en el jardín de niños, habían varios niños jugando dentro de los salones y varios padres platicando con el profesor del salón, me sentía nervioso, era mi primer día de clases en una nueva etapa escolar, en el jardin de niños todo era jugar y pintar o armar cosas, pero sabía que en la primaria además de juegos tenía que aprender nuevas cosas: leer, contar, sumar; cosas que pensaba me resultarían difíciles y sabía también por experiencia propia de lo que vi por mi hermano que después de clases tendría que llegar y hacer tarea.
Mi hermano Hugo asistía a sexto grado de primaria, y cada tarde lo observaba haciendo sus tareas y aprendiendo cosas que bajo mi entendimiento me parecían imposibles de resolver, aunque por otro lado, a veces los llevaban a pasear a algunos lugares del pais y de la ciudad; museos, parques, lagunas, otras escuelas, etcétera y eso era lo que más me emocionaba.
Cuando nuestras madres, tuvieron que marcharse comenzó la clase, se cerraron las puertas y el profesor se paró delante de su escritorio y se presentó, dijo llamarse Adán Mendoza y comenzó a preguntarnos nuestros nombres a cada uno de nosotros y nos preguntó cuantos años teníamos y qué nos gustaba hacer o cual era nuestra comida favorita.
Despues de eso el profesor nos leyó un cuento, en realidad era una parábola que yo no entendí, y al terminar de contarlo nos preguntó que si sabíamos cuál era el mensaje de dicho relato. Nadie supo responder, no supe si fue por timidez o por ignorancia pues tan solo éramos niños de escasos años pero el mismo dió la respuesta, desconozco lo que dijo, eso pasó hace muchos años y me resulta imposible recordar con claridad.
Despues de eso llegó el recreo, había muchos niños, chicos y grandes jugando por doquier, miraba a los niños jugar a juegos de pelota y de escondite, yo en cambio igual que en el kinder permanecía sentado en la acera de afuera del salón, mirando aquí y mirando allá, cuando de pronto, sucedió un evento que cambiaría mi vida en un futuro , sin pedirlo ni presentirlo, ante mí vi pasar a alguien, era el ser más hermoso que en la vida había visto; una niña de cuerpo menudo y piel pálida, con un cabello oscuro y brilloso que le llegaba poco mas abajo de sus hombros, sus mejillas eran adornadas por dos rubores colorados, iba acompañada de otra niña no tan agraciada como ella, no lo había notado pero ambas estaban en mi salón, me dí cuenta de ello cuando volvimos a clases, ella estaba junto a su amiga en la ultima fila del lado derecho mío casi pegado a la pared, se veía muy sonriente y platicaba mucho con aquella otra niña, yo no conocía a nadie de allí, todos conocían a alguien excepto yo.
No había visto un rostro conocido en todo el día, ni siquiera el de mi hermano, sabía cuál era su salón pero me dio miedo ir hasta donde él y solo me quedé sentado afuera de mi salón.
Al cabo de algunos días fui conociendo a mis compañeros de salón, eramos 24 en total, más niñas que niños, pero había una niña en especial, una a quien no dejaba de ver ni de pensar y de quien por fin sabía su nombre; Lorena , tan bonita como su bello nombre, era la hija del profesor de sexto grado y su sobrina se llamaba Guadalupe, de sobrenombre Lupita, es la niña con la quien la había visto días atrás, había tres compañeros en especial que me agradaban mucho, nos hicimos amigos y jugabamos en el recreo; Dorian quien es un año mayor que yo, él me habló desde el segundo día para pedirme un sacapuntas y nos hicimos amigos, después al día siguiente mientras jugábamos con un balón de fútbol a pasarnos la pelota un niño se acercó y nos preguntó si podía jugar, se llama Adrián y a él se le unió Luis, desde ese día nos juntábamos en hora de receso y nos íbamos a jugar a la pelota.
En nuestros juegos de escondidillas se unían varios niños más incluidas Lorena y Lupita, su prima además de otras niñas de varios salones y de nuestro salón, nos llevábamos todos bien, pareciese que habíamos sido amigos siempre.
Tuve una hermosa infancia, lástima que se acabó tan solo seis años después.
Al pasar esos seis años llegó el turno de entrar a la escuela secundaria.
Al terminar la primaria nuestro pequeño grupo de amigos se distanció, algunos porque habían ido a otras escuelas y los que habían quedado en la misma se dejaron de hablar simplemente porque la mayoría de ellos habían sido reemplazados por nuevos amigos, en fin... Fuimos sustituidos por nuevos compañeros.
En la secundaria me tocó coincidir con Luis y Guillermo, dos chicos de mi curso en la primaria pero estos ya habían conseguido nuevas amistades en ese nuevo ciclo escolar y dejamos de frecuentarnos, aunque cada que nos mirábamos nos lanzábamos un saludo pero esto acabó en poco tiempo, a pesar de que ya llevábamos un mes en esa nueva etapa yo aún no lograba conseguir un nuevo amigo, no supe por qué a ellos les pareció tan fácil eso.
Solía quedarme en el receso sentado bajo un arbol leyendo un libro, como si estuviera repitiendo mi estancia en el jardín de niños, me la pasaba nuevamente viendo a los demás niños jugar, yo deseaba unirme a ellos pero no me invitaban y sentí que sería inoportuno unirme a ellos.
Había unos chicos de segundo grado, eran muy unidos. Cada receso la pasaban juntos, bromeaba, reían, luchaban entre ellos, se llamaban Eric y Ramón, siempre se juntaban con otro chico de nombre Arnoldo, les veía constantemente molestar a otros chicos menores que ellos y por su puesto que yo no fui la excepción pues mi actitud tímida era un indicativo de que yo era una presa perfecta para sus juegos de poder, de estos últimos Arnoldo parecía ser el lider del pequeño grupo.
Ellos hicieron que mi estancia en el colegio se volviera un calvario, en ocasiones me quitaban la mochila y se la lanzaban entre ellos, en casos más inusuales me lanzaban globos con agua, qué al golpearme se reventaban y yo quedaba empapado.
Estaba yo en mi plena pubertad y mi voz comenzaba a cambiar, era muy chillante, y me hacían burla por ello.
Me comenzaron a llamar,,
«El voz de corneta». Rápidamente los demás me comenzaron a llamar de esa manera en lugar de mi nombre real, llegando incluso a olvidarlo, me molestaba eso y hasta el dia de hoy ellos me siguen llamando de igual manera cada que me los topo en la calle por casualidad, lo cual es bastante incómodo.
En una de esas veces en que robaban mi mochila ellos me recomendaron buscar dentro de los tambos de basura y efectivamente, era verdad.
Ya lo esperaba, los conocía bastante bien como para no creer en lo que me habían dicho. Encontré mi mochila en uno de los contenedores de basura de la escuela . Así tuve que soportar los seis semestres siguentes hasta graduarme de secundaria.
No tenía amigos, mi ego estaba lastimado, estaba aburrido de mi vida, cansado de estudiar y estudiar, cansado de estar siempre en casa. En esos tres años que duró mi curso en la secundaria no volví a ver a Lorena ni a mis antiguos amigos de primaria, aunque sí me tocó coincidir con algunos del jardín de niños.
te
Terminó aquel tormentoso ciclo y me sentí feliz de que todo aquello por fin había acabado, ahora llegaba el tiempo de prepararme para estudiar algo que me gustara, había entrado a preparatoria , una nueva etapa en un nuevo lugar, tal vez sería mejor que el ciclo pasado aunque de eso no tenía muchas esperanzas.