Capitulo 39 – Dia de Descanso 5
Todo estaba en silencio.
El cielo aún permanecía teñido de azul profundo, apenas salpicado por los primeros trazos de luz sobre el horizonte. Dentro de la cabaña, rodeado del rumor de las respiraciones dormidas, Cody abrió los ojos.
Miró su muñeca, parpadeando con pesadez.
Sin emitir un solo sonido, se incorporó. Se deslizó fuera de la litera, con la precisión de quien ha hecho esto más de una vez. Caminó descalzo hasta su mochila, sacó con cuidado su ropa de ejercicio—una camiseta gris ajustada, shorts deportivos y sus viejas pero confiables zapatillas negras.
Ya vestido, colocó los audífonos en sus oídos, presionó el botón lateral de su viejo MP3, y una canción energética comenzó a resonar en su cabeza. No era para presumir... pero ese reproductor era indestructible.
Estiró los brazos. Luego la espalda. Finalmente las piernas.
El aire de la mañana era frío pero revitalizante. El tipo de aire que despejaba más que el café.
Sin pensarlo más, comenzó a trotar.
Sus pasos eran firmes pero medidos, sin el ímpetu de quien quiere llegar rápido, sino con la cadencia del que conoce bien su camino. El bosque lo recibió con su aroma a tierra húmeda y hojas mojadas. Las ramas crujían suavemente a su paso, y el ritmo de la música marcaba el tempo de sus respiraciones.
"Uno, dos. Uno, dos." Decía Cody
Durante minutos enteros, solo se escuchaba la mezcla de su respiración, el golpeteo suave de sus tenis sobre el terreno, y el beat constante de su canción favorita.
Pasó junto a un árbol marcado con una cinta roja —una señal que él mismo había puesto. Luego, entre dos troncos delgados que se arqueaban hacia el centro, torció hacia la izquierda.
El sendero se volvía más angosto, el terreno más empinado. Lo conocía de memoria.
Finalmente, alcanzó su destino.
Un claro entre las rocas, tan oculto entre los árboles que incluso Chef podría pasar junto sin notarlo. Las piedras formaban un pequeño semicírculo natural que cortaba el viento, y justo al centro, un tronco caído servía de banco improvisado.
Cody se detuvo. Apagó el MP3.
Respiró hondo mientras el silencio natural lo envolvía. El sol aún no asomaba, pero un rayo pálido acariciaba apenas el cielo.
Sonrió.
"Hora de trabajar." Se dijo Cody
Claro, Carlos. Aquí va la escena con una descripción completa del entrenamiento tipo Navy SEAL de Cody, integrando su entorno, ritmo, esfuerzo físico y la música como fondo emocional:
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La música seguía sonando en sus audífonos.
Un riff de guitarra acelerado. Un compás marcado como latido firme.
Cody se detuvo en el centro del claro oculto entre las rocas. No necesitaba calentar más: su cuerpo ya estaba en modo activo, la sangre fluyendo con ritmo regular, su mente enfocada. Miró el terreno de tierra compacta frente a él y soltó el primer suspiro consciente del día.
"Vamos," dijo Cody para sí mismo, antes de apoyar ambas palmas en el suelo.
Inició con flexiones.
No las suaves, no las convencionales: explosivas.
Bajaba y subía con fuerza, cada repetición empujando el aire fuera de sus pulmones con control. Después de cada diez, agregaba una variante:
· Palmas al aire.
· Flexiones con palmada detrás de la espalda.
· Una sola mano.
· Luego, con los pies elevados sobre una roca.
"Veinte... treinta... cuarenta..." murmuraba Cody, marcando su cuenta en voz baja.
El sudor ya comenzaba a deslizarse por su sien cuando se incorporó.
Siguiente fase: fuerza de torso.
Se colocó de pie frente a una roca de tamaño mediano, de esas con musgo en la base y grietas que solo él reconocía. La abrazó con los brazos, apretó su abdomen y la levantó con un gruñido suave, como si despertara al bosque.
La sostuvo en alto, luego la bajó hasta la altura del pecho.
Una. Dos. Diez veces.
Luego, sin soltarla, la sostuvo a un lado como si cargara el mundo sobre un solo hombro. Y repitió del otro lado.
