Capitulo 4 ─ Siete días antes del inicio de Clases (2)

La familia Rothtaylor, en la que había nacido, era como un grupo de villanos sacados directamente de un cuadro.

Ebrios de su antiguo linaje, inculcaban vanidad y un sentido de superioridad elegida en sus descendientes, generación tras generación. El espíritu de los venerables ancestros, aquellos que entendían el honor y la generosidad, habían desaparecido hace mucho, dejando solo un fantasma de privilegio que impregnaba a los miembros de la familia, quienes ocupaban puestos clave en el imperio y actuaban con arrogancia.

Pero en realidad, los Rothtaylor guardaban un gran secreto.

El patriarca, Krepin Rothtaylor, había firmado un pacto con la deidad maligna Mebuler, proveniente de la era mítica, y llevaba años investigando la magia de la vida eterna. Esto había dado lugar a innumerables experimentos inhumanos, con incontables vidas sacrificadas en nombre de la investigación.

Todo este plan sería descubierto de manera casual por Taylor, el protagonista de El Espadachín Fracasado de Sylvania, aproximadamente dos años después. A pesar de resistirse hasta el final, Krepin sería derrotado.

En cuanto a la familia Rothtaylor, su destino era predecible. Se les describía como arrogantes y pomposos hasta la exageración, derrochando lujos de manera obscena frente a los demás.

Su caída sería desesperada y satisfactoria para los espectadores. Aquellos que conspiraron activamente con los planes de Krepin Rothtaylor fueron ejecutados sin excepción. Cualquier otro que tuviera la más mínima participación fue encarcelado o castigado severamente.

Ante esto, reevalué mi situación actual. Aunque ahora estaba hambriento, con frío y un futuro incierto, quizás romper temprano con los Rothtaylor no fue tan malo.

En realidad, había sido más bien una suerte.

- "¿Dices que me estás agradecido? Eso es difícil de creer."

Me levanté abruptamente. La verdad era que tres días sobreviviendo en la naturaleza me habían dejado con un aspecto deplorable. Sin duda esa era la razón por la que la princesa parecía tan conmocionada.

El mismo mocoso que hace apenas días se pavoneaba con aires de nobleza ahora se veía así. Aunque era un castigo merecido, también inspiraba cierta lástima.

Consideré apelar a su compasión, pero la Princesa Phoenia no era de las que permitían que sus sentimientos afectaran su juicio oficial. De hecho, era más probable que un intento por conmoverla terminara perjudicándome.

¿Cuál sería el mejor desenlace?

Daba igual si continuaba en esta academia o no. Lo ideal sería que la Princesa Phoenia, y en realidad, todos los demás estudiantes de Sylvania, me ignoraran por completo. Crear un escándalo ahora solo serviría para difundir que Ed Rothtaylor aún no había sido expulsado, lo que me perjudicaría irremediablemente.

Mi posición era precaria la junta escolar podría expulsarme en cualquier momento. Era mejor pasar desapercibido hasta que mi situación alcanzara un punto en el que a la academia le resultara complicado tomar esa decisión.

Por eso, ser visto con malos ojos por la Princesa Phoenia no me beneficiaba en absoluto.

-"El manejo de este asunto queda a su criterio, Princesa Phoenia. Me atenderé a su decisión"; respondí, esforzándome por sonar indiferente.

Demostrar desesperación, suplicando o aferrándome, solo empeoraría las cosas. Cuanto más acorralado y desesperado pareciera alguien, más fácil era para los demás menospreciarlo.

La Princesa Phoenia de "El Espadachín Fracasado de Sylvania", famosa como la "Princesa Benevolente", poseía un par de "ojos" especiales; la capacidad de ver a través de las pretensiones y el calibre real de las personas.

Desde sus días como miembro de la realeza, había crecido descifrando adulaciones falsas y engaños, los halagos insinceros y las artimañas retorcidas de incontables personas.

Tras su aparente benevolencia infinita se escondía la mirada de una monarca capaz de juzgar la naturaleza humana de un solo vistazo.

Volteé hacia la fogata chispeante. Los troncos ardientes se quebraban al llegar al final de su combustión.

Podría haber avivado las llamas fácilmente con un hechizo de fuego, pero mi entrenamiento mágico aún estaba incompleto. No valía la pena gastar energía innecesariamente.

Pasé junto a la Princesa Phoenia y me senté cerca del fuego, usando un atizador para reagrupar los troncos dispersos en el centro.

- "¿Llevas aquí tres días seguidos?"

- "Es bastante soportable una vez que te acostumbras a sobrevivir así."

Mi estrategia era clara.

La forma más efectiva de evitar atención es no prestarla.

Una actitud de "me es indiferente lo que hagas conmigo". Si mantenía esta postura, probablemente ellos también me ignorarían.

