A Theo le gusta ver esto.

En Valtorre, aquellos culpables de robo, adulterio y maltrato a sus padres son castigados con azotes.

Pero esta ley no se aplica a la nobleza, y mucho menos a la Familia Real.

Teodoro solo había presenciado tal castigo durante interrogatorios criminales, pero nunca imaginó que un día, el látigo crujiente lo golpearía a él, desgarrando carne, destrozando cordura.

Nunca había sufrido tal humillación. Como Príncipe Valtorre, futuro Emperador, siempre había estado en la cima. El cazador, el jugador de ajedrez, controlando todo el juego, dominando el destino.

Ahora caía de su pedestal, arrastrándose en el polvo, reducido a un esclavo, reducido a un perro, soportando el dolor del látigo, incapaz siquiera de cerrar libremente sus piernas.

El látigo de Roy golpeaba su pecho, abdomen y la sensible cara interna de los muslos. Ella deliberadamente evitaba los pezones medicados y los genitales, dejando que se congestionaran de sangre y se endurecieran por el ardor.