"¿Quién necesita pesas cuando tienes granito natural?" dijo Cody, con una sonrisa entre jadeos.
Después vino la agilidad.
Con una serie de troncos dispuestos en zigzag, hizo sprints laterales, saltos con las rodillas al pecho y esquivas laterales. Se movía rápido, certero, como si cada segundo contara. El sudor resbalaba por su cuello, empapando la parte baja de su camiseta.
Al terminar, se dejó caer al suelo en una plancha perfecta.
Y desde ahí:
· Plancha con giros.
· Plancha con toques al hombro.
· Plancha baja.
Cada músculo de su abdomen vibraba con esfuerzo puro.
Y no se detenía.
Colocó un par de ramas gruesas en el suelo y las usó como barras paralelas improvisadas. Saltaba entre ellas con sus brazos, elevando su cuerpo en repeticiones de fuerza controlada.
El ritmo de la canción cambió. Más rápido. Más intenso.
· Burpees.
· Sentadillas con salto.
· Lunges alternando cada paso.
El jadeo era constante ya. Pero su mirada seguía concentrada.
Finalmente, terminó con gimnasia corporal pura:
· Postura de cuervo en equilibrio.
· Handstand apoyado contra una roca.
· Breves segundos de parada de manos libre, cayendo con gracia.
Al culminar, se dejó caer sobre la tierra, mirando hacia el cielo ya azulado.
Se quitó uno de los audífonos, solo para sentir el silencio del bosque chocar contra su pecho acelerado.
"Cinco treinta y cinco," dijo Cody mientras miraba su reloj.
Respiró profundo.
Sonrió.
Porque sabía que antes de que el resto del campamento despertara, él ya había sobrevivido a su propio combate contra la inercia.
Apenas el cielo comenzaba a aclarar, el bosque parecía contener la respiración. Las hojas no se movían, ni los pájaros cantaban. Solo el pulso de la tierra y el jadeo residual en el pecho de Cody rompían el silencio.
El entrenamiento había sido intenso, pero no era el fin de su rutina.
No todavía.
Aún había algo más profundo, más arraigado en su psique, que se avecinaba como una tormenta en la distancia.
Cody se sentó en su piedra habitual, su "altar de enfoque", como lo llamaba en broma cuando nadie lo oía. Cerró los ojos. El aire era más denso ahí. Casi tangible. Como si la naturaleza supiera que estaba por ocurrir algo.
Lo sabía. Lo sentía.
Cada mañana que se empujaba al límite, no lo hacía solo para ser más fuerte o más rápido. Lo hacía para estar listo. Porque en su interior, él aún se enfrentaba a alguien.
A sí mismo. O, al menos, a la parte que no quería ser.
La mente de Cody se relajó como si cayera al agua. Ya no escuchaba el bosque. Solo el latido de su corazón. Cada parpadeo mental se convertía en un destello, y ese destello... en una figura.
Primero, distorsionada. Una silueta negra que emergía entre bruma roja y gris.
Luego, más definida.
Más humana.
Más peligrosa.
Psycho.
Psycho es un ciborg de combate, con una estructura metálica endurecida al nivel de blindaje táctico, cubierto por placas negras mate con bordes abrasivos. Su cuerpo emite un zumbido mecánico constante, como si cada uno de sus movimientos afilara el aire. Tiene una luz roja central en su pecho que late con la palabra MUERTE, grabada en caracteres digitales pulsantes.
Y entonces Cody lo escuchó hablar, por primera vez en días.
"¿De verdad crees que puedes ocultarme con músculos y sonrisas?" dijo Psycho, dando un paso al frente. Su voz sonaba como un zumbido entre la conciencia y el delirio.
"No intento ocultarte," respondió Cody en voz baja, poniéndose lentamente de pie. "Solo intento superarte."
Psycho chasqueó los dedos, y a su alrededor aparecieron más figuras. Copias exactas. Clones sin rostro. Algunos con expresiones burlonas, otros con la mandíbula apretada, todos con los ojos vacíos y esa energía que nacía del rechazo.
Diez. Tal vez doce. Un ejército.
Todos Psycho
Psycho dio otro paso adelante, ahora frente a su tropa distorsionada, como un general de pesadilla.