Aunque enfrentarme a la Tercera Princesa, habituada a dominar las cortes imperiales, fuera un factor enormemente desestabilizador, esta táctica tenía más posibilidades de éxito que arrodillarme y suplicar.

Déjame en paz.

Pero eso no era suficiente. Faltaba un 2%.

Después de todo, la intención de la princesa era denunciarme ante las autoridades académicas para lograr mi expulsión. Debía encontrar un punto medio en ese asunto.

-"La realeza, por naturaleza, es tan noble que incluso un breve paseo requiere un séquito de docenas de sirvientes, y una excursión de medio día exige una escolta completamente armada", había oído decir.

Sobornos y adulaciones. Aunque necesarios, había un problema:

No tenía nada que ofrecer como soborno. Y si recurría a halagos descarados, solo conseguiría verme patético y despertar aún más desprecio. Así que no me quedaba más opción que buscar un término medio.

-"Sin embargo, para una figura tan noble como la Princesa Phoenia aventurarse sola en los peligrosos bosques del norte de la Isla Acken, especialmente a esta hora cuando el sol se está ocultando. Debe haber una razón urgente para ello."

Incluso al recorrer los terrenos de la academia, la Princesa Phoenia siempre iba acompañada de sirvientes que atendían sus menores necesidades.

Claro, eso no significaba que ahora estuviera sin escolta. Seguramente sus guardias vigilaban desde las sombras, listos para atacar si yo hacía un movimiento sospechoso.

-"¿Y bien? Si crees que estoy sola y vulnerable a tu venganza, estás muy equivocado."

Consciente de esta ventaja, podía permitirse hacer comentarios tan desafiantes.

Esbocé una sonrisa suave.

-"Los exámenes de asignación de clases del profesor Glast ya son famosos entre los de segundo año por su crueldad. Cada año inventa métodos nuevos y originales para torturar estudiantes. Veo que tú también estás participando en esa prueba."

Mientras atizaba el fuego con el hurgón, evitando mirar directamente a la princesa, continué hablando con calma.

-"Si visitas el lago al sureste del bosque, encontrarás una pequeña isla rocosa en el centro. Es apenas lo suficientemente grande para que crezca un solo pino, conocido como 'El Árbol Guardián de Merilda'. Si revisas el hueco del nudo de ese árbol, podrías encontrar algo interesante."

- "¿De qué estás hablando?"

- "De cualquier forma tendrás que registrar todo el bosque. No sería mala idea pasar por ahí."

La Princesa Phoenia me lanzó una mirada penetrante durante lo que pareció una eternidad. Aunque su expresión era incómoda, hice todo lo posible por ignorarla.

- "¿Qué tramas? ¿Sigues planeando venganza?"

- "Como ya dije, solo deseo continuar estudiando en Sylvania."

El crepitar de las llamas se intensificó junto con las chispas. Apenas había logrado revivir el fuego.

- "Así que esto... podrías llamarlo un soborno, Princesa."

Finalmente, arrojé el atizador al fuego.

- "Si te niegas, no hay nada más que pueda hacer."

Con eso, la Princesa Phoenia me miró fijamente un momento más, se burló de lo absurdo de la idea y se marchó.

En fin, las acciones de la princesa ahora escapan a mi control.

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"—¡Suélteme! ¿Acaso no saben quién soy? ¡Soy Ed Rothtaylor, el segundo hijo de la familia Rothtaylor! ¡Aparten sus manos sucias de mí, cerdos! ¿Cómo se atreven a tocarme?"

"—¿Taylor? ¿Haaa? Un don nadie fracasado como tú no es más que un cerdo bocazas."

"—¿Q-qué? ¿La princesa? ¿La benevolente Princesa Phoenia? ¡L-lo siento, no la había reconocido!"

"—¡Princesa! ¡Manchará su noble y exaltado nombre defendiendo a un cerdo como Taylor! ¡Castíguelo como merece!"

"—¡Todo esto está mal! ¡Es una trampa! ¡Les digo que es una trampa! Ese cerdo de Taylor me tiene envidia... ¡es su maquinación! ¡Criatura asquerosa! ¡Cerdo inmundo!"

¿Es esta la misma persona?

La Princesa Phoenia caminaba por el bosque, recordando la escena que había presenciado durante los exámenes de admisión.

La imagen del noble vanidoso intentando hacer trampa y expulsar al estudiante fracasado, Taylor, vino a su mente.

Ni siquiera necesitaba su "visión especial" para percibir lo repugnante y patético que era. Cualquiera podía ver que se trataba de un hombre arrogante y despreciable.

Era un adulador frente al poder y cruel con los débiles. Incluso cuando ocultaba su identidad, se había atrevido a faltarle al respeto a la propia Princesa Phoenia.

