Carta 4: Dyan a Finia.

 Torre de Scabia — A la atención de la Archimaga Finia, con sello y consentimiento del Consejo Interior

Querida Finia:

Me complace escribirte desde Glavendell, el pequeño rincón al que decidí retirarme —aunque cada hora aquí me convence de que este retiro será menos tranquilo de lo que imaginé.

He llegado sin contratiempos mayores. El viaje fue largo, pero no ingrato. A veces, el silencio del campo ofrece más respuestas que todos los libros de la Torre juntos. Glavendell es una villa modesta, pero llena de vida, verde y raíces profundas. No he sentido desconfianza hacia mi condición de mago, solo curiosidad. Aquí soy simplemente “el forastero de la capital”, y eso —extrañamente— me resulta cómodo.

La familia del jefe de la villa, un hombre de nombre Eunid, me recibió con una generosidad inesperada. He conocido también a sus hijas, a cuál más distinta y encantadora. A veces, la vida sencilla posee una profundidad que los salones de mármol no alcanzan a tocar.

Te confieso algo que quizá te haga sonreír: acampé por primera vez en mi vida. Lo hice junto al río, al borde de la casa que Edictus —sí, nuestro Edictus— construyó hace décadas y nunca llegó a habitar. La casa está en ruinas, o en transformación, según el cristal con que se mire. Una parte está en pie, otra lucha contra la maleza y el tiempo. Pero tiene cimientos sólidos. Como él, supongo: contradictorio, lleno de secretos, y aún así firme.

No he terminado de desentrañar qué lo llevó a edificar aquí, ni por qué lo ocultó. Pero es su legado. Y como tal, he decidido intentar reconstruirla. No por él, sino por mí. Quiero entenderlo mejor, quizás así entender también lo que dejo atrás.

Ahora, hablemos de ti, Archimaga.

Liderar la Torre de Scabia no es tarea menor. Aún recuerdo cuando llegaste, temblando bajo tu primer manto, y ahora vistes el manto blanco del mando. Qué orgulloso estoy de ti, Finia. No por el título, sino por lo que significa: que no te quebraste. Que elegiste seguir. Que escuchaste, aprendiste… y ahora enseñas.

No olvides que el poder no siempre se manifiesta en forma de fuego o hechizos complejos. A veces, se manifiesta en la paciencia, en la firmeza silenciosa con que sostienes a otros cuando todo tiembla. Ser Archimaga es más que dominar la magia. Es ser hogar, ley y frontera.

Tendrás dudas. Te juzgarán. Y, a veces, sentirás que estás sola. Pero no lo estás. Mi distancia no es olvido. Siempre puedes escribirme, y en cuanto pueda, responderé. Aún desde este rincón apartado del reino, mi consejo, mi oído y mi afecto están contigo.

Te envío un trozo de piedra tallada de la entrada de la casa de Edictus. No tiene valor mágico, pero pensé que te gustaría tenerla. Es testimonio de que incluso las obras abandonadas pueden volver a respirar.

Sigue firme, Finia. Y nunca olvides: ser maestra no significa tener todas las respuestas, sino tener el valor de buscar junto a otros.

Con afecto sincero,

Dyan Halvest