"Adelante," dijo con una sonrisa torcida. "Veamos cuánto has cambiado en realidad."
Los clones comenzaron a avanzar.
Cody apretó los puños.
Cerró los ojos.
Y al abrirlos... ya no estaba en el claro.
Estaba en su propio escenario mental: una extensión de bosque muerto, donde las sombras no se proyectaban por el sol, sino por los recuerdos.
La tierra era gris ceniza, el cielo, púrpura profundo como un hematoma, y las siluetas se movían en círculo como depredadores que estudiaban a su presa.
Pero él no era la presa.
Era el campo de batalla.
Cody respiró profundamente, alargando la columna, rodando los hombros hacia atrás.
Y cuando el primero se lanzó hacia él, el combate comenzó.
Campo mental de batalla
El primero se lanzó directo al torso, rápido y frontal. Cody no retrocedió. Lo atrapó por el antebrazo, giró su cuerpo sobre sí mismo y lanzó al clon contra una roca imaginaria, que se deshizo con un crujido fantasmal al contacto.
"Uno menos," murmuró Cody, aunque sabía que decirlo era inútil. Los clones no se contaban. Se multiplicaban.
Como un enjambre inteligente, otros dos surgieron por los costados. Uno por la derecha, agachado, buscando desequilibrarlo con una barrida. El otro apuntó a su rostro, con un puño cerrado envuelto en sombra.
Cody usó el impulso del barrido para impulsarse en el aire. Giró en un ángulo de 180 grados mientras el puño cruzaba por debajo de su espinilla y, aprovechando su rotación, atizó una patada giratoria al pecho del atacante de la izquierda. Cayó con un sonido seco y se desvaneció en humo.
Pero no había espacio para celebrar.
Dos más se abalanzaron. Cody se cubrió con los antebrazos, retrocedió tres pasos, luego entró directo con fuerza: golpe en la mandíbula a uno, codazo en la tráquea al otro, luego una patada descendente con ambas piernas desde el aire.
La sombra volvió a disiparse en humo.
Y entonces llegaron cuatro. Coordinados. Fríos. Silenciosos.
Uno lo sujetó del brazo por detrás. Otro intentó rodear su cuello. Los otros dos vinieron de frente, cada uno con una cuchilla ilusoria formada por los fragmentos rotos de los recuerdos de Cody.
"¡No otra vez!", gritó Cody, mientras flexionaba las piernas y se dejaba caer de espaldas sobre su captor. El clon debajo soltó un gruñido al colapsar, justo cuando Cody rodó en el suelo, liberándose de la llave.
Cayó entre los cuatro, de rodillas. Vulnerable. Pero en milisegundos, sus músculos respondieron.
Golpeó hacia arriba con un gancho ascendente, quebrando el rostro de uno. Levantó el brazo para bloquear la cuchilla ilusoria del segundo. Rodillazo al tercero. Giro completo y patada giratoria al cuarto.
Todo con un ritmo casi perfecto.
Su respiración ya era un rugido dentro del pecho.
Las gotas de sudor caían en cámara lenta.
Sus manos empezaban a temblar. No de miedo. De desgaste.
Y aún así... Cody no paraba.
"¡Vamos! ¡No soy ese tipo que dejaban atrás!" gritó Cody, casi más a sí mismo que a ellos.
Los siguientes clones llegaron como una segunda ola. Ya no peleaban por orden. Peleaban con furia
Cody resistía.
El combate se volvió instintivo.
Rodó por el suelo. Saltó por encima de uno. Chocó hombro con hombro con otro. Tomó dos por el cuello y los estrelló juntos. Cayó al barro ilusorio. Escupió sangre mental. Rió.
Porque sabía que si aún podía reír, era porque seguía en pie.
Y entonces... de repente...
Todo se detuvo.
Los últimos clones retrocedieron unos pasos y se esfumaron en el aire como si fueran humo atrapado por el viento.
La tierra oscura vibró levemente. El cielo púrpura se volvió más profundo.
Cody giró en círculos, respirando como una locomotora encendida. Su ropa estaba rota en varios puntos, el sudor le caía por la frente como si fuera lluvia.
Y al fin, solo quedó una figura frente a él.
Psycho.
Sin clones.
Sin ejército.
Solo los dos.