No podía permitirse que permaneciera en Sylvania. Por eso la princesa había tomado cartas en el asunto.

Aunque solo era una estudiante, la academia no podía simplemente ignorar sus opiniones. Tal era el influjo de la realeza.

Ya habían pasado tres días desde que lo humillaron públicamente y lo expulsaron de su familia por sus crímenes.

'Parece mucho más sereno que antes.'

De hecho, tres días podrían ser suficientes para la introspección y el cambio. Pero la realidad era que no tenía tiempo para preocuparse por tales pensamientos.

El asunto urgente era el examen de asignación de clases.

La infame prueba del profesor Glast, que consistía en buscar orbes mágicos escondidos en el bosque norte.

El objetivo era simple encontrar los orbes y regresar al edificio académico. El examen había comenzado después del almuerzo y, ahora que el día llegaba a su fin, seguía en curso.

De los 310 estudiantes de primer año del departamento de magia, casi 290 ya habían encontrado sus orbes y regresado.

La mayoría los había localizado en menos de una hora.

Para cuando el sol comenzaba a ocultarse, solo quedaban unos pocos alumnos en el bosque.

La verdad era que la Princesa Phoenia podría haber encontrado un orbe fácilmente desde hace mucho. Cualquiera con habilidad básica para detectar magia lo habría logrado.

Los orbes estaban por todas partes: bajo hojas, enterrados en montones de tierra, incluso sobre pequeños bancos de madera...

Pero algo no cuadraba.

Había más orbes que estudiantes. No solo unos cuantos más, sino varias veces más.

Incluso para ser el primer examen después de la inscripción, resultaba demasiado fácil, demasiado benevolente para ser una prueba del infame profesor Glast.

Seguramente había una intención oculta. No podía sacarse esa idea de la cabeza.

La mayoría de los estudiantes habían corrido de vuelta al edificio académico, asumiendo que se trataba de un sistema de primero en llegar, primero en ser atendido.

Incluso aquellos que dudaban de esa lógica terminaron regresando sin mayor provecho al acercarse la noche. No eran pocos los que volvían cargando varios orbes en los brazos, como si creyeran que la cantidad era lo que importaba.

La luna ya estaba alta en el cielo.

Pero la Princesa Phoenia no había regresado al edificio académico.

La persistente idea de que el examen escondía un verdadero propósito la mantenía en el bosque.

Caminó sin rumbo fijo hasta llegar al lago.

Entonces lo vio el islote rocoso que Ed Rothtaylor había mencionado.

Un solitario pino en medio del lago, bañado por la luz lunar, creaba una atmósfera mística. El Árbol Guardián de Merilda, como él lo llamó.

- "Hmm..."

La princesa reflexionó un momento, apoyando el mentón en su mano, y luego concentró su poder mágico en las puntas de los pies. —"Caminar sobre aguas".

Un hechizo que le permitía avanzar brevemente sobre la superficie del agua, a costa de un gran gasto de energía mágica. Aunque ineficiente y difícil de sostener en batalla, tenía una ventaja clara; cruzar sin mojarse.

Con movimientos cuidadosos, Phoenia alcanzó el islote. Entonces lo notó algo estaba incrustado cerca del nudo del árbol.

¿Sería una trampa tendida por un Ed Rothtaylor resentido?

Si se atreviera a conspirar contra la Princesa Benevolente, no saldría ileso, y seguramente lo sabía.

Aun así, la precaución no estaba de más. Con movimientos deliberados, la princesa se acercó al viejo árbol.

"—¿Un orbe mágico? Pero es de otro color..."

Un orbe dorado brillaba incrustado en la corteza, emitiendo un resplandor tenue.

Phoenia inclinó la cabeza, perpleja.

"—Es un diseño peculiar... Tiene un brillo dorado suave, pero nada más."

Intentó detectar magia, pero la cantidad era ínfima. Casi imperceptible.

"—¿Tendrá algún valor?"

Se preguntó si podría venderse por algo. Pero para una princesa, el valor material carecía de importancia.

"—En fin... parece ser algo significativo."

La princesa recogió su cabello platino para evitar que rozara la tierra y se agachó con elegancia.

Arrodillada frente al árbol, estudió el orbe incrustado, considerando por un momento si simplemente tomarlo.

"—No puedo hacerlo."

Este orbe solo había sido encontrado gracias a que Ed Rothtaylor le había indicado su ubicación.

No lo había descubierto por sus propios méritos. Tomarlo iría en contra de su orgullo.

Con determinación, la Princesa Phoenia se levantó y decidió abandonar el lago.

Pasar el examen mediante medios engañosos sería vergonzoso, y ella lo entendía mejor que nadie.