Fricción externa

Soto casi se vino otra vez.

Justo cuando su polla tenía la intención de rendirse, Roy pisó con fuerza:

—¿Quién te permitió correrte?

La palabra *correrte*, pronunciada suavemente, llevaba un aura obscena inexplicable.

La lengua de Roy se sentía ligeramente entumecida.

Se aferró a los anchos hombros de Soto, sintiendo el calor vigoroso bajo sus pies, su corazón latiendo en su pecho.

La sensación de romper las reglas, peligrosa pero emocionante.

Destrozar su yo normalmente obediente parecía de alguna manera traer alegría.

El cuerpo de Roy estaba lleno de demasiadas emociones. En esta noche, necesitaba urgentemente una salida, y Soto, en su aturdimiento, había tropezado justo en su camino.

El plan para arruinar el jardín no podía llevarse a cabo, y ahora arrastraba a otra pobre alma con ella, juntos sumergiéndose en el abismo despreciado por el mundo mundano.

Soto era verdaderamente obediente.