El mismo rostro. El mismo cuerpo. Pero la mirada opuesta.
Fría.
Vacía.
Inmune.
"¿Contento?" dijo Psycho con calma. "¿Ya golpeaste suficiente ilusión para sentirte valiente?"
Cody bajó la guardia, solo por un segundo.
Su respiración no se suavizó.
Su mirada tampoco.
"No peleo para sentirme valiente," dijo Cody. "Peleo... porque soy mas que Max Steel"
Y entonces, se alzó otra vez.
Ya no por defensa.
No por ejercicio.
Solo por lo que tenía que ocurrir:
La verdadera pelea.
Claro entre las rocas — 06:25 a.m.
El cielo estaba despierto.
La bruma se disipaba entre los árboles.
El entrenamiento había terminado, pero Cody seguía allí, tensando los dedos con mirada fija.
Una figura idéntica a él apareció entre la maleza.
Pies firmes, mirada vacía, músculos apretados.
Psycho.
Sin palabras.
Sin burlas.
Solo intención.
Ambos entendieron lo que iba a pasar.
Cody tensó los hombros y adoptó postura baja. Guardia en alto. Talones bien plantados.
Psycho se lanzó.
Puño directo.
Cody lo desvió con el antebrazo izquierdo, girando sobre el eje de su pie trasero. Respondió con una patada giratoria al costado, que el reflejo bloqueó con el codo. El impacto fue seco, como madera rompiéndose.
Cody no dio espacio. Avanzó con puñetazos al torso. Tres, cuatro, cinco. Psycho los contuvo todos, retrocediendo solo medio paso.
Entonces, Psycho tomó impulso y respondió.
Gancho de derecha. Cody se agachó justo a tiempo, rodó por debajo y contraatacó con un codazo ascendente que rozó la mandíbula. El reflejo trastabilló, pero no cayó.
"No eres tan duro como aparentas," gruñó Cody.
Psycho no contestó. Solo volvió a entrar al combate con una patada alta y una lluvia de golpes en sucesión. Cody se cubrió, pero uno le alcanzó el hombro izquierdo. Otro, el costado de la mandíbula.
La sangre salió de su labio.
Nada que no hubiera sentido antes.
Cody exhaló y contraatacó con todo el cuerpo.
Rodillazo al abdomen.
Codazo descendente a la clavícula.
Un giro y luego una barrida con los talones.
Psycho cayó.
Cody no esperó. Se lanzó sobre él, puños como martillos. Uno, dos, tres golpes directos al rostro. Cada uno provocando un rugido en su propio pecho.
Psycho atrapó su muñeca en el cuarto intento y lo impulsó hacia atrás con las piernas. Cody rodó por la tierra, se puso de pie con rapidez.
Ambos sudaban.
Ambos jadeaban.
Ambos sangraban.
Y ambos sonrieron.
Porque era ahí donde vivían.
Psycho cruzó la distancia con una carga explosiva. Cody bajó la postura, lo cargó como un luchador y lo elevó en el aire.
¡Impacto contra el suelo!
La tierra crujió debajo.
Psycho se retorció, rodó y volvió a levantarse.
No se detenían.
Como si el aire del bosque se alimentara de su furia.
Intercambiaron golpes en seco:
Puño, puño, codo, bloqueo, patada, rodillazo, giro, contraataque, rodar, empujar, caer.
En un punto, ambos estaban arrodillados, frente a frente, respirando como si el mundo fuera a explotar.
Cody escupió al suelo, se levantó con los puños alzados.
"Última ronda." Dijo Cody
Psycho asintió.
Se lanzaron al mismo tiempo.
Sus puños se cruzaron en el aire.
El choque resonó entre los árboles.
Ambos salieron volando hacia direcciones opuestas.
Cody cayó entre hojas húmedas.
Dolor en las costillas.
Pero cuando se incorporó...
Psycho ya no estaba.
Solo quedaba la calma.
El claro.
El sol atravesando las ramas.
Y Cody... de pie.
Con un rasguño en la ceja y una sonrisa en el rostro.
"Me haces falta para mejorar... pero soy Cody Anderson y la grandesa me espera" dijo Cody
El combate había terminado. Sin gritos. Sin aplausos.
Solo puños. Fuerza. Y una victoria ganada a cada segundo.